Los mexicanos están orgullosos de sus antepasados indígenas, pero marginan a los actuales. Los 508 años de la llegada de Cristobal Colón a América, cumplidos el jueves, fueron una ocasión más de sufrimiento para la mayoría de los nativos.
«Colón, 12 de octubre, América, yo no sé nada de eso», fue la respuesta de María Ojeda, una indígena que emigró hace cinco años a la capital desde el estado sureño de Chiapas, consultada sobre el significado de la fecha.
Como todos los días, la nativa, que carga un pequeño bebé en su espalda, estuvo parada junto a un semáforo pidiendo dinero a los automovilistas y soportando insultos.
A poca distancia de allí, menos de 500 integrantes de organizaciones indígenas realizaron una marcha callejera para recordar la fecha, que, según dijeron, no merece ningún festejo.
En otras ciudades del país se registraron manifestaciones similares, pero con baja participación, mucho ruido y vigilancia policial.
Ojeda, de 42 años, es una de los 10 millones de indígenas que viven en México. En ese grupo, 53 por ciento de las mujeres y 33 por ciento de los hombres son analfabetos.
Ochenta y tres por ciento de los 803 municipios con población mayoritariamente indígena sufren «alta» o «muy alta marginación», según expertos.
La población mexicana nativa habla más de 80 lenguas y dialectos, y el estatal Instituto Indigenista la divide en 62 etnias. Cada una de ellas representa una cultura milenaria.
En las escuelas se inculca a los niños el orgullo por ese origen, por aquellos pueblos que construyeron grandes ciudades y que desarrollaron avanzados conocimientos. Pero en el presente, ser indígena implica menores ingresos y rechazo social.
El Instituto Nacional de Estadísticas informó que 48,5 por ciento de los indígenas no recibe ingresos por el trabajo que desempeña. El resto, que sí los obtiene, recibe cifras ínfimas.
Las investigaciones indican, además, que sólo pequeños porcentajes de los nativos integran organizaciones políticas o sociales y que, si lo hacen, no conocen bien su significado.
Con excepción de grupos del sur del país, como el rebelde Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en general los indígenas no participan en organizaciones de relevancia política nacional.
Una encuesta difundida por el diario El Universal indicó el jueves que 56,6 por ciento de la población considera que en México hay racismo. Además, 61,1 por ciento cree que existe discriminación por el color de la piel.
Los indígenas están en una clara situación de discriminación y desventaja y pocos lo pueden negar, dijo Oscar González, presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos.
En México, como en otros países de América Latina, uno de los insultos considedos más ofensivo es «indio».
Aunque la cuestión indígena está presente en forma cíclica entre los políticos, especialmente en fechas como el 12 de octubre, en el Congreso legislativo y en el gobierno la representación de la población nativa es ínfima.
Lejos de la fiebre de las celebraciones de los 500 años de la llegada de los españoles a América, registradas en 1992, ahora los nativos mexicanos vieron pasar la fecha sin mayores ofertas.
No hubo promesas específicas de nadie, y sí algunos pronunciamientos en el Congreso, donde diputados pidieron al presidente electo Vicente Fox, quien asume el 1 de diciembre, no olvidar a los indígenas.
Por la situación de hambre, miseria y violencia extrema en que se encuentran los indígenas, se puede afirmar que en México existe un «apartheid de facto» contra los nativos, sostuvo la Asamblea Nacional Indígena Plural por la Autonomía».
Las raíces del racismo, velado o evidente, que existe en México vienen desde el siglo XV, cuando la Iglesia Católica discutía si los nativos tenían o no alma, apuntan los historiadores.
«Este día 12 es como ayer, sigo sin trabajo y aquí en la calle», dijo la indígena Ojeda. (FIN/IPS/dc/mj/hd ip/00