Un partido de ultraderecha obtiene fuerte adhesión entre los votantes de lengua flamenca en Bélgica y es favorito a ganar el gobierno municipal de Amberes, la segunda ciudad del país, pese a haber sido aislado por los otros partidos.
El neofascista Vlaams Blok (Bloque Flamenco) se mantenía en ventaja en las encuestas de opinión realizadas en Amberes y demuestra tener apoyo en toda la norteña región de Flandes con vistas a las elecciones provinciales y municipales de Bélgica.
Las últimas encuestas conceden Bloque Flamenco cerca de 15,9 por ciento de la intención de voto en Flandes, donde residen 60 por ciento de los votantes inscriptos. En las elecciones parlamentarias del año pasado obtuvo 15,2 por ciento en la misma región.
El avance de ese grupo ultraderechista, que propone la fragmentación de Bélgica y la unión de Flandes con Holanda, es resistido por los partidos democráticos con el compromiso formal de mantenerlo aislado.
Filip Dewinter, líder del Bloque Flamenco, tiene la misma reputación que el austriaco Joerg Haider, cuyo Partido Liberal entró en el gobierno tras las elecciones de octubre de 1999.
Haider, que hizo campaña contra los inmigrantes y ha realizado polémicas alusiones al III Reich de Adolfo Hitler, renunció a la jefatura del Partido Liberal en mayo, luego de que la Unión Europea (UE) aplicara sanciones diplomáticas a Austria por la incorporación de ese grupo al gobierno.
Austria y Bélgica forman parte de la UE, junto con otros 13 países.
La economía de Bélgica está prosperando y el ministro de Finanzas, Didier Reynders, anunció un nuevo programa de reducción de impuestos. Pero todavía hay algunos temores, ya que nadie ha olvidado las últimas elecciones municipales, el 9 de octubre de 1994.
Ese día, conocido desde entonces por las fuerzas democráticas como el «domingo negro», el Bloque Flamenco se convirtió en el segundo partido de Amberes. Obtuvo en esa ciudad 29 por ciento de los votos y 18 de los 55 asientos del consejo municipal.
Bélgica está dividida en dos grandes regiones: Valonia, en el sur y de habla francesa, y Flandes, culturalmente vinculada a Holanda.
Además de Amberes, los baluartes del Bloque son Gante, capital cultural de Flandes, y pequeñas localidades industriales con gran número de inmigrantes, como Mechelen, Boom, Sint-Niklaas y Berigen, donde más de 65 por ciento de los votantes apoyaron al Bloque Flamenco en las elecciones de 1994.
En esas localidades, habitadas por un gran número de inmigrantes marroquíes, una de cada cinco familias vive en la pobreza y más de 30 por ciento de los jóvenes carecen de empleo.
También hay grupos ultraderechistas en Valonia, como el Frente Nacional y Agir (Acción Ahora), aunque con escaso apoyo popular.
El Bloque desarrolla una campaña xenófoba desde 1980, cuando surgió como un partido nacionalista que luchaba la independencia de Flandes. Posteriormente se pronunció por la unión de la zona con Holanda.
«Los éxitos electorales del Bloque Flamenco responden a una estrategia simple pero efectiva. El partido supo unir su discurso contra los inmigrantes con su crítica a los problemas del país», explicó el activista Dirk Haazen.
El apoyo al Bloque en Amberes «es el resultado combinado de un creciente sentimiento xenófobo de la población y la frustración de los últimos 40 años por los malos gobiernos y por la negligencia de los políticos», opinó Haazen.
Luego del «domingo negro» de 1994, los partidos democráticos de Amberes debieron unirse para cerrar el paso al Bloque Flamenco.
«Las elecciones de este domingo son la prueba más importante para el Bloque desde su fundación», afirmó Marc Swyngedouw, director del Grupo Interuniversitario de Investigación sobre Opinión Política.
Swyngedouw no cree que los ultraderechistas flamencos logren traducir su caudal electoral en verdadero poder político. «Por el momento no es probable que exista un 'escenario austríaco'», agregó.
Los principales partidos firmaron una «Carta por la Democracia», que los pone al margen de toda colaboración o alianza con el Bloque Flamenco. El régimen parlamentario y la dispersión del voto entre múltiples opciones políticas obliga a los partidos a sellar pactos y coaliciones para formar gobierno.
El ministro de Relaciones Exteriores, Louis Michel, un liberal de habla francesa, fue uno de los firmes defensores de las sanciones europeas contra Austria, e incluso aconsejó a los belgas a que no viajaran a ese país, como forma de presión.
El Bloque Flamenco, frustrado por su aislamiento político, lanzó una ofensiva contra el ala derecha del partido Flamenco Liberal Demócrata, del primer ministro Guy Verhofstadt, y contra los conservadores del opositor Partido Demócrata Cristiano.
La disputa del voto conservador llevó al Bloque a abandonar símbolos partidarios agresivos, como los guantes de boxeo y la escoba con que representaba su voluntad de realizar una «limpieza» en la política nacional.
Ahora utiliza imágenes de niños sonrientes, que invitan a los votantes a «sentirse como en casa en su propio país». A comienzos de año presentó un programa de nueve puntos en el que detalla las medidas que aplicará para limitar la inmigración.
Los analistas señalan que la amenaza extremista se debilitaría si los inmigrantes obtuvieran la nacionalidad belga o si se elimimara la obligación de votar.
Las encuestas revelaron que el apoyo a la extrema derecha es mayor entre las personas de menor educación y entre quienes declaran que no votarían si no estuvieran obligados a hacerlo. (FIN/IPS/lv/sm/rp/ff/ip hd/00