El jefe de los veddhas se queja de que el uso del dinero y medidas adoptadas por el gobierno deterioraron el estilo de vida centenario de la única comunidad indígena de Sri Lanka.
Uruwarige Wanniyala Aththo sostiene que el gobierno convirtió a sus tierras y su pueblo en un museo viviente.
Turistas curiosos contemplan al corpulento líder tribal con el pecho descubierto. Fuera de la choza donde se encuentra el jefe, algunos indígenas posan para los fotógrafos, con sus hachas al hombro o empuñando arcos y flechas. Los autobuses de los visitantes están estacionados en las afueras de la aldea de Kota Bakini.
"La vida no es la misma. El dinero ha sido la causa de todos nuestros problemas y nuestra decadencia. Hemos tenido que depender de él desde que el gobierno hizo de esto una zona protegida e impidió nuestro estilo de vida normal con la caza", se lamentó el jefe de 54 años, ataviado con un moderno sarong en lugar del taparrabos tradicional.
El pueblo veddha ya no puede cazar en la selva que una vez consideró su hogar. La tribu tiene reglas especiales para la caza.
"No había caza indiscriminada. No matábamos animales jóvenes o hembras preñadas. No abatíamos a los que estaban bebiendo agua y tampoco desperdiciábamos su carne", explicó.
Todo eso cambió para los 5.000 veddhas que viven en Kota Bakini y otras localidades selváticas en la misma región oriental de esta isla del Océano Indico. Los días cuando cazaban en la jungla, recolectaban miel y cambiaban sus productos por pulseras y sal en la tienda local quedaron atrás.
Ante la posibilidad de extinción, los veddhas prefirieron convertirse en una curiosidad para los turistas locales y extranjeros que llegan a Kota Bakini, a 25 kilómetros de la población arrocera de Mahinyangana.
"Debido a nuestra cultura nunca ahorramos para el futuro, y ahora sigue siendo igual, si bien no se puede ser así con el dinero. La mayoría de nosotros tiene deudas porque no ahora para los días lluviosos", dijo Uruwarige.
No hay escasez de guías en la tierra de los veddhas. En el comienzo del sendero selvático que conduce a Kota Bakini, decenas de niños pequeños se aglomeran en torno a los turistas y les ofrecen mostrarles la aldea a cambio de una propina.
Una vez dentro de la aldea, los niños veddhas rodean a los visitantes y les ofrecen bailar al estilo tradicional, o venderles perqueños objetos típicos tallados a mano. Los tribeños siguen recolectando miel, pero ahora se la venden a una tienda para turistas situada cerca de la aldea.
"En la época que llevábamos una vida autosuficiente con la selva como principal respaldo, teníamos el 'chena' (la técnica de cultivar, cortar y quemar). Ahora carecemos de la libertad de ir a cualquier parte y encontrar nuestros propios alimentos", dijo el jefe.
Urawarige ha viajado a menudo al exterior con la ayuda de organizaciones no gubernamentales para llamar la atención internacional acerca de los problemas del pueblo veddha.
Sus viajes, a veces con el pecho descubierto y el hacha a cuestas, comenzaron en el Año Internacional de los Pueblos Indígenas, declarado por la Organización de las Naciones Unidas.
Es hijo del jefe Tissahamy Aththo, que falleció en 1998 a los 80 años y cuyo funeral reunió a miles de personas procedentes de toda la isla.
En vida, Tissahamy resistió desesperadamente los cambios y desafió abiertamente al gobierno central que pretendía convertir los territorios de caza de los veddhas en reservas y parques nacionales protegidos.
La pintoresca vida de Tissahamy ha sido narrada por muchos autores. La aldea cuenta ahora con un museo con las posesiones terrenas del extinto líder, incluyendo el aparato auditivo que usó en los últimos años para aliviar la sordera.
Según Eugene Wickremanayake, de la facultad de medicina de la Universidad de Peradeniya, la comunidad veddha corre el peligro de extinción debido a su contacto con otras culturas.
El estudioso explicó que la existencia de la tribu fue registrada por primera vez en 1681 por el escritor inglés Robert Knox.
La cultura veddha quedó bien documentada siglos después gracias al cirujano del gobierno británico, R.L. Spittel, que trabajó en la zona de Mahinyangana cuando Sri Lanka (ex Ceylan) era todavía una colonia británica. Spittel forjó estrechos lazos de amistad con las tribus.
En los últimos años, cada vez más indígenas veddha se han casado con singaleses. Los hijos de esas parejas ahora van a la escuela, al revés de sus antepasados.
Wickremanayake dijo que algunas personas se hacen pasar por veddhas en Kota Bakini para aprovechar que la aldea se ha transformado en un lugar de visita obligado para los turistas extranjeros.
El jefe de la tribu culpó de muchas de las enfermedades que afligen actualmente a la comunidad a la pérdida de la cultura y tradicional estilo de vida de los veddhas.
"Cuando vivíamos y cazábamos en la selva, jamás nos enfermábamos porque comíamos lo que capturábamos. Cualquier enfermedad era tratada con hierbas y plantas encontradas en la selva. Nuestras mujeres daban a luz en sus casas", dijo.
Ahora muchos sufren de diabetes, presión arterial y dolores en el pecho "porque el medio ambiente se ha hecho tóxico", se lamentó el jefe veddha que, de vez en cuando, usa anteojos para leer.
Las mujeres veddhas no hablan con forasteros. Cualquier intento de abordarlas hace que corran hacia sus casas y cierren la puerta. Las mujeres ni siquiera conversan con sus iguales si sus hombres no están presentes.
La comunidad ha sido estudiada tambien por su única graduada universitaria, Tennekoon Gunawardene, que estudió en la Universidad de Colombo y ha escrito dos libros sobre su pueblo.
Gunawardene coincidió que el estilo de vida de los veddha empeoró una vez que entraron en contacto con el dinero. "Fue un gran cambio social y la comunidad no estaba mentalmente equipada para tolerarlo", dijo la profesora de 32 años. (FIN/IPS/tra-en/fs/mu/ego/aq/cr-hd/00