El presidente de Argentina, Fernando de la Rúa, intenta reafirmar y dar prioridad a su plan de reactivación económica luego de la renuncia el viernes del vicepresidente Carlos Alvarez.
Alvarez había encabezado una campaña por el esclarecimiento de denuncias de corrupción en el Senado, sin ser acompañado con énfasis por el presidente, y se le había dado escasa participación en la adopción de medidas económicas.
El vértigo desatado por la crisis política en las últimas 72 horas no permite aún avizorar con claridad cuál será la nueva hoja de ruta de la Alianza, que gobierna el país desde hace 10 meses, formada por la Unión Cívica Radical (UCR) de De la Rúa y el Frente País Solidario (FREPASO) encabezado por Alvarez.
La renuncia del vicepresidente no implica un alejamiento del FREPASO del gobierno, pero mostró los límites estrechos de un gobierno de coalición en el cual se supone que las decisiones se adopten por consenso.
Dirigentes del opositor Partido Justicialista (PJ), del ex presidente Carlos Menem, fueron quienes señalaron esos límites con menos sutileza.
El ex presidente, su hermano el senador Eduardo Menem y el diputado César Arias, todos del PJ y enfrentados en especial con Alvarez, afirmaron que el renunciante no toleró ocupar el lugar de un vicepresidente, que es sólo un «suplente» para cuando el mandatario falta por licencia o viajes.
«La Alianza mostró incapacidad de actuar como una sociedad política», señaló este sábado Eduardo van der Kooy, columnista político del diario Clarín, quien puso como ejemplos que Alvarez «toleró» ajustes en la economía que no avalaba y que De la Rúa no se involucró en las denuncias de corrupción.
De la Rúa dijo un breve discurso en la noche del viernes, considerado la jornada más crítica del gobierno, que la renuncia de su vicepresidente y principal aliado político no causó una crisis.
«Lo importante es la gente, que quiere trabajo, quiere que se reactive la economía y que vayamos para adelante», enfatizó.
Alvarez reiteró en cambio este sábado que para él «sí hay una profunda crisis moral, y una crisis económico-social» y opinó que es claro que el Gobierno priorizó atacar la segunda, convencido de que la profundización de la lucha contra la corrupción frenaría la reactivación económica.
El ex vicepresidente renunció al día siguiente de una reestructuración del gabinete realizada, según De la Rúa, para dar «eficiencia» a la gestión en materia económica, que se consideraba estancada.
En esa reestructuración se mantuvo en sus cargos a funcionarios acusados en el escándalo de corrupción, epicentro de la crisis política.
«Me sentía asfixiado y no podía convivir con esos personajes que mataron la credibilidad de la política», interesados sólo en «los aparatos, los cargos, los negocios», y para quienes «el resto, la gente, sus problemas, son una rutina que no les preocupa, que toman con displicencia», dijo Alvarez este sábado.
Los diputados de la UCR y el FREPASO aseguraron que continuarán su trabajo como un bloque, los ministros del FREPASO no renunciarán y tampoco habrá ruptura en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que ejerce la Alianza.
Si embargo, es difícil prever cómo será un escenario político con el ex vicepresidente en un lugar más cercano a la oposición que al oficialismo.
Simpatizantes de la Alianza cercanos a Alvarez consideran que quizás éste tenga ahora mayores posibilidades de denunciar lo que va en contra de sus convicciones, y de coordinar las tareas de os diputados y ministros del FREPASO, de los cuales estaba alejado.
Por otra parte, los resultados de una encuesta de la consultora Equis, difundidos este sábado, señalaron que el ex vicepresidente era el dirigente con más prestigio entre los consultados, ya que contaba con 57 por ciento de apoyo y De la Rúa con 29 por ciento.
El presidente y sus voceros intentaron durante toda la jornada del viernes convencer a la opinión pública de que lo que importa es la gente y sus problemas económicos y sociales, y «no la política por la política misma», como sostuvo exaltado el secretario de Medios de Comunicación, Darío Lopérfido.
«Tenemos que reivindicar la política como gestión para atender los problemas de la gente que está preocupada por la falta de trabajo y por el crecimiento que no llega», subrayó Lopérfido, quien dejó entrever que la lucha solitaria de Alvarez contra la corrupción en el Senado se había transformado en un obstáculo.
De todos modos, los analistas políticos se ven en dificultades para pronosticar como seguirá la historia, y casi todas sus columnas publicadas este sábado terminan con preguntas retóricas acerca del futuro.
Parece poco probable que la incertidumbre ayude a superar los problemas de la economía.
La crisis comenzó hace dos meses, cuando se conoció una denuncia de sobornos en el Senado, presidido por Alvarez, para la aprobación de una muy controvertida reforma de normas laborales. La denuncia involucró a legisladores de todos los partidos y a algunos funcionarios del gobierno.
El ex vicepresidente se colocó a la cabeza de los esfuerzos para esclarecer el caso, y logró que la justicia federal comenzara a investigar a casi una docena de senadores, pero De la Rúa no pareció convencido de la conveniencia de acompañar esos esfuerzos.
Alvarez se refirió a la actitud del presidente al presentar su renuncia, y sostuvo que no se puede remitir el escándalo de los sobornos a la justicia sin sumir su carácter político, sobre todo porque la justicia también está bajo sospecha y el juez a cargo de la causa fue denunciado por enriquecimiento ilícito.
El ex vicepresidente estaba convencido de que era necesario que el gobierno se desprendiera de los funcionarios sospechosos y había reiterado el pedido de que renunciaran los integrantes del Senado que ocupan los cargos más altos en esa Cámara.
La ratificación en el gabinete de los sospechosos fue el detonante de la crisis, pero algunos comentaristas aseguraron este sábado que en verdad la renuncia fue el corolario de una serie de desencuentros, no personales sino políticos, entre ambos líderes de la coalición. (FIN/IPS/mv/mp/ip/00