AMBIENTE-CHILE: Pacto social contra contaminación

La población de la capital de Chile responsabiliza cada vez más al Estado por la contaminación atmosférica y a la vez aparece poco dispuesta a cambiar sus conductas para contribuir a mejorar la calidad del aire, advirtió la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Chantal Nicod y Michiko Iizuka, autoras del informe de la Cepal al cual tuvo acceso IPS, señalan que es necesario elaborar un nuevo pacto social ciudadano que restaure la confianza entre ambos actores, como una de las condiciones fundamentales para descontaminar esta metrópoli de 5,4 millones de habitantes.

Nicod e Iizuka son consultoras de la División de Medio Ambiente y Asentamientos Humanos de Cepal, agencia regional de la Organización de las Naciones Unidas con sede en Santiago, que lleva a cabo el proyecto Conciencia Ciudadana y Contaminación Atmosférica en América Latina, con apoyo del gobierno de Japón.

El informe emitido este mes por las dos expertas representa tal vez el estudio más completo realizado hasta la fecha sobre la contaminación de Santiago, sobre la base de antecedentes geográficos, demográficos, económicos, sociales y ambientales.

Nicod e Iizuka analizan además la institucionalidad creada sobre todo a partir de 1990 para enfrentar la contaminación atmosférica en Santiago y las características y resultados de las políticas públicas de gestión de la calidad del aire.

Las expertas incluyen como elemento fundamental de su informe a la ciudadanía, su percepción de la importancia del problema, sus grados de conciencia y comportamientos, como así mismo su evaluación de las políticas públicas y del papel del Estado en esta materia.

El estudio profundizó igualmente en los grados de participación de la ciudadanía como protagonista activa de los esfuerzos de descontaminación y estableció relaciones entre conciencia ambiental y variables socioeconómicas dentro de la población.

El área metropolitana de Santiago, conformada por 36 municipios o comunas, constituye una de las urbes más contaminadas de América Latina, con niveles de mala calidad del aire comparables a los de México y Sao Paulo, ciudades en las que Cepal lleva a cabo el mismo proyecto.

De acuerdo a los antecedentes técnicos recopilados por Nicod e Iizuka, las políticas públicas puestas en marcha en la última década lograron desacelerar el proceso de contaminación endémica que sufre Santiago.

Aún en grados relativos, la calidad del aire ha mejorado, gracias a diversas medidas de control y disminución de las emanaciones de contaminantes, tanto de fuentes fijas como móviles, en los frentes del transporte, la industria y la vialidad, fundamentalmente.

Se advierten también progresos en la introducción de tecnologías preventivas de episodios climáticos que aumentan el impacto de la contaminación, lo cual permite anticipar los episodios de crisis y adoptar medidas preventivas en resguardo de la población.

No obstante estos avances, «la percepción ciudadana es que el problema (de la contaminación ambiental) ha empeorado y no existe clara conciencia sobre la necesidad de cambiar hábitos personales para contribuir a su mejoría», indica Cepal.

Esta falta de conciencia, de acuerdo al informe, se expresa en la tendencia cada vez mayor a responsabilizar casi exclusivamente al Estado del combate a la contaminación, en lugar de que el conjunto de los actores asuman sus derechos y obligaciones.

Urge un cambio en las conductas individuales y colectivas, a partir de una conciencia ciudadana, cuyo nivel dependerá en última instancia de la importancia real que los habitantes de Santiago otorgan a la contaminación.

Del análisis de un conjunto de estudios y sondeos de opinión, las expertas concluyeron que la preocupación de los ciudadanos es coyuntural y varía con los niveles de contaminación existentes y la difusión que éstos alcanzan en el momento de las encuestas.

Los sondeos realizados en invierno, cuando el deterioro de la calidad del aire es mayor, recogen también un grado alto de inquietud por el tema, que disminuye progresivamente hacia los meses de verano, cuando desaparecen los episodios críticos de contaminación.

Una segunda conclusión indica que el tema de la contaminación atmosférica no es prioritario para los santiaguinos, que anteponen a él los problemas de la salud, la pobreza, la seguridad ciudadana y la delincuencia.

Existe conciencia de que la contaminación está presente en la vida cotidiana de Santiago, de acuerdo a las encuestas, pero ello no se traduce en cambios reales de comportamiento.

La mayor fuente de contaminantes son los vehículos automotores. Un sondeo de opinión estableció que 71 por ciento de los habitantes dice estar dispuesto a usar el transporte público, pero sólo 61 por ciento lo hace.

El conocimiento de la ciudadanía sobre la institucionalidad ambiental es «muy limitado», de acuerdo al informe de Cepal. Sólo 16 por ciento sabe que la Comisión Nacional del Medio Ambiente es la responsable de la gestión en este ámbito y 66 por ciento no sabe si existe una entidad pública encargada del tema.

La población de Santiago considera que el Estado da hoy mayor importancia a la contaminación, pero al mismo tiempo cuestiona la capacidad técnica del gobierno para solucionar el problema.

No obstante lo anterior, los habitantes de la capital de Chile «creen cada vez más que la responsabilidad de la gestión ambiental incumbe sólo al Estado y no al conjunto de los ciudadanos», y de ahí su resistencia a involucrarse en las medidas de descontaminación.

Es probable que los ciudadanos «no carezcan de interés por participar, sino que las modalidades de participación no parecen ser las adecuadas frente a la falta de credibilidad del Estado ante la población», lo cual fundamenta la propuesta de un nuevo pacto social que revierta esta visión. (FIN/IPS/ggr/ag/en/00

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