Mari Nona toma todas las tardes una almohada y sábanas de su hogar en esta aldea del noreste de Sri Lanka y se dirige a otra para pasar la noche, por temor a los separatistas Tigres para la Liberación de la Patria Tamil.
Así lo ha hecho durante más de 10 años, pues Dewalugodalle, rodeada de una densa jungla, está cerca de la zona donde los separatistas combaten a diario contra las tropas del gobierno.
«Alrededor de las cinco o seis de la tarde, dejamos nuestro hogar y nos vamos a dormir a una aldea que se encuentra a unos cuatro kilómetros, para volver a la mañana siguiente. Así es nuestra vida», contó Nona, de 37 años.
Esta mujer pertenece a la comunidad cingalesa, la mayoritaria en este país de 19 millones de habitantes, y es una de las miles de personas que son desplazadas de sus hogares por los separatistas del norte y el este, donde predomina la etnia tamil.
Los Tigres luchan hace 17 años por el establecimiento de una estado independiente para la minoría tamil en el norte y este de esta nación del océano Indico, y afirman sufrir discriminación a manos de la mayoría cingalesa. La guerra civil ocasionó hasta ahora 17.000 muertes.
La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en Colombo estimó que unas 800.000 personas, 600.000 de las cuales son mujeres y niños, debieron abandonar sus hogares por la violencia étnica.
La aldea de Dewalugodalle, cuyos habitantes se dedican al cultivo de arroz, se encuentra en una zona considerada tierra de nadie, pues es controlada por el gobierno de día pero es acechada por los rebeldes en las noches.
Nona trabajó como mucama en Arabia Saudita en dos oportunidades, pero regresó para estar con su familia.»¿Cómo podía estar lejos de mi familia, que estaba sufriendo?», preguntó, recostada contra la puerta de su casa.
Los aldeanos que poseen televisiores, equipos de música y ventiladores eléctricos, objetos caros en Sri Lanka y difíciles de hallar en esta región, se ven obligados a abandonarlos por las noches.
La mayoría de los hombres y mujeres trabajan como peones en campos de arroz pertenecientes a personas de otras localidades. «Necesitamos el trabajo y el dinero, así que no podemos abandonar por completo el lugar e instalarnos en otra aldea», explicó Damaris Wijepala, otra residente.
Sin embargo, la mayoría de los habitantes huyeron y hoy sólo quedan 20 de las 150 familias que vivían aquí hace dos décadas.
Los Tigres ya efectuaron dos ataques contra Dewalugodalle, el primero contra un puesto policial cercano. Dos hombres y cuatro niños de la aldea fueron alcanzados por los disparos.
El segundo ataque ocurrió hace dos meses, cuando secuestraron a un hombre que se había quedado en su hogar por la noche. Su cadáver fue hallado en un pequeño arroyo al día siguiente.
Son pocos los residentes que pasan la noche en la aldea. Los que se animan están armados. El ejército instaló hace pocos meses una base con 15 soldados, pero sólo protegen el poblado durante el día. De noche, mandan los guerrilleros.
«Nosotros le permitimos a los aldeanos trabajar en los campos sólo hasta las cinco de la tarde, por su propia seguridad», explicó una autoridad militar.
El puesto militar se encuentra en una casa cuyas paredes están llenas de orificios de bala, cerca de un puente que desemboca en un templo budista abandonado. Antes acudían al lugar devotos hasta de Colombo. Ahora, pocos metros antes, un cartel alerta: «Prohibido avanzar».
La única escuela en Dewalugodalle tiene menos de 50 alumnos, que por lo general se dedican a jugar fuera de los salones de clase ya que no hay maestros suficientes para atenderlos ni material educativo.
«No tenemos maestros calificados, sino sólo algunos jóvenes voluntarios de la aldea», explicó Wijepala.
«Cualquier ruido asusta a los habitantes. Los niños son los que sufren más. Imaginan tiroteos y explosiones con cualquier sonido, lo cual demuestra un gran trauma psicológico», afirma un estudio realizado por la no gubernamental Comisión sobre Aldeas Limítrofes dedicado a poblados como Dewalugodalle.
«La guerra les provocó síntomas que deben ser corregidos de inmediato. De otra manera, el impacto en estas personas será devastador», advierte el informe, que recomienda al gobierno implementar políticas sugeridas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre niños en conflictos armados. (END/IPS/ap-hd/fs/mu/rp/mj/hd pr/00