Cientos de miles de personas mueren de enfermedades de fácil prevención en países en guerra debido al colapso de los programas de salud pública, ocasionado por la falta de ayuda de la comunidad internacional.
Por ejemplo, los afganos siguen muriendo de enfermedades que pueden prevenirse porque la comunidad internacional no respondió adecuadamente al llamado de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que urgió a financiar programas de salud en ese país asolado por la guerra civil.
La OMS lanzó su apelación hace ya ocho meses, pero obtuvo "menos de uno por ciento de los 2,8 millones de dólares cruciales para prevenir el inexorable declive del estado de salud de la población afgana", afirmó el organismo de las Naciones Unidas.
Por lo tanto, las muertes evitables siguen ocurriendo, lamentó Hilary Bower, funcionaria del Departamento de Emergencia y Acción Humanitaria de la OMS.
Agregó que 17 de cada 1.000 mujeres afganas que dan a luz a un bebé vivo "perecen porque no pueden acceder a simples condiciones de un parto seguro".
Además, el debilitado sistema de salud en Afganistán debe hacer frente a nuevas enfermedades, como la aparición del síndrome de fiebre hemorrágica aguda, una infección viral transmitida por las garrapatas.
El síndrome ya causó la muerte de 16 personas desde que fue detectado en mayo último. Sus síntomas incluyen fiebre repentina, vértigo y sangrado de las encías.
Lo que preocupa a la OMS es que la situación crítica de Afganistán es compartida por otras naciones devastadas por la guerra, como Burundi, República del Congo, Uganda, Sudán, Somalia, Liberia y Sierra Leona.
"Menos de cuatro por ciento del dinero pedido por la OMS para asistencia humanitaria en Africa ha sido concedido", reveló Bower, y, mundialmente, los donantes proporcionaron "menos de un cuarto" de lo solicitado para sostener los sistemas de salud en países afectados por conflictos.
Pero esas cifras no implican una "fatiga de la ayuda" de la comunidad de donantes internacionales, señaló Gerald Martone, director de respuesta de emergencia del Comité Internacional de Rescate (CIR), una organización no gubernamental con sede en Estados Unidos.
"De hecho, los fondos para emergencias aumentaron durante los años 90 y alcanzaron un nivel máximo de 5.700 millones de dólares en 1994", apuntó. Luego siguió una disminución y un nuevo ascenso en 1998, llegando a 4.500 millones.
Lo que sucede es que los fondos no siempre se dirigen hacia las áreas de mayor necesidad, porque "hay ciertas crisis que parecen provocar mayor compasión y reacción que otras", explicó Martone.
Por ejemplo, los conflictos de los Balcanes tuvieron "una respuesta muy superior a crisis iguales o de mayor magnitud ocurridas en Asia o Africa", comentó.
Además, si bien los donantes internacionales comprometen fondos, el flujo de dinero a ciertos sectores muchas veces no es suficiente para afrontar situaciones de emergencia.
Según Bower, los sistemas de salud en países asolados por guerras a menudo figuran entre los sectores más desatendidos. Los donantes deben ser exhortados a financiar "acciones preventivas para evitar consecuencias sanitarias de emergencia catastróficas y situaciones conflictivas"
La funcionaria atribuyó esa tendencia al "descreimiento" entre los donantes sobre que esas intervenciones sanitarias puedan hacer una diferencia.
Como resultado, observó, "vemos gente que ha sobrevivido a guerras, desplazamientos, sequías y escasez de alimentos, y ahora corre riesgo de vida por enfermedades que podrían, en muchos casos, ser prevenidas con intervenciones sanitarias básicas".
Ese punto de vista ha sido impulsado por un informe del CIR difundido este año, el cual señaló que el deterioro del sistema de salud en una zona de conflicto a menudo causa más muertes que las bajas por consecuencia directa de las hostilidades.
El informe, que estudió la mortalidad en áreas afectadas por la guerra en la República Democrática del Congo, observa que desde agosto de 1998 "hubo al menos 1,7 millones de muertes más en áreas afectadas por la guerra que las 600.000 previsibles en circunstancias normales".
Pero de esas 1,7 millones de muertes adicionales, solo 200.000 fueron causadas por actos de violencia directos. La mayoría de las víctimas restantes pereció por el colapso de la infraestructura de salud en la región, así como de los servicios sanitarios y de nutrición, sostiene el informe.
La mayoría de los centros de salud, que no tienen medicamentos ni tampoco servicios materno-infantiles, "son absolutamente inadecuados; los programas de vacunación han cesado y muchos médicos debieron escapar", agrega el documento.
Ese derrumbe de los sistemas de salud de naciones africanas conduce a "la irrefrenable propagación de enfermedades como la malaria, diarreas agudas e infecciones respiratorias, con alta mortandad".
Para Reynold Levy, presidente del CIR, "la pérdida de vidas en Congo ha sido abrumadora".
Otro informe de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja también expresó alarma sobre las consecuencias de la financiación inadecuada de los sistemas de salud en países en desarrollo.
"Debido al deterioro de los sistemas de salud pública, enfermedades que antes estaban controladas ahora han reaparecido", señala el "Informe Mundial sobre Desastres".
"Desafortunadamente, las enfermedades infecciosas crean desastres que a menudo transcurren sin que se los reconozca ni se informe sobre ellos", lamentaron la Cruz Roja y la Media Luna Roja, en referencia a la escalada de malaria, tuberculosis, afecciones respiratorias, diarrea y sífilis.
Según el informe, la mortalidad por enfermedades infecciosas en 1999 "fue 160 veces más alta" que la mortandad por desastres naturales, como los terremotos en Turquía, las inundaciones en Venezuela y los ciclones en India.
Esta desalentadora tendencia debe revertirse mediante una consolidación de los sistemas de salud con una financiación adecuada, exhorta el estudio.
"Sería negligente por parte de los donantes no hacer posible ni siquiera esas intervenciones elementales", concordó Martone. (FIN/IPS/tra-en/mmm/da/ego-mlm/he-dv/00