Las dificultades del Mercado Común del Sur (Mercosur) para incorporar el azúcar a su régimen de libre comercio surgen de problemas de los países miembro, como el crecimiento de la pobreza en Argentina y el déficit energético en Brasil.
La decisión de definir en este semestre un programa para acabar con la exclusión del azúcar, que se debe a la clara diferencia de precios favorable a Brasil, coincide con un momento particularmente desfavorable.
Con un índice de desempleo de 14,5 por ciento y la pobreza en aumento hace varios años, Argentina no puede admitir la pérdida de empleos en su área azucarera del norte, la más pobre del país, que presenta una prolongada crisis social.
El incremento del desempleo en las provincias de Tucumán y Jujuy sería inevitable si el gobierno argentino abatiera los aranceles aduaneros que gravan el azúcar brasileño, de costo menor.
Por su parte, Paraguay y Uruguay imponen precios mínimos para el ingreso de azúcar refinado.
Brasil considera fuera de discusión su programa de adición de alcohol a la gasolina, que Argentina exige suprimir como condición para aceptar la libre competencia en el sector azucarero.
Argentina cree que el programa de alcohol de caña de azúcar del gobierno brasileño constituye una forma de subsidio a la economía azucarera, que distorsiona las condiciones de competencia en el Mercosur.
La exigencia argentina no sería aceptada por Brasil en ningún caso, y menos aún en la coyuntura actual, cuando el alto precio internacional del petróleo castiga su balanza comercial.
Brasil, que importa cerca de 30 por ciento del petróleo que consume, calcula en 2.200 millones de dólares el gasto adicional al que lo obliga este año la subida de los precios.
El costo de la importación de petróleo fue en 1999 de 4.300 millones de dólares y este año aumentará a 6.500 millones de dólares, señaló la secretaria de Comercio Exterior, Lytha Spíndola.
Tales circunstancias alejan más aún al Mercosur de un acuerdo para incorporar el azúcar a su sistema de libre comercio.
El grupo especial que discute el caso del azúcar «avanzó» el lunes y el martes hacia coincidencias en cuatro puntos, según el negociador brasileño, el diplomático Ruy Carlos Pereira.
Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay están de acuerdo en que será necesario un período de transición y que paralelamente a la desgravación gradual del producto deberán eliminarse políticas públicas que afectan la libre competencia.
Todos aceptan también que el azúcar adquirido fuera del área del Mercosur seguirá pagando un arancel superior al practicado en el comercio intrabloque.
Pero mientras Argentina pretende una etapa de transición de 10 años y Paraguay de 20, Brasil sostiene que debe limitarse a un año, el próximo.
La propuesta brasileña contempla la reducción en tres tramos de los aranceles que sus socios imponen actualmente a la importación de azúcar. Las tres reducciones deberían concretarse en 2001, de tal manera que las importaciones de azúcar sean plenamente liberadas al comenzar 2002.
Argentina aplica un arancel de 18 por ciento sobre el precio de importación, con un gravamen adicional que varía proporcionalmente según las cotizaciones internacionales.
Paraguay y Argentina desean postergar el comienzo del desarme arancelario hasta 2013 y 2005, respectivamente, para completarlo en 2020 o 2013, según cada caso. En cuanto a Uruguay, no fijó plazo, pero reclama una eliminación simultánea de los incentivos fiscales que favorecen a los productores brasileños.
Sus socios exigen a Brasil el fin de políticas públicas, como el apoyo a la producción de caña para mantener el programa de alcohol carburante, que favorece indirectamente al azúcar, y de los subsidios a las áreas cañeras menos productivas que el estado de Sao Paulo, como el nordeste.
Otro ejemplo de subsidio es el que se concede al transporte al sureste del alcohol producido en estados centro orientales. Pero se trata de un apoyo de eliminación ya prevista para 2004, explicó el negociador brasileño Pereira.
Las exigencias de Argentina relativas al programa de alcohol carburante de Brasil excluyen el acuerdo, si son mantenidas.
Ese programa nació hace 25 años, tras la primera crisis internacional del petróleo, con el objetivo de reducir la dependencia brasileña de la importación de hidrocarburos.
Gran parte de los vehículos que se fabrican en el país fueron adaptados al alcohol carburante, que también es agregado a la gasolina en una proporción que llega ahora a 22 por ciento.
Razones ambientales justifican hoy la medida, ya que el alcohol sustituye ingredientes como el plomo, factor de alta contaminación.
El gobierno brasileño no está dispuesto a renunciar a ese programa, que reduce sus necesidades de importación de petróleo. La caña de azúcar tiende a aumentar su importancia energética por sobre su uso como alimento, no sólo por el costo del petróleo sino por la creciente demanda de electricidad.
Brasil inició en junio la importación de energía eléctrica de Argentina y deberá incrementarla en los próximos años. También compra electricidad a Venezuela y Bolivia y gas natural boliviano para sus centrales termoeléctricas.
El bagazo de caña, residuo de la producción de azúcar y alcohol, puede contribuir a la generación de 20 por ciento de la electricidad consumida en el país, destacó Eduardo Pereira de Carvalho, presidente de la Unión de la Agroindustria Cañera de Sao Paulo, la principal organización empresarial del sector. (FIN/IPS/mo/ff/if ip/00