Líbano se enorgullece de ser la única democracia verdadera de Medio Oriente, pero la influencia de Siria y de los grandes capitales en la política de este país arroja dudas sobre esa condición.
El resultado de las elecciones parlamentarias del domingo 3, anunciado esta semana, revela que la política libanesa continúa dominada por Siria, que ha jugado un papel decisivo en los asuntos de este país en la última década mediante un "acuerdo de cooperación".
Cuando el parlamento de 128 escaños reanude sus sesiones el 17 de octubre, tendrá 48 nuevos miembros, en su mayoría ricos empresarios.
El multimillonario Rafik Hariri, quien será el nuevo primer ministro, sacó del ruedo con su victoria electoral a dos políticos veteranos: el primer ministro saliente Selim Hoss y el legislador Tamam Salam, procedente de una familia aristocrática de Beirut e hijo de un ex primer ministro.
Hariri ya había sido jefe de gobierno entre los años 1992 y 1998.
Aunque algunos deploran la desaparición de la clase tradicional de políticos libaneses, otros consideran que el cambio favorece a la democracia, por alejarse del sistema "familiar".
Sin embargo, observadores políticos cuestionan el beneficio de la sustitución de políticos tradicionales por empresarios millonarios.
Farid el Jazen, profesor de política de la Universidad Americana de Beirut, criticó lo que calificó como "un hecho meramente administrativo" y lamentó que ningún candidato haya presentado un programa político ni económico.
"Antes de la guerra civil (1975-1990) había izquierdistas y derechistas, panarabistas, nasseristas, y si había comicios parlamentarios o presidenciales, toda la campaña se concentraba en esas divisiones", comentó Jazen.
En cambio, en las últimas elecciones, los candidatos utilizaron consignas de sentido muy amplio que permitieran diferentes interpretaciones luego de las elecciones, señaló.
La política exterior también estuvo ausente de los discursos de campaña, excepto por los llamados a mejorar las relaciones con Siria.
La opción fue difícil para la mayoría de los votantes, porque los candidatos no dejaron claros sus programas. Como resultado, muchos libaneses votaron al político que menos les disgustaba.
"No quería votar por nadie del actual gobierno ni por un independiente cuyas ideas desconozco, por eso opté por un legislador que al menos es honesto", declaró Michel Yazbeck, de Monte Líbano.
"Yo voté por Hariri porque hará regresar a los inversionistas a Beirut y recuperará la economía", manifestó Mohsen Jalil, un comerciante musulmán de Beirut.
Pero Jalil no sabe qué políticas planea aplicar Hariri. Solo recuerda que la economía estaba mejor cuando él era primer ministro.
Por lo tanto, razonó, si Hariri regresa, las cosas mejorarán nuevamente.
En cuanto a que Hariri haya sido responsable por la creación de una deuda pública nacional de 20.000 millones de dólares, Jalil opinó que solo se trata de propaganda en su contra.
Se prevé que la deuda aumentará para fin de año a 24.000 millones de dólares, equivalentes a 140 por ciento del producto interno bruto.
Sami Joury, un estudiante cristiano de Beirut, votó por el legislador saliente Tamam Salam porque a su familia "le gusta seguir la tradición", declaró.
Los votantes del sur manifestaron su desaprobación mediante una baja concurrencia a las urnas.
"Estamos en contra de esta coalición (formada por Hariri), porque elimina toda posibilidad de victoria de los candidatos independientes", expresó Mustafá Fadel, un empresario de la localidad sureña de Nabatiyeh.
Durante su gobierno anterior, Hariri se concentró en la reconstrucción de este país devastado por la guerra e impulsó las obras de construcción sin prestar atención a las políticas sociales.
El millonario político apostó todo al proceso de paz en Medio Oriente, pero para 1996 ya era claro que la paz no llegaría pronto, y los nuevos hoteles, edificios y aeropuerto de Líbano tendrían que seguir esperando a los turistas extranjeros.
Ninguno de los candidatos explicó durante la campaña cómo resolvería la crisis económica.
Varios, en cambio, reclamaron relaciones equitativas entre Siria y Líbano, entre ellos Nassib Lahoud, un primo lejano del actual presidente Emile Lahoud.
Figuras como Lahoud pudieron obtener escaños porque no representan una amenaza real para la dominación siria en la política libanesa, afirmaron analistas.
Siria ha tenido un papel determinante en la política libanesa desde el fin de la guerra civil, en 1990. Unos 35.000 soldados sirios permanecen estacionados en territorio libanés.
Damasco también jugó un papel importante en los últimos comicios gracias a una ley electoral aprobada este año.
La nueva ley dividió a Líbano en distritos electorales de manera desigual con la finalidad de debilitar a ciertos candidatos frente a otros favorecidos por Siria o por el gobierno.
Paradojalmente, la división distrital de Beirut estaba destinada a reducir las probabilidades electorales de Hariri, quien junto a sus aliados acaparó los 19 escaños correspondientes a la capital.
Hizbollah, el partido fundamentalista islámico que encabezó la lucha armada por la expulsión de Israel del sur de Líbano, no logró capitalizar electoralmente el retiro de las fuerzas israelíes este año.
Hizbollah forjó una alianza con su partido rival Amal para beneficio del líder de este último, el presidente del parlamento Nabih Berri, considerado el lugarteniente de Siria.
Esta alianza dejó a Hizbollah con apenas 12 escaños, frente a nueve desde las elecciones de 1996.
"Nos sentimos limitados por las leyes y creemos que el sistema electoral de Líbano no es democrático", expresó Mohammed Raad, parlamentario de Hizbollah.
Sin embargo, los analistas creen que las elecciones libanesas son lo más parecido a la democracia en Medio Oriente, donde los regímenes autoritarios son la norma.
Los últimos comicios fueron más transparentes que los de 1992 y 1996, en especial en lo referente al proceso de votación, y casi no se denunciaron fraudes.
Musulmanes y cristianos tienen una relación de uno a uno en el parlamento. En cada distrito, los votantes eligen representantes según la distribución sectaria de sus zonas.
En el sur, por ejemplo, los votantes deben elegir a 14 musulmanes chiítas, dos sunitas, uno druzo y cinco cristianos. (FIN/IPS/tra-en/kg/mu/mlm/ip/00