El Mercosur debe recuperar credibilidad, impulsar una agenda de cooperación entre sus miembros, mejorar la calidad de su liderazgo y reducir la brecha entre los compromisos asumidos y su implementación efectiva.
Esas fueron algunas conclusiones de la reunión "Mercosur: el desafío posible y necesario", celebrada el jueves en Buenos Aires ante unas 3.000 personas a instancias de la privada Fundación Osde y con participación de académicos de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay.
Los expositores coincidieron en que el Mercosur (Mercado Común del Sur) vive un período crítico y plantearon diversos escenarios de recuperación en los que el desempeño macroeconómico de Argentina y Brasil resulta clave para la marcha de un proyecto de integración del que también participan Paraguay y Uruguay.
El Mercosur deberá demostrar en el corto plazo que está capacitado para cumplir con la "ambiciosa" agenda de su última cumbre, celebrada en junio, señaló Pedro da Motta Veiga, director de la Sociedad Brasileña para el Estudio de las Empresas Transnacionales y la Globalización Económica, señaló que
Motta Veiga consideró que el desafío de los próximos años será la "institucionalización" del bloque, pero entendida no tanto como la creación de instituciones en el sentido estricto sino como "el cumplimiento efectivo de los compromisos asumidos y la internalización de los acuerdos".
Para el economista argentino Roberto Bouzas, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, el Mercosur debe recuperar credibilidad a través del cumplimiento de los acuerdos, pero para ello, consideró necesario definir políticamente cómo encarar una serie de problemas.
Uno de esos problemas consiste en que los caminos de la integración se bifurcaron, y hoy, la marcha de Argentina y Brasil es menos convergente que en la primera mitad de los años 90.
Así mismo, la nueva agenda subregional es "mucho más conflictiva y menos cooperativa", advirtió.
Bouzas distinguió tres períodos en la constitución del Mercosur. El primero, entre 1991 y 1995, fue de aumento del intercambio comercial, con avances en el cumplimiento de los pactos -principalmente la eliminación automática de aranceles- y con una gestión cooperativa, de tolerancia.
Luego, entre 1995 y 1998, Argentina y Brasil, que hasta ese momento mantenían un alto grado de convergencia en cuanto a la apertura comercial y la idea del mercado como eje central del desarrollo, comenzaron a distanciarse.
La agenda se complicó en ese segundo período, porque los temas pendientes son más complejos y oscuros. "Se vuelve difícil incluso ponerse de acuerdo en el contenido de esa agenda", subrayó Bouzas.
El entorno económico, lejos de contribuir a retomar la senda de la integración, se sumó al conflicto. La crisis financiera de México, en 1994 y 1995, en el sudeste asiático, a partir de 1997 y en Rusia, en 1998, tuvieron fuete impacto en el bloque. Aún asi, la gestión siguió siendo cooperativa, dijo el economista.
Pero comenzó entonces una tercera etapa, en la que el comercio intrarregional se estancó, la brecha entre los compromisos y su cumplimiento efectivo aumentó y las diferencias se manejaron de modo conflictiva, con un alto grado de politización.
Bouzas señaló que se debe recuperar el sendero estratégico del Mercosur, "reencontrar la utopía". También se debe despolitizar el conflicto, avanzar en los temas en que es más fácil el acuerdo y mejorar la calidad del liderazgo que presenta Brasil.
"El Mercosur necesita más política y menos retórica, más liderazgo oficial y menos amenazas de retorsión, más presencia ofensiva del sector privado y menos defensiva. En definitiva, el problema del bloque hoy no es tanto técnico sino político", advirtió.
Motta Veiga admitió que prevalecen los conflictos, no se considera con optimismo la recuperación de la agenda de la última cumbre, relativa al relanzamiento del Mercosur, y que el bloque parece ganado por el día a día de los problemas sectoriales, como el azúcar o los automóviles.
Brasil exige a Argentina el desarme arancelario del sector azucarero, pero Buenos Aires lo condiciona a la eliminación de los subsidios que, según asegura, tiene la producción brasileña.
Así mismo, los dos socios lograron acuerdo para el intercambio bilateral de automóviles, aunque Brasil objeta la interpreción que el gobierno argentino ha hecho de ese convenio.
En Brasil coexisten varias percepciones del Mercosur, todas atravesadas por la idea de un bloque adaptado a la política exterior nacional, que se orienta a disputar a Estados Unidos el liderazgo en América del Sur, observó Motta Veiga.
Esas visiones condicionan la marcha del bloque. "La funcionalidad del Mercosur es evaluada a la luz de su contribución para aumentar el poder de negociación brasileño ante Estados Unidos", reconoció.
Uno de esos enfoques, el de "Brasil como potencia regional", es especialmente conflictivo ante Argentina en el terreno comercial y condiciona la autonomía argentina en materia de política exterior.
Otro, que prevalece en la Presidencia y en la cancillería de Brasil, observa al Mercosur como una alianza estratégica. Comparte con el primer enfoque el propósito de competir con Estados Unidos, pero permite avanzar en el desarrollo del Mercosur como herramienta de negociación.
Esta postura de Brasil generó preocupación en el economista chileno Patricio Meller, de la Corporación de Investigaciones Económicas para Latinoamerica. A su juicio, para que el Mercosur recupere credibilidad no sólo hay que aumentar el comercio y las exportaciones.
Meller se manifestó partidario de eliminar las restricciones no arancelarias, advirtió la necesidad de discutir sin temor las diferencias de los regímenes cambiarios de Argentina y Brasil, y planteó otro tema sensible: el compromiso de Brasil con el librecambio y la apertura comercial.
El economista chileno se manifestó preocupado por la idea brasileña de que el Mercosur sea una herramienta para conseguir una ubicación nacional ante Estados Unidos, y no un instrumento para aumentar la competitividad externa del Cono Sur de América.
También discrepó del economista uruguayo José Manuel Quijano, quien dijo que el modelo de desarrollo del Mercosur debía superar la etapa de exportación de recursos naturales y pasar a la industrialización, un comentario que pareció contrario a ideas expuestas por el chileno.
Meller había destacado las bondades del modelo de desarrollo de Chile, que logró multiplicar las exportaciones en los últimos 30 años, colocando productos diversos en más de 130 países, y tácitamente recomendó esa estrategia para todo el bloque, al que ese país se quiere sumar.
Chile es socio comercial del Mercosur, pero Meller indicó que hay un mutuo interés de que se sume como miembro pleno. Para Chile, la ventaja principal sería el acceso a un gran mercado, y para el bloque, ganar un nuevo integrante que aportaría su buen desempeño económico y una salida al océano Pacífico.
Meller dijo que si la intención de Brasil es competir con Estados Unidos, sería mejor buscar un liderazgo menos comprometido con intereses nacionales y más con los intereses corporativos del bloque.
En cuanto a la recomendación de Meller de que Argentina y Brasil busquen armonizar sus regímenes cambiarios antes que otras variables macroeconómicas, Bouzás replicó que los dos países no están dispuestos a discutir ese tema en el corto plazo.
Brasil adoptó en enero de 1999 el régimen de flotación cambiaria, mientras que Argentina mantiene el cambio fijo desde 1991. (FIN/IPS/mv/ff/ip if/00