/Integración y Desarrollo/ AMERICA DEL SUR: La geografía dicta modalidades de integración

La geografía, cuyas barreras naturales separaban a los países de América del Sur, «ya no puede ser considerada un obstáculo, sino una oportunidad», según el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias.

La integración física, política y económica, anunciada por los 12 presidentes de América del Sur el viernes 1 en Brasilia, contempla la ampliación y modernización de la infraestructura trasnfronteriza en transportes, energía y comunicaciones como factor de desarrollo conjunto.

En los años 90 resurgió la integración latinoamericana y caribeña, con «más de 20 nuevas iniciativas» y protagonismo central de los sudamericanos, destacó Iglesias.

El hecho dio origen a un «agudo crecimiento» del comercio y flujos de inversiones intraregionales, destacó el funcionario internacional en su ponencia durante la reunión de presidentes sudamericanos en la capital brasileña.

Con eso aumentó la demanda de infraestructura, cuya insuficiencia es un «cuello de botella» para la integración, al igual que los sistemas regulatorios que, por ejemplo, dificultan el paso por las fronteras.

Las demoras fronterizas en el transporte de camiones sudamericano cuesta 350 millones de dólares al año, estimó el BID.

Un Plan de Acción para la Integración de Infraestructura Regional, cuyas orientaciones fueron presentados por el BID, deberá concretarse con la identificación de proyectos prioritarios para los próximos 10 años, en reuniones ministeriales cuyo inicio está fijado para este año en Montevideo.

Entre ejemplos apuntados como ejes de desarrollo e integración figuran los gasoductos por los que Brasil importa gas de Bolivia y Argentina, la carretera y la línea de transmisión eléctrica entre Venezuela y el norte brasileño, los corredores intermodales de transporte entre el Atlántico y el Pacífico.

Ampliar los proyectos existentes y poner en marcha muchos otros necesarios para la integración física de América del Sur exigirán inversiones abultadas. Más de 150.000 o 200.000 millones de dólares fueron algunas cifras mencionadas para ese «horizonte de 10 años».

Un plan coherente y sustentable demandará una magnitud de financiamiento tal que hace preocupantes algunas limitaciones con las que se enfrenta América del Sur, observó Enrique García, presidente de la Corporación Andina de Fomento (CAF).

A la escasa capacidad de ahorro interno, agravada por ajustes fiscales requeridos por la vulnerabilidad externa y sistemas financieros poco desarrollados, se suman dificultades de la mayoría de los países en tener acceso a capitales externos en condiciones adecuadas de plazo y costo, explicó.

El presidente del BID, en una evaluación más favorable, señaló el gran interés de los mercados de capitales para financiar las nuevas oportunidades en Sudamérica, al contrario de los primeros años 90, cuando sus proyectos de infraestructura afrontaban gran rechazo entre inversionistas.

A eso contribuyó la privatización de gran parte del sector. América Latina es donde más se avanzó en la inversión privada en infraestructura, destacó Iglesias.

Pero ese proceso se debió principalmente a la adquisición de activos ya existentes. Ahora se trata de atraer grandes capitales para la implantación de nuevos proyectos, con mayor riesgo.

La nueva estrategia, con una visión regional por encima del exclusivamente nacional, debe «rescatar los espacios geográficos como ámbitos para el desarrollo social en primer lugar, no solo para el crecimiento económico», recomendó Iglesias.

Asegurar la sustentabilidad ambiental de los proyectos, ante la creciente preocupación mundial en la materia, promover la participación de las comunidades en las iniciativas y sus beneficios y diseminar las tecnologías de la información son otros lineamientos apuntados por el presidente del BID.

La ampliación de la infraestructura física de transporte debe insertarse en un proceso logístico integral, que contemple mejoras en sistemas aduaneros, telecomunicaciones y servicios como fletes, almacenamiento, permisos, de manera a promover la competitividad y la sustentabilidad, añadió García.

Entre los factores que pueden acelerar los objetivos de integración física, según el presidente de la CAF, figuran reformas para incentivar la participación privada y del ahorro interno y la consideración de la inversión extranjera no solo como aporte financiero sino también de avances tecnológicos y acción coordinada regional.

El gran reto del programa será identificar los proyectos que mejor promuevan la integración y el desarrollo, cumpliendo las dimensiones social y ambiental, y que además sean viables financieramente, es decir atractivas para el capital privado, según el embajador Ivan Cannabrava, responsable de Asuntos Políticos de la cancillería brasileña y organizador de la Cumbre.

Brasil tendrá protagonismo en este proceso, por el carácter decisivo del tamaño y del peso económico. Los grandes ejes de integración sudamericana apuntan en general a alguna parte del territorio de este país, que tiene fronteras con todos los países del subcontinente excepto Chile y Ecuador.

Además de carreteras e hidrovías que convergen en el país que concentra cerca de la mitad del territorio y de la población sudamericana, Brasil pasó últimamente a ser gran importador de energía de sus vecinos.

Con una escasez energética que amenaza con limitar su crecimiento económico en los próximos años, Brasil acelera la construcción de líneas de transmisión desde Argentina, Bolivia, Uruguay y Venezuela.

Dentro de cuatro años la importación de electricidad podrá representar casi 20 por ciento de su demanda, si se incluye la mitad generada por Itaipú, la gigantesca central hidroeléctrica compartida con Paraguay.

A eso se debe sumar la energía a ser generada por centrales termoeléctricas que consumirán gas natural boliviano y argentino. (FIN/IPS/mo/mj/ip if rg/00

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