El mercado clandestino mundial de armas pequeñas está en su apogeo, según un nuevo libro publicado por un grupo de ONG en vísperas de las reuniones preparatorias de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Transferencia Ilícita de Armas, a realizarse en 2001.
"Ya sea en Africa, Sri Lanka, Colombia o Estados Unidos, no son las armas pesadas ni los dispositivos de alta tecnología los que matan a la mayoría de la gente, sino las armas livianas baratas y fáciles de conseguir", sostiene "Tráfico de armas: El mercado mundial de armas pequeñas".
El libro es una colección de ensayos que analizan diferentes aspectos de ese tráfico internacional, divididos en cuatro secciones, y forma parte de un proyecto de la Iniciativa Noruega sobre Transferencia de Armas Livianas.
La Iniciativa Noruega es una coalición de ONG (organizaciones no gubernamentales) integrada por Church AID, la Cruz Roja Noruega, el Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz y el Instituto Noruego de Asuntos Internacionales, con sede en Oslo.
Lora Lumpe, editora del libro, explicó que éste enumera propuestas de medidas políticas que "deberían adoptar los estados deseosos de frenar ese comercio demasiado fácil".
El primer capítulo abarca con un relato gráfico de primera mano el tema del envío de municiones desde Europa oriental a Africa. Le siguen capítulos sobre fuentes de abastecimiento y mecanismos para obtener y trasladar armas, con recomendaciones a los gobiernos para bloquear ese tráfico.
"La intención de reducir los conflictos bélicos choca con la contradicción entre el enorme daño que provocan las armas y el proceso casi trivial con que son adquiridas", señaló R.T. Taylor, uno de los colaboradores del libro.
Según el libro, los grupos criminales, paramilitares, insurgentes y gobiernos represivos producen pocas armas, y las obtienen del mercado negro.
"En muchas regiones del mundo, vastas cantidades de rifles de asalto, ametralladoras, bazukas y otras armas circulan fuera del control estatal", observó Thorvald Stoltenberg, presidente de la Cruz Roja Noruega, en el prefacio del libro.
Stoltenberg cree que esas armas son responsables de 90 por ciento de las muertes en combates ocurridas en el mundo.
Un informe publicado en 1999 por el Comité Internacional de la Cruz Roja, titulado "Disponibilidad de armas y situación de los civiles en conflictos armados", señaló que más de 50 por ciento de los muertos en guerra en los años 90 fueron civiles, y las armas pequeñas provocaron la mayor parte de esas muertes.
Si bien el tráfico ilegal de armas no es nuevo, su notable incremento sí lo es. Los autores identificaron numerosos factores en los 90, como nuevas fronteras abiertas y masivos excedentes de armas por el fin de la guerra fría (1947-1991).
Eso ha llevado a que territorios como Camboya o Angola se convirtieran en unos de los países más militarizados del mundo, aunque carecen de producción industrial de armas en gran escala.
El libro critica a Estados Unidos por haber abastecido de armas durante la guerra fría a grupos insurgentes para desestabilizar gobiernos que no eran de su agrado.
El gobierno estadounidense usó esa practica en forma rutinaria durante la guerra fría, con efectos devastadores en Centroamérica, y en los conflictos Afganistán y Pakistán, Angola y Zaire.
En el capítulo "Provisión de armas de gobiernos a rebeldes", las autoras Lucy Mathiak y Lora Lumpe vinculan la ayuda militar de gobiernos a guerrillas o fuerzas insurgentes durante la guerra fría con muchos de los sangrientos conflictos actuales.
«El legado va mucho más allá del valor de esas armas pequeñas que aún están en circulación y en uso», y comprende también «complejas redes logísticas, políticas y económicas establecidas para enviar armas a los combatientes, enmascarando la verdadera identidad del gobierno proveedor", apuntaron Mathiak y Lumpe.
"El desarrollo de una clara legislación internacional para prohibir el abastecimiento de armas livianas a actores secundarios (no estatales) sería una de las políticas más significativas que gobiernos y ONG podrían realizar para reducir esta peligrosa proliferación", recomendó Lumpe.
Estados Unidos, coherente con su posición durante la guerra fría, se opuso decididamente a las propuestas canadienses para un tratado internacional que prohibiera el envío de armas de gobiernos a insurgentes.
Según un informe de la Oficina General de Cuentas de Estados Unidos, entre los años 1996 y 1998, Washington "autorizó o entregó armas livianas y automáticas por 3.700 millones de dólares a 154 países a través de ventas comerciales directas, ventas militares extranjeras y otras transferencias".
La sección final del libro brinda un panorama de los problemas y obstáculos para frenar el tráfico de armas pequeñas y los pasos dados por los gobiernos para poner fin a esa actividad.
Los autores del libro declararon que su intención fue fomentar la comprensión sobre el tráfico de armas de una manera que permita a los estados contribuir con medidas políticas claras a la resolución del problema. (FIN/IPS/tra-en/fh/da/ego/mlm/ip/00