El espíritu olímpico es hoy más comercial que deportivo, como lo comprueba la disputa entre empresas patrocinadoras, que causó la renuncia del principal tenista de Brasil, Gustavo Kuerten, a los Juegos de Sydney.
La decisión anunciada el martes por Kuerten, conocido por su apodo Guga, se debió al conflicto entre la firma patrocinadora, Diadora, y el Comité Olímpico Brasileño (COB), que tiene contrato con la compañía brasileña Olympikus.
Kuerten es quien más acumuló puntos este año en la clasificación mundial de la Asociación de Tenistas Profesionales y el segundo en el sistema anterior, que registra el desempeño en los 12 últimos meses.
Este año ya acumuló casi dos millones de dólares en premios, pero gana mucho más por concepto de patrocinios y publicidad.
El contrato firmado por el COB obliga a los deportistas brasileños, excepto los futbolistas, a vestir uniformes suministrados por Olympikus durante los juegos de Sydney, que comienzan el día 13.
Pero la firma italiana Diadora pretendía ver su marca en las ropas de Guga, tal como lo harán los jugadores de la selección brasileña de fútbol con la empresa estadounidense Nike.
Tras negociaciones que se prolongaron por meses, Diadora aceptó renunciar a la oportunidad publicitaria, pero pidió la misma actitud a su competidora que patrocina el COB, es decir que Guga jugara sin divulgar ninguna marca en sus ropas.
El presidente del COB, Carlos Arthur Nuzman, rechazó la propuesta, arguyendo que una excepción rompería las reglas, lo cual generó otros problemas, como nuevos reclamos e indisciplina.
Nuzman criticó al tenista por «inclinarse a una empresa extranjera» y «no comportarse como debe hacer un ídolo nacional como él».
Esta es la primera vez que un deportista brasileño abandona la delegación de su país a los Juegos Olímpicos a raíz de diferencias en contratos de publicidad y de patrocinadores.
Kuerten justificó su decisión argumentando que no podría frustrar la confianza de la empresa patrocinadora, que lo apoyó desde el inicio de su carrera, cuando era un tenista desconocido, e hizo grandes concesiones en la negociación con el COB.
El riesgo, manifestó Nuzman, es que los atletas se conviertan en «esclavos de marcas deportivas». Recordó que ni siquiera el estadounidense Michael Jordan, el mayor astro del básquetbol de todos los tiempos, renunció a las Olimpadas de 1992 en Barcelona, pese a su contrato con la firma Nike.
En la ocasión, Jordan y algunos de sus colegas del «equipo de los sueños» recibieron la medalla de oro, fácilmente conquistada, cubriendo con la bandera estadounidense el nombre Reebok de sus uniformes, para no dar publicidad al rival de sus patrocinadores personales.
Nike y Reebok compiten en el mercado mundial de calzado deportivo. Figuran entre las grandes empresas que libran en Sydney una guerra paralela por mercados, con un empeño semejante al de los atletas que luchan por superar adversarios y récords.
La competencia entre campeones del deporte y banderas nacionales cede un creciente espacio a la batalla entre intereses comerciales.
Como las empresas transnacionales tienen contratos con equipos y también con muchos atletas, los conflictos como el que opone a Kuerten al Comité Olmpico son inevitables.
La selección brasileña de fútbol, patrocinada por Nike, podrá cumplir sus obligaciones contractuales en Sydney, porque se previó su exclusión del acuerdo del COB con Olympikus, firmado en 1999. El problema, según Nuzman, es que los representantes de Kuerten no informaron a tiempo su vínculo con Diadora.
El patrocinio de grandes corporaciones representa recursos que mejoran el entrenamiento, con incorporación de avances tecnológicos y otras ventajas.
Son decenas o centenares de millones de dólares, de acuerdo con la popularidad del patrocinado y el tiempo del contrato. Nike resolvió invertir 400 millones de dólares en 10 años en el equipo brasileño de fútbol.
A cambio, se asumen compromisos que, segn los críticos, distorsionan los objetivos del deporte. Los intereses comerciales del patrocinador imponen algunos partidos sin provecho deportivo y se sospecha que influyen también en la integración de la selección nacional.
El vínculo de la escuadra brasileña con Nike provocará molestias en Sydney. Un movimiento denominado Nike Watch anunció manifestaciones durante los Juegos Olímpicos en protesta por la explotación de mano de obra de bajo costo en países pobres como Indonesia.
Nike, que dice emplear a medio millón de personas en todo el mundo, es acusada por los organizadores del movimiento de protesta de utilizar niños y desplazar su producción a países en que puede pagar salarios inferiores a dos dólares diarios y de mantener a los trabajadores en condiciones indignas.
En respuesta, la empresa aseguró que ha suprimido el trabajo infantil y mejorado los salarios.
La batalla entre empresas en Sydney no es sólo publicitaria, sino también tecnológica. En efecto, en los juegos pondrán a prueba ropa, calzados y equipos desarrollados para mejorar el desempeño de los atletas patrocinados. (FIN/IPS/mo/dm-ff/cr/00