Las inversiones canadienses en la producción de níquel en Cuba contribuyó a aumentar la actividad del sector en los últimos 10 años y cambió la vida de Moa, donde el ingreso es hoy uno de los más altos del país.
«Aquí tenemos familias enteras trabajando en el níquel. Cuando eso pasa, en una sola casa pueden entrar cientos de dólares, además del salario en pesos cubanos que también es alto», dijo Carlos González, un habanero que reside en Moa desde 1985.
González, luego de graduarse en la Unión Soviética, disuelta en 1991, fue ubicado por el Estado en ese municipio de la provincia de Holguín, situado a 923 kilómetros al este de La Habana y a 180 kilómetros de la capital provincial.
Al principio «soñaba con mi regreso a La Habana, pero después me dieron casa aquí, me casé, formé una familia y ahora estoy seguro que cómo vivo aquí no podría hacerlo en la capital. Hasta esa tierra roja que lo mancha todo, dejó de molestarme», comentó González.
El llamado «infierno rojo» de hace una década se convirtió para algunos poco a poco en un «paraíso verde», y no por los proyectos ecológicos que se aplican en las minas sino por la posibilidad de ganar los dólares necesarios para vivir de un empleo estatal.
La diferencia con otros poblados del país se observa a simple vista en el modo de vestir, la alimentación, el consumo y la cantidad de tiendas de la red de recaudación de divisas que las autoridades han abierto en la ciudad para satisfacer la demanda de sus habitantes.
La llamada «estimulación en divisas», política que aplica el gobierno de Fidel Castro en sectores prioritarios de la producción, llegó a Moa luego de que la Compañía General del Níquel de Cuba se asociara con la empresa canadiense Sherrit International.
El negocio estaba dirigido a rescatar el sector del níquel, severamente afectado desde que a comienzos de la década de los 90 perdiera de golpe el mercado y los suministros que aportaba hasta ese momento la extinta Unión Soviética.
Las dos empresas comparten por igual la producción de la planta Pedro Sotto Alba, en Moa, nombrada ahora Moa Nickel SA, de la fábrica Cobalt Refinery Company Inc., en la provincia canadiense de Alberta, y de la International Cobalt Campany Inc, con sede en Bahamas.
Se creó así una de las mayores corporaciones productoras de níquel del mundo, que incluye una planta de producción de sulfuro de níquel más cobalto, una segunda para la refinación de ambos minerales y una empresa encargada de la comercialización.
Cuba, además de contar con 34,4 por ciento de las reservas mundiales de níquel, tiene a su favor que sus yacimientos se encuentran a cielo abierto, hecho que abarata los costos de producción y convierte la extracción en un negocio muy atractivo.
El Estado cubano concretó cuantiosas inversiones en esta industria en la década de los 70, con la esperanza de que en los años 90 se alcanzara a exportar unas 70.000 toneladas del metal, pero los pronósticos no pudieron cumplirse.
La producción pasó de 46.500 toneladas en 1989 a 26.772 toneladas en 1992, uno de los peores años de la crisis que sobrevino en la isla tras la desaparición de la Unión Soviética y del bloque socialista, donde La Habana colocaba 70 por ciento de sus exportaciones.
El despegue comenzó al año de la llegada al país de Sherrit International. La producción cubana creció en 1995 hasta 43.990 toneladas y en la actualidad oscila en unas 68.000 toneladas anuales, 27.000 de ellas producidas por Moa Nickel SA, según fuentes oficiales.
La firma canadiense informó en abril que en los tres primeros meses de este año obtuvo ganancias por 23,4 millones de dólares por sus negocios en Cuba, que incluyen níquel petróleo y turismo.
Los ingresos totales en ese período ascendieron a 75,3 millones de dólares, frente a 44,6 millones obtenidos entre enero y marzo de 1999, según el reporte.
Expertos estiman que el salto en la producción de níquel tiene que ver con las inversiones hechas para modernizar las plantas y elevar la eficiencia metalúrgica y económica, además de aplicar nuevos conceptos de dirección empresarial y un sistema de estimulación en divisas que tiende a revalorizar el salario.
Esa última medida favoreció considerablemente a Moa, ciudad industrial surgida tras el triunfo de la Revolución en 1959 como parte de una política del gobierno de Castro dirigida a fomentar el desarrollo del níquel en la región oriental del país.
Hacia esa zona fueron enviados profesionales y técnicos de alta calificación para cumplir el «servicio social», un período de dos o tres años durante el cual los graduados universitarios retribuyen sus estudios realizados de forma gratuita trabajando «donde y en las condiciones en que el país lo necesite».
Posteriormente, el Ministerio de Educación Superior abrió allí el Instituto Superior Minero Metalúrgico, único de su tipo en la isla y en el que se han graduado más de 4.000 especialistas, y también una filial de la facultad de Ciencias Médicas.
Eugenio Navarro, un antiguo vecino de Moa, indicó que la región cuenta con dos hospitales y 128 consultorios del sistema médico de la familia, de atención primaria de salud, 303 médicos y estomatólogos y más de 1.000 enfermeras y auxiliares sanitarios.
La Oficina Nacional de Estadísticas indica que a fines de 1999 vivían en el municipio de Moa 64.466 personas, 57.181 de ellas en zonas urbanas, y que 39.858 de esos habitantes tenían edad laboral.
«Moa es una ciudad de universitarios», sostuvo Carmen López, una habanera que trabajó allí en el área de computación, pero que, como tantas otras personas, al cabo de dos años decidió regresar a su lugar de origen.
En tanto, Carlos González piensa que haber tomado la decisión de quedarse es correcta. «Sin saberlo estaba garantizando el bienestar de mis hijos», aseguró.
En Cuba, donde el salario medio oscila en los 220 pesos mensuales y el dólar estadounidense se cotiza a 21 pesos, la situación de González es privilegiada al poder vivir de su trabajo y «no del invento o de las remesas de algún pariente emigrado».
«En mi casa, somos tres personas ubicados en tareas relacionadas con el níquel que podemos llegar a ganar entre 10 y 24 por ciento de nuestro salario en dólares. Hay meses en que cada uno trae más de 80 dólares», indicó.
Los ingresos se destinan, por lo general, a mejorar el nivel de vida de la familia, teniendo en cuenta que en Cuba los tarifas de los servicios básicos son muy bajas y algunos, como la educación y la salud, totalmente gratuitos.
Un estudio realizado en La Habana a fines de 1998 por una organización independiente reveló que la mayor insatisfacción de los encuestados es la incorporación del dólar en la economía cubana y la desvalorización del salario pagado en pesos cubanos.
Casos de estimulación salarial como el de Moa han comenzado a extenderse por el país, pero como norma las personas empleadas por el Estado reciben sus salarios en pesos cubanos y en cantidades similares a las que recibían antes de la crisis económica iniciada en 1990.
Al comienzo del llamado «período especial» las familias afrontaron un déficit generalizado de alimentos y productos de primera necesidad y luego la reaparición de la oferta a precios demasiado altos para quienes viven del sueldo de una empresa estatal. (FIN/IPS/da/dm/if/00