La mayoría de los chinos quizá no sepan dónde queda Kentucky en Estados Unidos, pero el logotipo de Kentucky Fried Chicken (KFC) resulta tan familiar en China como el símbolo rojo de Quanjude, una reconocida cadena de restaurantes de este país especializada en pato a la pequinesa.
Los chinos han rechazado todos los intentos de las compañías autóctonas para establecer cadenas de comida al paso, y sin embargo acuden en masa a los atestados locales de las estadounidenses KFC y McDonald’s, negando la idea de que son conservadores y desprecian la comida extranjera.
«Al principio, la razón para ir a un KFC o McDonald’s era más por probar la cultura occidental que su comida», explicó Han Guoqiang, una maestra. «Ahora la gente va porque es conveniente, limpio y porque aprendió a disfrutar de la comida».
Tras años de aislamiento durante el régimen de Mao Tse Tung (1949-1976), en la era de apertura y reformas de Den Xiaoping China adoptó con entusiasmo todas las novedades, desde la tecnología de teléfonos celulares hasta las cadenas extranjeras de comida rápida.
KFC, especializado en pollo frito, abrió su primer restaurante en Beijing hace 13 años. Hoy existen 380 locales en 90 ciudades de toda China. Un sondeo entre 16.000 personas llevado a cabo por el grupo estadounidense de investigación de mercado ACNielsen mostró que KFC es la marca internacional más conocida en China.
Las empresas chinas intentaron detener la invasion de KFC, pero tras seis años de resistencia, Ronghuaji, la cadena especializada en alas de pollo, fue derrotada y finalmente cerró su último restaurante en Beijing.
La cadena Sorgo Rojo, otro rival autóctono de KFC y McDonald’s, padece graves problemas financieros.
La marcha triunfal de KFC en el mercado chino sólo tiene la competencia de otro gigante estadounidense, McDonald’s, que entró en China después de KFC y desarrolló una agresiva estrategia de expansión que ahora cuenta con más de 300 locales en el país.
Los dos gigantes libran la «guerra del pollo» desde que McDonald’s lanzó sus alas de pollo sazonadas con especias el año pasado, para deleite de los consumidores y la prensa.
KFC fue el primero en lanzar las hamburguesas de pollo y las alas condimentadas con especias. Los productos se vendieron tan bien en Shanghai y Beijing que McDonald’s presentó sus propias alas de pollo, más sazonadas aun.
«Personalmente, encuentro que KFC es más apropiado para el gusto chino», declaró Chen Lin, quien acompañaba a su hija de 12 años a un restaurante cercano a la estación ferroviaria de Beijing.
«Comemos pollo y nos encanta la comida condimentada, mientras esos grandes trozos de carne, como las hamburguesas de McDonald’s, son extraños para nosotros. Pero ahora es muy difícil decidir a dónde ir porque se puede comer pollo en los dos lugares», dijo.
Sin embargo, la hija de Chen, Xiao Liu, prefiere McDonald’s porque «es más divertido, las papas fritas son más grandes y te dan un juguete de Snoopy con la comida».
Este verano (boreal) KFC respondió a la ofensiva «Snoopy» de McDonald’s con juguetes gratuitos de Pokemon, réplicas del popular juego japonés.
«Muchos fuimos educados para pensar que la competencia capitalista es mala porque provoca la miseria de los trabajadores», explicó Wu Jingxun, empleado de la compañía durante el lanzamiento de KFC.
«Sin embargo, la competencia con McDonald’s benefició a consumidores y empleados», aseguró.
Sólo en Beijing, KFC emplea a 23.000 personas, una razón por la cual al gobierno no parece importarle la ubicación de la marca de la compañía en lugares estratégicos de la capital, considerada el símbolo de la tradición china y el poder comunista.
Después de que los aviones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) bombardearon la embajada china en Belgrado el año pasado, el fervor nacionalista hizo que algunos jóvenes boicotearan los locales de KFC.
Numerosos restaurantes fueron atacados por manifestantes y docenas de estatuas del coronel Sander, la figura emblemática del KFC, sufrieron actos de vandalismo. No obstante, para este país reacio a la influencia extranjera foráneas, la inserción de KFC y McDonald’s ha sido fácil.
Al revés de la mayoría de los franceses, que consideran la globalización como una pérdida de su propia cultura y ven en McDonald’s una amenaza, el ciudadano común de China se muestra curioso acerca de todo lo que sea extranjero.
«No nos preguntamos si comer pollo frito al estilo de Estados Unidos puede llevar a la bancarrota a la industria del pato a la pequinesa. Estamos contentos de tener esa variedad y de comer las mismas cosas que vemos en las películas», observó Han. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/ego/aq/cr-if/00