El gobierno de Israel lanzó una iniciativa para eliminar de los documentos de identidad la principal expresión administrativa de la discriminación entre judíos y no judíos.
Esa discriminación se basa en la premisa de que todos los judíos forman una nación, y no sólo un grupo de personas que comparten una religión. Tal premisa fue un fundamento central de la creación de Israel.
En la actualidad, los documentos de identidad indican la nacionalidad de sus titulares, y en ellos se emplea la categoría «judía». A los no judíos se les asigna la nacionalidad «árabe», «drusa», «circasiana» u otra, según el origen étnico que las autoridades les atribuyan.
Ese sistema ha servido para identificar con facilidad a los árabes y discriminarlos, así como para dividir a los no judíos en una gran cantidad de pequeños grupos sin peso político.
El ministro del Interior en funciones, Haim Ramon, propuso eliminar la indicación de nacionalidad de los documentos de identidad, como primer paso de lo que los principales asesores del primer ministro Ehud Barak llaman un proceso de «revolución secular» contra el poder de los grupos religiosos en el Estado.
El gobierno prometió que ese proceso continuará con la eliminación del impopular Ministerio de Asuntos Religiosos y la realización de vuelos de la aerolínea estatal El Al los sábados, el día de la semana en el cual los judíos ortodoxos se abstienen de realizar una gran cantidad de actividades.
Las autoridades también anunciaron que se avanzará hacia la eliminación del actual monopolio de los casamientos y divorcios por parte de los rabinos ultraortodoxos.
«Indicar la nacionalidad (en los documentos de identidad) contradice el principio democrático de que el Estado considere iguales a todos los ciudadanos, a los cuales divide, por el contrario, entre los de primera y los de segunda clase. Eliminar esa indicación terminará con este fenómeno negativo», dijo Ramon.
El origen étnico árabe de ciudadanos de Israel quedaría registrado en el Registro Nacional de Población aunque se eliminara la identificación de nacionalidad en los documentos de identidad.
El cambio de los documentos de identidad debe ser aprobado por una comisión legal del Knesset (parlamento), y parece muy probable que los legisladores lo apoyen.
La mayoría de los grupos religiosos con representación parlamentaria recibieron la iniciativa sin protestas estridentes, y están más preocupados por otros aspectos de la «revolución secular».
La situación es distinta de la que se registra en Grecia, donde la Iglesia Ortodoxa impulsa una intensa campaña contra la iniciativa del gobierno para eliminar de los documentos de identidad el registro de la religión que profesa el titular.
«Un documento de identidad no es algo sagrado por sí mismo», comentó el rabino Avraham Ravitz, del ortodoxo Partido Judaísta de la Torá e integrante de la comisión que debe aprobar la iniciativa de Ramon.
«La cuestión es el contexto de este cambio. Deberé considerar con mucho cuidado el asunto, y trataré de que se postergue la votación en la comisión hasta que quede muy claro que Israel no dejará de ser un Estado judío».
Se oponen a la iniciativa grupos nacionalistas radicales que la consideran un alejamiento simbólico de los principios sionistas.
«Eliminar la categoría de nacionalidad (de los documentos de identidad) no contribuirá a mejorar las complejas relaciones entre los ciudadanos israelíes», afirmó Tzipi Livne, una legisladora del derechista partido Likud.
«En cambio, puede ser el comienzo de un proceso que haga desaparecer la identidad de Israel como patria del pueblo judío», añadió.
El sionismo ha impulsado durante un siglo la transformación de los judíos en una nación, mediante la revitalización del idioma hebreo, el énfasis en los lazos históricos de los judíos con su patria de los tiempos bíblicos y campañas para lograr que judíos de todos los continentes pasaran a residir en Israel.
Analistas políticos opinan que la campaña de secularización lanzada por Barak se vincula con intereses electorales más que con una lucha principista contra la discriminación.
El gobierno perdió la mayoría parlamentaria en julio, cuando grupos religiosos y nacionalistas se alejaron del oficialismo antes de las conversaciones de paz de Barak y el presidente palestino Yasser Arafat que se llevaron a cabo en Estados Unidos, con la mediación del presidente estadounidense Bill Clinton.
En esas conversaciones no se llegó a acuerdos, y Barak quedó en una situación política muy difícil, que podría superar mediante la «revolución secular».
Parece muy probable que sea necesario convocar a elecciones en los próximos meses, y es claro que el primer ministro busca el apoyo de quienes son perjudicados por el poder religioso o se oponen a él por principios.
En especial, el cambio de los documentos de identidad puede ganar muchos votos para Barak entre unos 250.000 inmigrantes provenientes de la ex Unión Soviética, quienes no pudieron probar que sus madres eran judías y, por lo tanto, no son reconocidos como judíos por los rabinos ortodoxos.
Esos inmigrantes tienen documentos de identidad que les atribuyen la nacionalidad «georgiana» o «uzbeka», entre otras, lo cual refuerza la noción de que son extranjeros en Israel.
«Barak trata de demostrar a quienes provienen de la ex Unión Soviética que tiene serias intenciones de avanzar en el proceso de secularización, y envía su mensaje mediante la medida más fácil de adoptar», opinó Leslie Susser, un analista de asuntos diplomáticos de la revista Jerusalem Report.
La iniciativa de Ramon «es un paso importante para transformar a Israel en un país normal y equilibrado», comentó Taleb al-Sanaa, un integrante árabe del Knesset.
«Espero que esto signifique el fin de la discriminación por parte del gobierno y el cambio de la forma en que encara la relación con los ciudadanos», añadió. (FIN/IPS/tra-eng/bl/sm/mp/ip hd/00