La entrada en funciones de la Agencia Nacional de Aguas de Brasil (ANA) agrava las dificultades del polémico y antiguo proyecto de desvío parcial del río San Francisco para luchar contra la sequía en el nordeste.
Los primeros cinco directivos de la ANA, creada por una ley que prmulgada en julio, afrontan esta semana un debate en el Senado, que debe confirmarlos en el cargo.
La agencia tiene la misión de regular el uso de los recursos hídricos brasileños y la facultad de conceder derechos y establecer normas de control.
Su principal tarea será la instalación de los llamados Comités de Cuenca, que definirán la utilización y el precio de las aguas de cada unidad hidrográfica.
Esas estructuras nacen con un cambio esencial en el servicio y es que el agua ahora debe ser abonada por los consumidores, lo cual sepulta la ilusión brasileña de que la abundancia permite el desperdicio.
Las industrias y los agricultores obtenían el agua directamente de los ríos, y ahora deberán pagar por el consumo y la contaminación que producen.
En cuanto a los usuarios residenciales, sólo abonaban una tasa por el uso de las instalaciones y el servicio de distribución, y ahora será medido su consumo.
La nueva política complica el proyecto de desviar parte del curso del río San Francisco, porque se descentraliza el poder de decisión sobre los recursos hídricos para pasar a los comités, señaló Aldo Rebouças, investigador de la Universidad de San Paulo.
El río San Francisco nace en el centro de Brasil y desemboca en el nordeste, en el océano Atlántico. Pero sus aguas no pasan en esa región por una inmensa área semiárida y azotada por frecuentes y severas sequías que obligan a migraciones masivas de la población local.
La idea de desviar el curso hacia el norte, con el fin de abastecer cuencas que se secan parte del año, surgió hace 153 años y registra desde entonces intermitentes intentos de ejecución.
El proyecto ganó ahora nuevo empuje al ser incluido en el programa de inversiones del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, que cuenta con amplio apoyo político.
El ministro de Integración Nacional, Fernando Bezerra, ubicó esta iniciativa entre las más importantes de su gestión.
Brasil es un país privilegiado por poseer 12 por ciento del agua dulce disponible del mundo, pero a la vez castigado por la mala distribución de esa riqueza natural. Dos tercios del caudal hídrico se concentran en la región amazónica.
A la región del nordeste, donde vive 28 por ciento de la población brasileña, sólo le llega tres por ciento del agua existente y, de esa pequeña parte, 70 por ciento corresponde justamente al río San Francisco, precisó Bezerra al defender el proyecto.
El desvío de aguas de ese río beneficiará a ocho millones de habitantes de la región más pobre de Brasil, gracias a la irrigación de 333.000 hectáreas y la consecuente generación directa e indirecta de 1,2 millones de empleos, indican estudios preliminares del Ministerio de Integración Nacional.
Eso representará un fuerte impulso al desarrollo regional, agrega el trabajo.
El nuevo proyecto en discusión amplía diseños anteriores. El río San Francisco incorporará obras de recuperación ambiental, para combatir la sedimentación sufrida en las últimas décadas, cuya causa principal es la deforestación de sus orillas.
Además, ese curso fluvial será fortalecido por el desvío del río Sono, cuyas aguas dejarían de fluir hacia el río Tocantins, eje de una gran cuenca de la Amazonia oriental.
Esa obra adicional intenta neutralizar resistencias en áreas perjudicadas por el proyecto, pero agrega un nuevo obstáculo.
El desvío del río Sono involucrará por lo menos a otro Comité de Cuenca en la toma de decisiones y un estudio de impacto ambiental de dimensiones sin precedentes, al comprender dos extensas regiones del país de características muy distintas, como la Amazonia húmeda y el nordeste seco, observó Rebouças.
Además encarece el proyecto, cuyo costo en su última versión fue estimado en 4.100 millones de reales (unos 2.300 millones de dólares).
La más fuerte oposición al plan de obras proviene del estado de Bahía, que teme no disponer en el futuro de agua suficiente para su agricultura de riego, que está en fuerte expansión.
Hasta ahora no se comprobó la viabilidad económica y ambiental del proyecto, sostiene el gobernador de Bahía, Cesar Borges, en coincidencia con el principal líder político del estado y presidente del Senado de Brasil, Antonio Carlos Magalhaes.
El río San Francisco no dispone de caudal suficiente para dividirlo y a la vez, mantener la generación eléctrica en las represas existentes y abastecer toda la extensión potencialmente irrigable a los lados del curso actual, arguyó Joao Suassuna, de la Fundación Joaquín Nabuco, en un congreso de geotecnología.
El desvío, aunque no se debe descartar, no puede ser considerado prioritario, porque sólo beneficiará a los grandes hacendados, ya favorecidos en el pasado con la construcción de represas cuyas aguas son mal aprovechadas y se pierden en la mayor parte por la evaporación, criticó Rebouças.
El profesor universitario defiende un mejor aprovechamiento de las aguas subterráneas disponibles en el nordeste, objeto de uno de sus estudios.
Eso tendría mayor efecto social, ya que abastecería de 10 a 15 millones de personas, en pequeñas propiedades y comunidades, explicó Rebouças. (FIN/IPS/mo/dm/en ip/00