Con la muerte de Baden Powell desapareció un genio brasileño de la guitarra que encantó al mundo, en especial a Europa.
Su imagen suele estar vinculada a la bossa nova brasileña de los años 60, cuando se afirmó como uno de los grandes intérpretes y compositores de la música nacional. Pero poco tenía en común con las canciones endulzadas de aquel movimiento que reflejaba la irresponsable alegría de una clase media.
Mulato y nacido en una pequeña ciudad del interior, en 1937, creció en un barrio tradicional y obrero de Río de Janeiro, no en los barrios de la costa donde nació la bossa nova, como Ipanema y Copacabana.
Sus primeras composiciones son sambas tradicionales a los que llamó «afrosambas», en su búsqueda de raíces africanas.
Su modo de tocar la guitarra española difería en todo con la suavidad de sus colegas de la bossa nova, como Joao Gilberto. El estilo de Baden Powell era, en cambio, viril y agresivo, aunque con muchos matices que no renunciaban a la delicadeza.
Hijo de un zapatero y violinista aficionado, a los ocho años de edad empezó a estudiar guitarra, y pocos años después ya se presentaba en emisoras de radio y fiestas.
La afición del padre por el escautismo explica el nombre de Baden Powell, en honor al británico fundador de la organización de Boy Scouts.
A los 16 años acompañaba como profesional a los cantantes más conocidos de Brasil en la famosa Radio Nacional. Ya era un virtuoso, tanto en la música erudita como en la popular. «Un guitarrista perfecto», definió Billy Blanco, su socio desde las primeras composiciones.
En los años 60 compuso y se presentó con los grandes nombres de entonces, como Vinicius de Moraes y Tom Jobim. Algunas de sus melodías se incluyeron entre los «clásicos» de aquella época de oro de la música popular brasileña, como «Samba de la bendición» y «Canto de Ossanha».
En esa época hizo giras por varios países hasta que, en los primeros años 70, se decidió a vivir en Europa, en París primero y luego en Baden-Baden, Alemania, donde nacieron sus dos hijos que también son músicos y tratan de mantener viva su obra y de continuarla.
En Europa, donde presentaba conciertos frecuentes en casi todos los países, grabó más de 50 discos, la mayoría no distribuidos en Brasil. El repertorio se constituía de música erudita, en especial Bach, y sus preferencias brasileñas, que cubren todo el siglo XX.
Como compositor deja más de 500 canciones, de una variedad de estilos que acompaña su virtuosismo coo guitarrista.
Era «moderno» y a la vez «antiguo», porque era genial en el «choro», un género musical brasileño del inicio del siglo, pasando por muchas escuelas y ritmos hasta una gran sofisticación actual, según el comentarista cultural Ruy Castro.
Baden mezcló con equilibrio en su guitarra, según el crítico Tarik de Souza, elementos de la vieja música popular brasileña, del jazz, de la música erudita y algo de la energía del flamenco.
Es reconocido como el más virtuoso y eclético de los guitarristas brasileños, que componen una larga tradición de excelentes músicos, que forjaron el profundo arraigo de este instrumento en su variedad española en América Latina, sumándose la importancia que ganó también en México, por ejemplo.
Hace algunos años, Baden-Powell pasó a dividir su tiempo entre Europa y Brasil. Con la salud debilitada, en gran parte por el prolongado e intenso consumo de alcohol, se convirtió en evangélico en 1997. Renunció entonces a la bebida y a sus afrosambas que se referían a religiones africanas.
Una neumonía lo mantuvo hospitalizado en el último mes de vida, hasta que degeneró en una infección generalizada que lo mató.
Su muerte debe alentar el rescate de sus composiciones y discos, hace mucho olvidados en Brasil, como se quejó su amigo Billy Blanco. Dejó listo un disco, «Lembranças» (Recuerdos) con viejas canciones que encantaron su infancia y probablemente despertaron su vocación.
En realidad el redescubrimiento de su obra empezó antes. Cantantes actuales, como Ed Motta y Bebel Gilberto, incluyeron canciones de Baden Powell en sus últimos discos.
El exilio voluntario del gran guitarrista por más de dos décadas en Europa confirma un fenómeno que afecta la música popular brasileña. Reconocida mundialmente como una de las más creativas, tiene escaso mercado dentro del país.
Brasil, por eso, se convirtió en gran exportador de música, pero exportando a sus propios músicos y compositores. (FIN/IPS/mo/mj/cr/00