Las alteraciones del clima mundial se reflejan en Perú en una serie de fenómenos inquietantes, como el acelerado deshielo de la cordillera de los Andes, un proceso que preocupa a científicos y ecologistas.
La reducción de la masa de hielo en la región tropical y subtropical de la cordillera afectaría la provisión de agua de extensas zonas agrícolas sudamericanas, varias ciudades y al menos tres capitales: Lima, La Paz y Quito.
Los glaciares de los Andes en Perú representan el 70 por ciento de la superficie total del hielo existente en el Cinturón Tropical de la Tierra, y cumplen un importante papel pues determinan el régimen de los ríos y regulan el clima de las zonas bajo su influencia.
La Cordillera Blanca, el sistema glacial más importante de Perú, sufre en las últimas décadas una acelerada reducción de sus superficies heladas.
Según las mediciones científicas, en los últimos 67 años se registró una pérdida aproximada en 50 millones de metros cúbicos de agua dulce en sólo uno de los glaciares de la Cordillera Blanca.
"La reducción de los hielos andinos nos hace estremecer de preocupación, porque significa una amenaza de reducción progresiva del aporte hídrico de los ríos que se forman en los glaciares de los Andes", expresó Antoine Erout, del Instituto Francés de Estudios Andinos.
Sus glaciares retroceden entre 20 y 30 metros por años, según el mencionado Instituto, que en coordinación con el Instituto Nacional de Recursos Naturales de Perú Investiga la evolución de los glaciares de la Cordillera Blanca,
"Desde 1932 a la fecha han desaparecido áreas nevadas que alcanza en algunos casos a un kilómetro y medio de extensión", añade.
La desglaciación no significa sólo futura reducción de la provisión de agua, con sus secuelas de desertización, pérdida de tierras cultivables y sed urbana, sino que también es fuente de vulnerabilidad física, pues en la primera etapa origina aludes y desembalses catastróficos.
La formación de lagunas por la aceleración del deshielo, que supera la capacidad de drenaje de los ríos, y el consiguiente desborde ha provocado varios desastres, incluyendo la desaparición de una ciudad, Yungay, en 1970, en la que murieron aplastados por el lodo sus 20.000 habitantes.
Erout señala que como consecuencia de la aceleración del deshielo de la Cordillera Blanca se ha producido la formación de nuevas lagunas en las partes altas.
"A finales de 1970 contabilizamos 630 lagunas y ahora ya hay más de 700. En algún momento, esas lagunas llegarán a su tope y se desbordarán, rompiendo los diques naturales que ahora las contienen, originando aludes, que podrían repetir las tragedias de Yungay y Ranrahirca", expresó Erout.
Benjamin Morales, presidente del Instituto Andino de Glaciología y Geoambiente, demandó en 1999 al gobierno central que se anticipara al próximo fenómeno de El Niño, que acelerará el deshielo, advirtiendo a la población de los probables cauces de los aludes en gestación.
"El recalentamiento y la desglaciación están asociados sin duda al fenómeno de El Niño, que en las últimas décadas ha influido considerablemente en alteraciones catastróficas del clima en distintas partes del mundo, especialmente en la costas sudamericanas del Pacífico", señaló Erout.
La desglaciación es un fenómeno mundial que corresponde al calentamiento global del planeta, un proceso que es estudiado y evaluado científicamente desde 1896.
Según Jeffrey Kiehl, del Centro Nacional para Investigación Atmosférica de Estados Unidos, el promedio global de temperatura del aire aumentó 0,6 grados en los últimos 100 años.
Kiehl destaca que en los últimos 12 años se advierte el aceleramiento del proceso de calentamiento mundial, y asegura que parte de ese calentamiento al llamado efecto invernadero.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas, calcula que el 60 por ciento del calentamiento de la tierra observado desde 1850 se debe al incremento de las emisiones de CO2 producidas en gran parte por la quema de combustibles fósiles.
Según el IPCC, la incesante acumulación de gases de efecto invernadero provocará en los próximos 100 años un aumento de la temperatura promedio de la tierra de uno a 3,5 grados.
"Ese cambio puede parecer poco, pero la llamada pequeña edad de hielo, extraordinaria ola de frío cuyos niveles más altos se presentaron entre 1570 y 1730, y obligó a los agricultores europeos a abandonar sus tierras, fue producida por un cambio de apenas medio grado", comentó el geógrafo Kurt Suplee. (FIN/IPS/al/ag/en/00