Esta ciudad australiana se ha transformado en un modelo de aplicación y desarrollo de tecnologías para la conservación ambiental gracias a los Juegos Olímpicos, torneo deportivo mundial destinado a alentar la amistad entre las naciones.
Los de Sydney podrían considerarse los primeros «Juegos verdes» de la historia, pues las instalaciones olímpicas fueron sido diseñadas atendiendo el eventual impacto sobre el ecosistema.
Los edificios poseen mecanismos que garantizan la conservación del agua, el reciclaje de la basura, la disminución de la contaminación del aire y, en general, la protección de la rica biodiversidad australiana.
La bahía Homebush, epicentro de los Juegos, fue restaurada por completo y es un ejemplo de la tónica predominante. Luego de haber sido matadero, basurero industrial y depósito de armas, es hoy un hermoso lugar de paseo con arroyos, peces y aves de todo tipo.
El Estadio de Australia, donde 110.000 personas presenciaron la ceremonia de apertura de los Juegos el viernes pasado, es una de estas edificaciones «verdes». Incluye mecanismos de iluminación y ventilación natural, como pozos de aire en las tribunas que le permiten equilibrar el clima.
También está equipado con un sistema hidráulico mediante el cual toda el agua que cae sobre el techo es almacenada en cuatro tanques gigantes y luego utilizada para el riego del campo.
«Los diseños tratan de responder a las exigencias y necesidades del deporte y de los espectadores. Hay que tener en cuenta que los campos olímpicos quedarán como un legado para la humanidad», explicó el arquitecto del Estadio de Australia, John Baker.
Sin embargo, el estadio, la tercera obra arquitectónica más importante del país detrás de la Opera House y el puente de Sydney, será transformado una vez finalizados los Juegos Olímpicos.
«Todas las gradas inferiores retrocederán 15 metros para que en el futuro se puedan realizar partidos de fútbol y conciertos», explicó Baker.
Las habitaciones de la Villa Olímpica están equipadas con paneles solares que hacen funcionar los sistemas acondicionadores de temperatura y de agua caliente. Los cubiertos usados por los 15.000 deportistas son biodegradables y las sobras de comida son vendidas a jardineros como abono.
La villa es el complejo de vivienda abastecido con electricidad solar más grande del mundo. Alberga a 5.000 personas de forma permanente y cuenta con un centro comercial donde trabajan unas 1.500 personas.
«Los Juegos son la oportunidad para traducir el desarrollo sustentable en beneficios sociales, económicos y ambientales. Noventa por ciento de la basura de las instalaciones, por ejemplo, fue reciclada y vuelta a usar», dijo Maria Atkinson, de la constructora Bovis Lend Lease.
El Estado, las organizaciones ambientales y las empresas privadas trabajaron de forma conjunta para asegurar que el impacto de los Juegos en el ambiente sea mínimo, una política acorde a la filosofía aborigen que rigió esta isla por 60.000 años, antes de la llegada de los británicos.
«Por lo general, las instalaciones deportivas cubren toda la ciudad, pero quisimos concentrar las de Sydney en la bahía Homebush», dijo el arquitecto Lawrence Nield, responsable de las obras.
Los organizadores construyeron 12 campos de juego para 22 deportes en los alrededores de la bahía. En Munich, sede de los Juegos Olímpicos de 1972, y Barcelona, donde se celebraron los de 1992, sólo llegaron a concentrar en un lugar seis recintos deportivos.
El uso de automóviles particulares en las instalaciones olímpicas está prohibido, aunque los espectadores pueden viajar gratis por la ciudad en trenes y ómnibus a gas natural.
«Estamos plantando cuatro millones de árboles en todo el país. Es un programa de forestación de tres años de duración que cuenta con más de 10.000 voluntarios», informó el australiano Duncan Armstrong, ganador de una medalla de oro y otra de plata en los Juegos de Seúl, en 1988.
Muchos de los árboles fueron plantados en la ruta que tomó la antorcha olímpica desde la posta en el Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta hasta Sydney.
La propia antorcha gasta la mitad de combustible que la empleada en los Juegos de Atlanta 1996, aunque logra la misma potencia y luminosidad.
Los recintos para competencias de hipismo, canoa, softball y tiro fueron rodeados por espacios verdes a un costo de 1,5 millones de dólares.
En los sitios donde se realizan los torneos de voleybol de playa y de navegación a vela se logró una considerable reducción de la basura urbana que suele colmar las costas luego de las lluvias, mediante un moderno sistema de filtración.
Sin embargo, la organización ambientalista Greenpeace señaló que la gran falla de Sydney 2000 es el mantenimien de 50.000 toneladas de desechos con dioxinas contaminantes en la bahía Homebush y en la península Rhodes, de la que responsabilizó al gobierno del estado de Nueva Gales del Sur.
El área es una de las cinco más contaminadas por dioxinas del mundo y la única de Australia donde está prohibida la pesca.
Se trata de un legado tóxico de las compañías químicas multinacionales Union Carbide y Orica, que lanzaron los desechos de su producción de pesticidas entre 1950 y 1970, con anuencia de las autoridades australianas.
El gobierno de Nueva Gales del Sur prometió acabar con la contaminación de dioxinas antes de que comenzaran los Juegos Olímpicos, aplicando una moderna tecnología de incineración, pero no lo hizo.
«Los australianos somos consideramos grandes contribuyentes al efecto invernadero del mundo», afirmó el jefe de campaña de la Sociedad de Vida Salvaje, Glen Klatovsky.
«Depredamos más tierras que cualquier otra nación industrializada y nos ubicamos entre los cinco países más depredadores del planeta. Aun lugares que constituyen un patrimonio para toda la humanidad están siendo contaminados», agregó.
La coalición de organizaciones no gubernamentales Green Games Watch 2000 presiona al gobierno para que se someta a las Instrucciones de Sustentabilidad Ambiental requeridas por el Comité Olímpico Internacional.
Pero la preocupación de los organizadores por el ecosistema es «el comienzo de un proceso», coincidieron activistas. Sydney servirá de antecedente para el futuro y el ambiente será una de la claves en la carrera que Beijing, París, Toronto (Canadá), y Osaka (Japón) disputarán para albergar los Juegos de 2008. (FIN/IPS/ap- en-cr/nb/js/rp/mj/en cr/00