Afganos exiliados, entre ellos el ex rey Zahir Shah, impulsan con apoyo de Estados Unidos un plan de paz con eje en una gran asamblea tradicional para discutir la guerra civil.
La propuesta se basa en primer lugar en un antiguo método afgano de resolver las disputas: el parlamento tradicional «Loya Jirga», que sesionó en Kabul en 1945 y estuvo integrado por más de 700 líderes políticos, tribales y religiosos y por académicos.
Ghulam Nabi Chaknauri, un ex político que ahora vive en la ciudad paquistaní de Peshawar, cerca de la frontera de Afganistán, tenía 20 años cuando asistió por primera vez al Loya Jirga, en momentos que el rey Zahir Shah gobernaba el país.
En aquella oportunidad, la gran asamblea se reunió para decidir si los diplomáticos alemanes e italianos que estaban en Afganistán debían ser entregados a las fuerzas aliadas, tras el fin de la segunda guerra mundial (1939-1945).
Ghulam Nabi concurrió a otras dos asambleas semejantes, en 1945 y 1963. Como él, la mayoría de los que estuvieron presentes ya no residen en Afganistán, pues debieron huir por los conflictos que dividieron a la nación por más de dos decenios.
«El pueblo afgano está harto de las luchas. Las partes en pugna han perdido credibilidad y, por tanto, el Loya Jirga es la única esperanza», sostuvo Rasool Amin, ex profesor de la Universidad de Kabul y hoy director del Centro de Estudios Afganos, de Peshawar.
Varios pasos se han dado ya para establecer el Loya Jirga, que reunirá en un lugar aún no definido a las partes en conflicto y a personalidades políticas que se encuentran en el exilio.
Los partidarios del plan «Proceso de Paz de Roma» —denominado así porque en la capital italiana se encuentra su principal impulsor, Zahir Shah— argumentan que el ex rey es clave para la iniciativa, ya que tiene apoyo en todos los grupos étnicos y es visto como el patriarca de la nación.
La idea de implementar un plan de paz con estas características surgió en 1989, cuando las fuerzas soviéticas se retiraron de Afganistán, pero es ahora cuando cuenta con verdadero apoyo, particularmente de Estados Unidos, país que incluso donó dinero para su implementación.
Los esfuerzos están concentrados en convencer a todas las partes de que participen de la iniciativa. Para esto se conformó hace un mes un equipo de ex líderes políticos afganos exiliados en Pakistán.
Encabezados por el ex canciller Hadayt Amin Arsala, cercano a Zahir Shah, el equipo está conformado por Rahim Sherzoy, que fue embajador de Afganistán en Pakistán, Zalmay Rasool, antiguo secretario privado del el rey, y Mohammad Amin Farhang, un académico afgano radicado en Alemania.
«Las conversaciones con las autoridades paquistaníes, incluyendo al canciller Abdul Sattar, han sido muy productivas. Fueron las primeras y Pakistán ya aceptó el proceso» de paz, informó Arsala luego de un encuentro en Islamabad.
Otra nisión viajó luego a Afganistán para mantener contactos en Kabul con el movimiento Talibán, que controla la casi totalidad del país.
Ni los talibanes ni la opositora Alianza del Norte han apoyado públicamente la idea del Loya Jirga. Los talibanes la respaldaron en principio, pero ahora dudan si es el momento propicio para su aplicación.
Los propulsores del plan prevén instalar la asamblea en territorio afgano, pero si esto no fuera posible la llevarían a un territorio neutral, que podría ser Suiza.
Los emisarios del ex monarca planean también visitar Irán y otros estados de Asia central. Observadores afganos creen que Irán respalda el proyecto pero discrepa de los métodos para ponerlo en práctica.
El comité del Proceso de Paz de Roma se reunió en septiembre de 1999 en la capital italiana y decidió que el Loya Jirga se realice en Kabul, con la participación de observadores de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), de la Organización de la Conferencia Islámica (OIC) y de otros organismos internacionales.
«El Loya Jirga puede ser muy positivo. Creo que los afganos apoyan la iniciativa, pero los actores externos tienen algunas reservas», afirmó Ali Madat Muradi, otro dirigente afgano exiliado en Pakistán.
Los opositores al plan arguyen que, si se invoca la tradición, la potestad de convocar a a esa asamblea corresponde a los talibanes, y no el rey.
Pero la constitución de 1964 reconoció el Loya Jirga como una institución política formal y determinó que podía ser convocada por el rey. Esta constitución fue abolida 11 años después, aunque los artículos referidos al Loya Jirga se mantuvieron en el nuevo estatuto.
Existe también controversia en torno del papel del ex monarca en el plan de paz, pues muchos afganos piensan que Zahir Shah, derrocado en 1973, es demasiado viejo como para convertirse en protagonista de la iniciativa.
«Los tiempos cambiaron. La situación en la región no es apta para el regreso del rey», sostuvo Hamed, un periodista afgano. El ex ministro Arsala, por su parte, negó que el ex monarca tuviera pretensiones de retornar a Afganistán.
«No estamos anunciado el regreso del ex rey para restablecer la monarquía. El no está buscando poder político. Sólo dice 'sentémonos y usemos nuestra institución tradicional, el Loya Jirga, para resolver el problema afgano», afirmó Arsala.
«Este año es clave para nosotros. Queremos resolver muchos de problemas relacionados con el proceso de paz. Queremos actuar lo más rápido posible y dialogar con todas las partes», agregó.
Algunos temen que el ex monarca pueda perder el apoyo de los afganos debido a la intervención de Estados Unidos. «Si quieres acabar con una idea, vincúlala con Estados Unidos. Nadie la va a apoyar», advirtió Hamed. (END/IPS/ap-ip/ny/mu/rp-ff/ip/00