RUSIA: El regreso a Medio Oriente

Rusia considera reanudar su papel de copatrocinador del proceso de paz de Medio Oriente y sus relaciones con Iraq y Libia, dos países calificados de «renegados» por Estados Unidos a causa de su supuesto respaldo al terrorismo internacional.

Uno de los asuntos más complejos del proceso de paz de Medio Oriente, que Moscú copatrocina junto con Washington, es la declaración de un estado palestino independiente, eventualidad respaldada por Rusia, según el vicepresidente de la Duma (Cámara Baja), Vladimir Lukin.

Pero un anuncio unilateral de independencia por parte de Palestina, como el previsto para el 13 de septiembre, no conduciría a nada, pues Israel tiene derecho a garantizar su seguridad, dijo Lukin, segundo dirigente del partido liberal Yabloko liderado por el ex candidato presidencial Grigory Yavlinsky.

El presidente ruso Vladimir Putin manifestó el día 11 en Moscú al líder palestino, Yasser Arafat, el respaldo de su país a la independencia de su estado, pero lo instó a acelerar las negociaciones de paz con Israel.

Moscú exhortó a Arafat a actuar con cautela en relación con el estado palestino.

Arafat visitó Moscú en el marco de una gira por más de 20 países en procura de apoyo para la declaración de la independencia palestina tras el fracaso de las conversaciones con el primer ministro israelí, Ehud Barak, celebradas en Camp David, Estados Unidos, con el patrocinio del presidente Bill Clinton.

La Autoridad Nacional Palestina, que controla los territorios de Cisjordania y Gaza de los que se retiró Israel, anunció que declarará la independencia el 13 de septiembre, sin importar si se alcanza para ese entonces un acuerdo de paz.

Pero el fracaso de las conversaciones de Camp David no fue una sorpresa debido a la falta de preparación, argumentó Lukin, ex embajador de Rusia en Estados Unidos.

A pesar de copatrocinar las convesaciones, Rusia desempeñó un papel menor en el proceso en los últimos años porque «en este momento este no es un asunto vital para Moscú», dijo Lukin.

No obstante, en los últimos meses Moscú procuró reparar los vínculos con antiguos aliados soviéticos en el mundo árabe. Rusia se opuso a las políticas occidentales hacia Iraq y Libia y pretende mantenerse en buenas relaciones con Bagdad por varias razones.

Una de ellas es que Rusia es la heredera de la ex Unión Soviética (URSS), gran vendedora de armas a Iraq. En ese sentido, Moscú pretende que Iraq pague sus deudas, calculadas en 7.000 millones de dólares.

La URSS se desintegró en varias repúblicas independientes en 1991.

Las buenas relaciones con Bagdad también le darán a las firmas rusas una ventaja para competir por negocios petroleros con Iraq cuando se levanten las sanciones de la ONU contra ese país.

Esas sanciones prohíben toda exportación iraquí de petróleo, con excepción de la venta de 2.000 millones de dólares de crudo cada seis meses para financiar importaciones de alimentos y medicinas.

Este acuerdo alcanzado en diciembre de 1996 con la ONU representa la primera flexibilización del embargo impuesto a Bagdad tras su invasión a Kuwait en agosto de 1990.

Rusia se ha esforzado por negociar con Iraq a pesar de las sanciones, aunque Moscú precisó que no comenzará a trabajar concretamente con Bagdad hasta que estas se retiren.

Iraq también dejó en claro que, cuando se levanten las sanciones, aquellos países que apoyaron el levantamiento serán los más beneficiados. El premio sería la posibilidad de participar en la explotación de yacimientos iraquíes estimados en 300.000 millones de barriles.

La prensa rusa sostiene que 11 compañías petroleras rusas compraron decenas de millones de barriles de petróleo a la firma estatal iraquí SOMO, en el contexto del acuerdo con la ONU.

Las compras a Iraq se coordinan a través de la compañía petrolera estatal, Zarubezhneft. «Esperamos que se levanten las sanciones para iniciar nuestros proyectos en Iraq», declaró Sergei Omelchenko, portavoz de la compañía.

Un acuerdo para explotar el yacimiento de Qurna Occidental se firmó en marzo de 1997 entre Iraq y un consorcio que incluye a Zarubezhneft y el mayor productor petrolero ruso, LUKoil. El negocio de 3.500 millones de dólares permitirá al grupo ruso explotar yacimientos calculados en 8.000 millones de barriles.

No es de sorprender que Iraq sea la manzana de la discordia entre Moscú y los países occidentales. Rusia criticó en reiteradas ocasiones los bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña contra Iraq en los últimos años, argumentando que la acción viola la carta de la ONU.

El día 15, el canciller ruso exigió una vez más a ambos países que cesen sus ataques contra Iraq.

Así mismo, el mes pasado, Putin aceptó la invitación del líder libio Muamar Gadafi para visitar Libia y exhortó a la ONU a levantar las sanciones contra ese país.

La aceptación de Putin sucedió después de su visita este mes a Corea del Norte y de las negociaciones en Moscú con el viceprimer ministro de Iraq, dos países considerados estados «renegados» por Washington y que fueran aliados de la URSS.

Libia comenzó a salir del aislamiento internacional desde que la ONU supendiera las sanciones el año pasado cuando el país africano entregó a dos hombres acusados por haber derribado un avión de Pan Am en 1988 sobre Escocia.

Las sanciones de la ONU comprendían embargos aéreos y de armas, el congelamiento de los capitales financieros libios en el exterior y la prohibición de importar equipos para la industria petrolera.

La URSS mantuvo fuertes lazos con Libia, sobre todo en la venta de armas. El ex presidente Mijaíl Gorbachov apoyó las sanciones de la ONU contra Trípoli, pero ahora las compañías rusas esperan renovar los lazos con ese país.

«No excluimos futuros negocios petroleros con Libia, aunque aún queda por discutir proyectos concretos», dijo el portavoz de Zarubezhneft a IPS. (FIN/IPS/tra-en/sb/sm/mj-aq/ip/00

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