La muerte de los 118 tripulantes del submarino Kursk, confirmada hoy, es una muestra más de la incapacidad de la marina de Rusia para mantener los restos de la otrora poderosa flota nuclear heredada de la disuelta Unión Soviética.
Además, en términos de política informativa, el incidente fue similar al desastre nuclear de la central en Chernobyl, en 1986, cuando el gobierno soviético admitió la tragedia sólo cuando se constataron altos niveles de radiación en Europa occidental.
La marina de guerra ha sido durante mucho tiempo símbolo del poder de Rusia, y los submarinos impulsados por energía nuclear armados con misiles balísticos eran uno de sus principales pilares.
Pero el hundimiento del submarino Kursk a 1.150 metros de la superficie demuestra que esa potencia es cosa del pasado, cuando la Unión Soviética aún no había estallado en varias repúblicas independientes hace casi 10 años.
«Nuestros peores temores se confirmaron. Ningún tripulante quedó con vida», dijo el comandante de la Flota Septentrional de la marina rusa, Mijail Motsak. Los buzos noruegos que colaboraron en las tareas de rescate constataron este lunes que todos los compartimientos del submarino estaban inundados.
El presidente Vladimir Putin había dicho en los actos del Día de la Marina Rusa, el 30 de julio, que esa fuerza continuaba siendo un paradigma de la fortaleza del Estado ruso y una herramienta clave para su defensa.
Por desventura para la marina, no pasó mucho tiempo para que surgieran pruebas en contrario.
El submarino Kursk se hundió la mañana del día 12 cuando participaba de ejercicios navales en el mar ártico de Barents, pero el accidente no se conoció hasta dos días después. Aun así, la marina aseguró que había ocurrido el día 13.
La ciudadanía rusa manifestaba su preocupación por el destino de los 118 marinos a bordo del Kursk, pero el presidente Putin esperó hasta el día 16 para hacer su primera declaración pública sobre la tragedia y ordenar a la marina que aceptara ayuda de Gran Bretaña y Noruega para el rescate.
Putin, de vacaciones en el balneario de Sochi, en la costa del mar Negro, se excusó de acudir al lugar del accidente con el argumento de que no quería interferir en los esfuerzos de rescate.
Los rusos no parecen compartir ese punto de vista. Incluso el ex presidente soviético Mijail Gorbachov, que había ocultado la gravedad del accidente de Chernobyl, declaró que Putin cometió un grave error al no acompañar a las fuerzas a cargo del rescate.
Dos tercios de los moscovitas afirmaron a una firma encuestadora que el manejo del accidente del Kursk había dañado la reputación de Putin, quien es objeto de duras críticas a medidas que se esfuma la esperanza de salvar a algún tripulante del submarino.
«La conducta de Putin fue inmoral. El presidente debió suspender sus vacaciones. Además, tardó demasiado en aceptar la ayuda extranjera», dijo el líder de la Unión de Fuerzas de Derecha en la Duma (cámara baja), Boris Nemtsov, ex viceprimer ministro durante la Presidencia de Boris Yeltsin.
Putin y la marina son objeto de cuestionamiento también en los medios de comunicación.
«Los marinos son asesinados por la ambición de los almirantes», tituló el diario económico Vremya MN. «¿De quién es el honor que se hunde en el mar de Barents?», se preguntó desde la portada el diario Kommersant.
Los submarinos de crucero de clase Oscar, de 18.000 toneladas y 154 metros de longitud, fueron diseñados en los años 70 con el objeto de contar con una nave capaz de perseguir a los portaaviones estadounidenses.
La marina rusa cuenta con al menos 14 Oscar, armados con 24 misiles y 36 torpedos, incluyendo el Kursk que, bautizado en 1995, era el más nuevo de la flota.
Al igual que los restantes, el Kursk contaba con un módulo de escape instalado debajo de la torre de cubierta, diseñado para separarse del submarino mediante la detonación de cargas explosivas y capaz de llevar a toda la tripulación a la superficie del mar.
Los tripulantes de este submarino estaban bien entrenados para evacuaciones, según fuentes de la marina rusa. Pero esas mismas fuentes afirmaron que el daño en la torre de cubierta y la posible inundación del puente de comando tornaron imposible el acceso al módulo de escape.
Un total de 22 embarcaciones participaban en las maniobras junto con el submarino Kursk, que se hundió al fondo del mar ártico de Barents 1.150 metros debajo de la superficie.
Desde entonces, las fuerzas navales rusas han intentado adherir un vehículo de rescate en la escotilla de emergencia, cuyos serios daños impidieron el rescate, según funcionarios de la marina.
Sin embargo, los buzos noruegos intentaron abrir la escotilla pocas horas después de llegar al lugar. No hallaron ninguna señal de vida.
«Haber vacilado tanto fue un crimen. La decisión de solicitar ayuda occidental se pudo haber tomado en solo dos horas», argumentó Yevgeny Nazdratenko, gobernador de la región de Primorie, donde se encuentra la flota rusa del Pacífico.
Las autoridades rusas dijeron que el accidente pudo haber sido el resultado de una explosión a bordo del Kursk, una colisión con otra nave o una combinación de ambas cosas.
Los primeros informes indicaban que el submarino había sufrido algunos problemas con uno de sus torpedos. Luego, el gobierno intentó deslindar responsabilidades, al atribuir el accidente a un posible choque con un submarino extranjero que espiaba sus ejercicios.
Otra hipótesis consiste en que el Kursk haya sido alcanzado por la explosión de una mina abandonada en el lugar desde la segunda guerra mundial (1939-1945).
Pero la evidencia indica que la explosión ocurrió dentro de la nave, lo que parece afirmar la teoría del torpedo.
El Kursk participaba de maniobras cuando se registraron dos explosiones, separadas por un breve intervalo, en sus compartimentos traseros, en momentos en que podía estar realizando ejercicios con torpedos.
El Departamento Sísmico Noruego constató una pequeña explosión seguida de una mucho más poderosa. La fuerza de la segunda correpondería al estallido de una o dos toneladas de dinamita debajo del agua, equivalente al impacto de los torpedos.
Sería muy vergonzoso para los militares rusos aceptar que los torpedos estallaron por negligencia, señalaron observadores. La renuencia de la marina rusa hace recordar a los tiempos de la Unión Soviética, cuando toda información que perjudicara los intereses del Estado era ocultada.
La marina se negó a brindar datos sobre la tripulación, una actitud que fue equiparada con el estilo soviético de manejo de la información.
Pero el diario ruso Komsomolskaya Pravda publicó una lista completa de los miembros de la tripulación, obtenida de una autoridad naval de alto rango a cambio de una retribución ilegal de 650 dólares. Esta revelación fue otra humillación para la armada.
La única buena noticia fue que el Kursk no tenía armas nucleares a bordo. No existe evidencia aún de rastros de radiactividad, ya que el reactor se cerró automáticamente en el momento de la explosión.
La flota submarina rusa, otrora la más grande del mundo, perdió su hegemonía cuando finalizó la guerra fría hace casi 10 años, con la caída del muro de Berlín y el colapso del bloque socialista liderado por la Unión Soviética.
La falta de recursos para entrenamiento, mantenimiento y modernización obliga a mantener los submarinos rusos más tiempo en puerto que en alta mar.
Rusia se desembarazó de 1.000 submarinos en los últimos 10 años, y el número de naves con misiles nucelares disminuyó de 62 en 1990 a 18 este año, según un informe de la marina.
El gasto en reparaciones y mantenimiento representa apenas 10 por ciento de lo que realmente se requiere, y los salarios del personal son tan bajos que la marina ya no puede mantener las fuerzas especiales submarinas con buzos calificados.
La sola posibilidad de que el subarino nuclear ruso se haya dañado con su propio torpedo y los débiles esfuerzos del gobierno para salvar a la tripulación sembraron serias dudas sobre la capacidad del país en mantener su flota.
«La tragedia del Kursk reveló la real situación de la marina. Por ahora, Rusia es incapaz de mantener la flota submarina heredada de la Unión Soviética», sostuvo un ex comandante de subarminos nucleares y profesor de la Academia Naval. (FIN/IPS/tra- eng/sb/sm/rp-mj/ip/00