El diálogo anual sobre derechos humanos entre China y Australia estuvo marcado por tensiones diplomáticas a causa de la represión de minorías por Beijing y del apoyo de Canberra a un sistema de defensa antimisiles propuesto por Estados Unidos.
El canciller chino Yang Jiechi encabezó una delegación de 12 altos funcionarios, incluso algunos del Ministerio de Seguridad Pública, en las conversaciones con funcionarios de Australia, encabezados por el canciller Alexander Downer.
El diálogo de este año, que terminño el viernes, tuvo como uno de sus puntos principales la preocupación de Australia por la represión en China del movimiento espiritual Falun Gong, al que Beijing proscribió el año pasado por considerarlo "un culto diabólico".
Los esfuerzos de represión de Beijing se extendieron a Australia, donde dos diplomáticos chinos presionaron a consejeros locales de Sidney para que impidieran a miembros de Falun Gong utilizar instalaciones públicas para sus reuniones.
A pesar del diálogo entre ambos gobiernos, organizaciones defensoras de los derechos humanos se lamentaron de que Australia no planteara sus preocupaciones con suficiente fuerza.
Los grupos criticaron la política de China en el Tibet y señalaron que la determinación de Beijing de impedir el separatismo está debilitando lentamente la cultura local.
"La situación de los derechos humanos en China se ha deteriorado desde 1998, cuando comenzó la última ola de represiones", destacó John Greenwell, portavoz de Amnistía Internacional.
"En estos últimos años fuimos testigos de decenas de miles de arrestos y expulsiones de aquellos que se atreven a ejercer su derecho fundamental a la libertad de expresión", agregó.
Las organizaciones de derechos humanos acusaron al gobierno australiano de optar por conversaciones secretas con China en lugar de respaldar las resoluciones de la Comisión de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, donde el debate está abierto al público y a los medios de prensa.
"El diálogo bilateral sobre derechos humanos carece de transparencia, aunque la situación de los pueblos de China y el Tibet se ha deteriorado desde que comenzaron las conversaciones", observó Greenwell.
Paul Bourke, portavoz del Consejo Australiano del Tibet, destacó que "el pueblo australiano tiene derecho a enterarse de los resultados de este diálogo, financiado con dinero de los contribuyentes".
Lo único que los funcionarios australianos confirmaron es que Beijing planteó su preocupación sobre el apoyo de Canberra al sistema nacional de defensa antimisiles que el Congreso de Estados Unidos aprobaría por presión del ejército, a un costo de 60.000 millones de dólares.
La administración de Bill Clinton sostiene que el sistema sería como un escudo de seguridad contra ataques de "estados renegados". Supuestamente, el sistema permitirá a Estados Unidos destruir misiles nucleares enemigos en el espacio, aunque numerosas pruebas fallaron.
El secretario de Defensa estadounidense, William Cohen, reveló en julio que la estación retransmisora satelital de Pine Gap, situada en el Territorio del Norte australiano, sería utilizada para probar el sistema antimisiles.
"Australia juega un papel importante en la advertencia temprana, y esperamos que esto continúe en el futuro, si nuestro sistema de defensa antimisiles se concreta", expresó Cohen durante una visita a Australia.
Así, el ministro confirmó lo que el gobierno australiano había intentado ocultar hasta ese entonces.
Un mes antes de la visita de Cohen, el senador Robert Hill, del partido de gobierno, se había negado a informar si se usarían bases australianas como parte del sistema antimisiles de Estados Unidos.
"No respondemos preguntas sobre cuestiones de seguridad", dijo en mayo a un comité parlamentario.
China, que rechaza el plan de Estados Unidos al igual que Rusia, está furioso por el apoyo de Australia.
"El gobierno de Australia debería aprender del pasado y no dejarse utilizar más", aconsejó el diario People's Daily, órgano oficial del Partido Comunista chino.
El sistema nacional de defensa antimisiles "dañará a Australia y descontrolará la carrera armamentista mundial", advirtió el periódico.
"Se desarrollarán armas de ataque más sofisticadas y el mundo será más peligroso", añadió el embajador de China en Australia, Zhou Wenzhong.
El canciller Downer intentó justificar su apoyo al plan estadounidense arguyendo que Australia no tiene otra opción, porque de lo contrario se terminaría la alianza militar entre este país, Nueva Zelanda y Estados Unidos. (FIN/IPS/tra-en/bb/js/mlm/ip-hd/00