El vicepresidente Al Gore intenta atribuirse mérito en el auge económico de Estados Unidos para descontar la ventaja que le lleva en las encuestas su rival en las elecciones presidenciales del 7 de noviembre, el candidato republicano George W. Bush.
La proclamación de Gore como candidato demócrata, el miércoles en la Convención Nacional del Partido Demócrata, fue una mera formalidad, ya que el vicepresidente no tenía competidores en el partido.
La convención, reunida en Los Angeles, sobre la costa del Pacífico, comenzó el lunes con un tributo a la era del presidente Bill Clinton y de su vice Gore (1992-2000). En su intervención, Clinton destacó logros de su administración, critió a los republicanos y apoyó a Gore, un aspirante necesitado de ayuda.
Como fue el caso de la Convención del Partido Republicano, celebrada hace dos semanas en Filadelfia, cercana a Nueva York, el clima en el estadio Los Angeles Staples Arena fue más el de una festiva congregación de personalidades que el de un partido político que debe prepararse para una dura pelea.
El resultado de las elecciones de noviembre parece depender de votantes indecisos más atentos al carácter y el estilo personal de los candidatos que a sus ideas políticas.
Consciente de las demandas de los electores, Gore intentó fortalecer su imagen. «¿Qué tienen en común Clinton y un trabajador de la industria automovilística», preguntó un comediante. «Que los dos podrían ser reemplazados por un robot», explicó.
«Conozco mis defectos», dijo el jueves Gore, uno de los dos robots del chiste. «Sé que algunas personas me consideran demasiado serio, que me atribuyen un discurso excesivamente formal. Pero la lucha por la Presidencia es más que una prueba de popularidad», señaló.
Los asesores de Gore dicen que escribió cada palabra de su discurso ante la convención y varios analistas observan que su campaña no tuvo eje rector y que no ha podido crear entusiasmo entre los votantes.
«Al Gore tiene dos grandes problemas: Bill Clinton y Al Gore», comentó Bob Herbert, columnista del diario The New York Times.
«Bill Clinton es un problema, pues Gore lo necesita, pero también desearía tomar distancia de él", observó Herbert.
«Pero el mayor problema es el propio Al Gore. La falta de entusiasmo por el señor Gore de algunos de los grupos que tradicionalmente han sido sostén de los demócratas, especialmente los negros y los sindicatos, es palpable y potencialmente devastadora", advirtió.
El vicepresidente, un antiguo ecologista, se ha comprometido a «limpiar el aire y el agua» , a controlar la tenencia de armas por los particulares, a aumentar el salario mínimo y a defender la seguridad social.
Ha anunciado que dispondrá servicios de salud para todos los niños y que mantendrá las leyes que permiten el aborto.
Pero también causó malestar en algunos sectores sindicales, como los trabajadores de la industria siderúrgica, al respaldar al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que agrupa a Canadá, Estados Unidos y México, y su sesgo conservador ante algunos asuntos polémicos le enajenaron el voto de la opinión más progresista.
La cantidad de votos que le podría arrebatar Ralph Nader, el candidato del Partido Verde, es materia de opinión. Nader, que ha conseguido más apoyo del esperado, logra entre ocho y 12 por ciento de la intención global de voto en estados decisivos del oeste.
Los demócratas confían en que, ante el riesgo de la victoria del republicano Bush, muchos «verdes» de Nader se vuelquen a favor de Gore, que para estos representaría un mal menor. Pero no todos los analistas coinciden con ese pronóstico.
Gore presentó la semana pasada como su compañero de fórmula electoral a Joseph Liebermann, senador por Connecticut y representante de la comunidad judía estadounidense.
Desconocido por muchos votantes, Lieberman fue uno de los primeros legisladores que denunciaron a Clinton por sus relaciones sexuales con la pasante de la Casa Blanca Mónica Lewinsky, un caso desastroso del que Gore intentó tomar distancia.
La elección de Lieberman, un político ampliamente respetado y hombre de familia, sumó peso moral a la campaña de Gore y dio a los electores la oportunidad de romper una barrera étnica, llevando por primera vez en la historia del país a un judió a la Casa Blanca.
No obstante, algunos analistas puntualizaron que el aspirante a la vicepresidencia lleva a los demócratas aún más a la derecha.
Lieberman «es un hombre de bien en un sistema en que la política es sucia, corrupta y cínica», destacó Paul Bass, director del diario New Haven Advocate, del estado del candidato a la vicepresidencia.
Pero también «fue uno de los primeros demócratas que comprendieron que su futuro político les exige transformar el partido en una versión 'light' del Partido Republicano», dijo Bass.
Lieberman es duro frente al delito y las drogas y se opone a los derechos de los homosexuales y a la llamada acción afirmativa. En cambio, «favorece la oración en las escuelas y los subsidios a las empresas privadas», destacó.
Bass afirmó que Lieberman sale bien parado de su comparación con Richard Cheney, el candidato republicano a la vicepresidencia, quien, según aseguró, ha sacado provecho de las relaciones que hizo como secretario de Defensa durante la guerra del Golfo (1991).
Cheney abandonó el Departamento de Defensa para ponerse al frente la compañía Halliburton, de Texas, proveedora de equipos para la industria petrolera, y ganar millones de dólares.
Bass pasó revista a la transparente vida personal de Lieberman, una rareza en los círculos políticos de Estados Unidos, para concluir que, en líneas generales, «escogerlo fue una decisión inteligente de Gore».
El último vicepresidente que ganó elecciones presidenciales fue George Bush, el padre del actual candidato republicano, que luego, en 1992, sería derrotado por Clinton, cuando aspiraba a un segundo periodo de gobierno.
La lucha por la Presidencia se perfila esta vez como una lucha entre dos candidatos, Bush y Gore, que intentan escapar de la sombra de dos ocupantes de la Casa Blanca. (FIN/IPS/tra- en/ks/da/ff/ip/00