/BOLETIN-DD HH/ SRI LANKA: Viudas de guerra reclaman indemnización

La polvorienta calzada de tierra en este remoto caserío del centro-norte de Sri Lanka es como cualquier otra senda aldeana de la zona seca de este país surasiático, excepto por la señalización.

Un cartel recién pintado y fijado en un poste de cemento y ladrillos tiene escrito en grandes letras negras: "Avenida Ranaviru (héroe de guerra) Ranjith Jayaweera".

Y no es el único. Laburonuwa tiene varias calles cuyos nombres honran a caídos en el conflicto étnico que asuela a esta nación insular.

Desde hace 17 años, los Tigres de Liberación de Tamil-Eelam luchan por una patria independiente para su grupo étnico, que es mayoritario en el norte y este de este país pero minoritario respecto del resto de la población, mayoritariamente cingalesa.

En Laburonuwa, donde viven más de 200 familias cuya actividad principal es la agricultura, casi todos perdieron padres, maridos, hijos o hermanos que se habían incorporado a las fuerzas gubernamentales para luchar contra los separatistas Tigres de Tamil.

Mientras la aldea honra a sus caídos, los residentes se quejan de que el gobierno ha olvidado a los soldados muertos y sus familias.

Ajantha Weeraratne, de 24 años, cuyo marido soldado murió el año pasado, afirmó que las promesas no se cumplieron, porque ni ella ni sus hijos recibieron ningún tipo de compensación. "Hemos quedado en la indigencia", declaró.

Un vocero militar en Colombo dijo a IPS que los parientes más cercano de los soldados abatidos en combate tienen derecho a una compensación equivalente a 1.300 dólares. El soldado caído también recibe una promoción de rango póstuma, y su familia cobra el salario que tendría hasta su retiro, además de una pensión.

"La compensación debe ser pagada al familiar entre tres y seis meses después del deceso del combatiente, y el salario continúa abonándose después de su muerte. Las demoras en el proceso son raras, a menos que la documentación del pariente más cercano necesite ser verificada", explicó.

Según el portavoz, las complicaciones surgen cuando el soldado pone en la lista a sus parientes de sangre como familiares más cercanos en lugar de su esposa.

No obstante, muchos grupos cívicos se han quejado en años anteriores por la falta de un sistema de apoyo para dependientes de soldados muertos o inválidos.

Un programa del gobierno iniciado este año para asistir a viudas de guerra, soldados inválidos y sus familiares fue criticado porque llegó demasiado tarde.

Los partidos de oposición descalificaron la iniciativa afirmando que es una maniobra para dar más posibilidad a la alianza gobernante de ganar las próximas elecciones parlamentarias.

La presidenta Chandrika Kumaratunga pidió a sus funcionarios y legisladores de la alianza oficial que prepare una lista de viudas de guerra, heridos y sus familias. El gobierno prometió viviendas y otros beneficios para esa gente, además de proporcionar trabajo a los discapacitados.

Sin embargo, la gente de Laburonuwa y otras aldeas vecinas todavía no se enteraron de las últimas novedades. El marido de Weeraratne, Lalith Kumara Samarasekera, fue abatido por los Tigres el 15 de octubre de 1999, cuando ella estaba embarazada de cuatro meses.

Ahora, Weeraratne vive en una pequeña choza con techo de paja junto con sus cuatro hijos. La vivienda está vacía excepto por tres sillas de caña rotas y una cama desvencijada.

"Con él, la vida era dura pero siempre había esperanza", dijo, recordando cómo trabajaba en su pequeña granja mientras Samarasekera enviaba desde el frente de batalla suficiente dinero para comprar víveres y artículos esenciales para la familia.

La pareja tenía esperanzas de construir una casita de ladrillos e incluso habían comprado los materiales, pero tuvo que venderlos después de la muerte de su marido para alimentar a la familia. "Cuando nacieron los mellizos me vi obligada a vender hasta la bicicleta de Samarasekera", contó.

La mujer llenó innumerables formularios en la oficina militar más cercana con la esperanza de obtener la compensación prometida, pero los funcionarios le hicieron cada vez más demandas y le pidieron papeles que no tenía.

"¿Cuántas veces más debo hacer esto antes de lograr justicia?, preguntó rompiendo a llorar. "Mi marido sacrificó su vida por el país".

¿Por qué tenemos que ir y suplicar a las autoridades lo que nos pertenece por derecho?", agregó.

Según Sheela Ratnayake, que trabaja con una organización no gubernamental (ONG) en el centro-norte, "la burocracia es muy lenta y las viudas deben sufrir en silencio", comentó.

La mayoría de los reclutas de las fuerzas armadas srilankesas proceden de aldeas como Laburunowa y, en su momento, se mostraron orgullosos de unirse al esfuerzo bélico contra la rebelión tamil.

Sin embargo, las cosas cambiaron. "Los jóvenes ya no quieren combatir porque saben que después de algunos meses de entrenamiento los mandarán al frente para morir", dijo un anciano de la aldea.

En otra parte de Laburunowa, la joven Ranjani Pushpachandra, de 23 años, llora porque no pudo tener un hijo antes que su marido muriera.

"Mi pecho está ardiendo", sollozó, recordando el día cuando se le informó que su esposo había caído en combate, justo tres meses después del casamiento.

Ahora cobra el salario del marido, pero no la otra compensación. "¿Debemos rogar a los funcionarios por nuestros derechos?", preguntó indignada. (FIN/IPS/tra-en/fs/mu/ego/mlm/ip-hd/00

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