Mujeres parlamentarias de Africa austral dicen enfrentarse con obstáculos «muy sutiles» para debatir cuestiones de género, una situación que atribuyen a los prejuicios de sus pares varones.
Las legisladoras namibias, por ejemplo, pueden hacer valer su voz en los plenarios y comisiones, pero tienen dificultades para imponer su agenda a pesar de los grandes avances registrados en cuestiones de género, sostuvo la diputada opositora Rosa Namises.
«En las comisiones no contamos con apoyo para decisiones que más nos interesan. Existen todavía muchos prejuicios culturales y sociales entre nuestros pares», se lamentó.
«El principal impedimento sigue siendo la división, la línea que nos separa de los demás legisladores. El hecho de que seamos mujeres, vistas para ocupar una posición femenina en la vida, mantiene la brecha», agregó Namises.
La parlamentaria fue una de las 40 delegadas que asistieron este mes a un taller de trabajo regional de una semana sobre los debates parlamentarios de cuestiones de género.
El principal objetivo del taller, organizado por la organización no gubernamental Centro y Red de Recursos Femeninos de Zimbabwe, fue el intercambio de ideas y experiencias de parlamentarias de la región para combatir los problemas de género.
La proporción de mujeres en cargos políticos en Africa austral llega en muy pocos casos a 30 por ciento, el porcentaje recomendado cinco años atrás por la Cuarta Conferencia Mundial Sobre la Mujer en Beijing.
La participación femenina en los procesos de decisión fue uno de los puntos destacados en aquella ocasión.
La Comunidad para el Desarrollo de Africa Austral (SADC) se comprometió en 1997 a asegurar la igualdad de género en los procesos de toma de decisión y una representación femenina mínima en cargos políticos de 30 por ciento para 2005.
Sin embargo, un estudio reveló que todavía existen muchos países por debajo de la proporción mínima acordada, si bien se registró un aumento de las mujeres en cargos políticos en términos absolutos.
Aunque Mozambique, Seychelles y Sudáfrica integran el grupo de 10 países con mayor porcentaje de parlamentarias del mundo, el promedio de representación política femenina regional es inferior a 15 por ciento, informó la presidenta de Mujeres en la Ley y Desarrollo en Africa, Gladys Mutukwa.
De los 13 partidos con representación en el parlamento sudafricano, sólo ocho cuentan con diputadas. Hay 117 legisladoras, que representan 26 por ciento de los 442 escaños. En las primeras elecciones democráticas de 1994, la proporción fue de 27,7 por ciento.
En Zambia hay 14 legisladoras, seis electas y ocho designadas por la Presidencia. En Namibia, de 72 parlamentarios, 18 son mujeres. Tres ministras y cuatro subsecretarias participan en el gabinete.
Sin embargo, las elecciones parlamentarias de junio en Zimbabwe demostraron que los compromisos no significan nada y que la meta del 30 por ciento está más lejana de lo que parece. La cantidad de legisladoras bajó de 22 a 12.
Para Mutukwa, el número no es tan importante porque una mayor representación femenina en el parlamento no garantiza atención para las cuestiones de género.
«Si los derechos humanos de las mujeres logran promoción adecuada y protección legal, los activistas y todos los individuos contarán con una base sólida para cambiar prácticas y políticas», dijo Mutukwa.
La discusión parlamentaria de cuestiones de género o derechos humanos de las mujeres es recibida en ocasiones con bromas, desdén, desinterés, paternalismo, hostilidad e incluso total ignorancia.
Además de la hostilidad de sus pares varones, otro obstáculo para el avance de las mujeres corresponde a las propias legisladoras. «En Namibia participamos del proceso de decisión desde diferentes ángulos. Nuestro esfuerzo está dividido entre los partidos políticos», señaló Namises.
«Nuestra causa es una sola y deberíamos participar unidas», expresó. Además de las diferencias, Namises citó intimidaciones por parte de diputados oficialistas. A veces, dijo, se siente disminuida por las respuestas de sus pares y tiene la noción que el espacio femenino en la asamblea es limitado.
«Algunas respuestas son rayanas en la insensibilidad. Nuestro número limitado resulta en una representación desigual en las comisiones. En algunas no participamos, lo que limita nuestro acceso a la información y dificulta las transformaciones», dijo.
Namises tambien considera necesaria la unión entre activistas de organizaciones no gubernamentales y parlamentarias. El trabajo parlamentario es un camino solitario y «un lugar donde comprobé la situación en que se encuentran las mujeres», explicó.
«Experimenté algunos momentos difíciles con mis pares mujeres porque los asuntos en discusión o la forma que eran debatidos no tenían conexión con la vida real. La cordialidad está bien, pero fracasamos cuando se trata de corregir los conflictos que nos dividen y que nos impiden actuar unidas», dijo.
Pero hubo progresos. La violencia contra las mujeres es ilegal casi en todas partes. Tambien se produjeron movilizaciones a escala mundial contra prácticas tradicionales dañinas.
En muchos países, nuevas estrategias de salud salvaron la vida de miles de mujeres. Además, una cantidad sin precedentes de mujeres abrazaron la carrera política y asumieron puestos decisivos en gabinetes de gobierno y otros órganos.
Sobre todo, más países han comprendido que la igualdad de género es un requisito ineludible para alcanzar el desarrollo.
En términos económicos, la inequidad sigue siendo amplia. Las mujeres ganan menos, sufren más el desempleo y en general son más pobres que los hombres. En gran medida, el trabajo femenino es de tiempo parcial, informal, irregular e inestable.
«El hecho de que las mujeres tengan funciones productivas y reproductivas sigue siendo raramente reconocido», apuntó Annan.
La ayoría de los países aún no admiten la posibilidad legal de que las mujeres posean tierras y otras propiedades. Muchas naciones legislaron contra la violencia femenina, que, sin embargo, sigue en aumento, sobre todo con las guerras civiles que toman de blanco poblaciones civiles.
Dos tercios de los 110 millones de menores que no van a la escuela son niñas. También son más las niñas que los varones que abandonan sus estudios sin completarlos. (FIN/IPS/tra- eng/lm/sm/ego/rp-mj/ip/00