Los seguidores de Confucio definen a un maestro como «aquel que continúa intentando algo a pesar de saber que es en vano». Quizás esta sea la mejor manera de describir al activista y catedrático Noam Chomsky, uno de los escritores más prolíficos de Estados Unidos.
En su último libro «Países renegados: la regla de la fuerza en los asuntos internacionales», hace una dura crítica a los países ricos de Occidente y afirma que la situación de los derechos humanos en el mundo no registró una mejoría clara desde la caída de la cortina de hierro.
Los países liderados por Estados Unidos quebrantan el derecho internacional mientras acusan a sus víctimas de «naciones renegadas, sin ley, que necesitan disciplina», advirtió Chomsky, profesor de semiótica y lingüística del Instituto de Tecnología de Massachussets.
El libro recopila los últimos discursos y artículos de Chomsky publicados en diversos periódicos. En conjunto, constituye un estudio de los métodos empleados por Occidente para dominar al mundo, según Chomsky, quien se apoya en documentos militares de Estados Unidos y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El libro afirma que, tras el colapso de la Unión Soviética, Washington necesitaba un nuevo enemigo exterior para distraer a los ciudadanos de sus problemas internos.
La criminalidad, en particular el narcotráfico, era rampante en los años 80. Tanto, que la Comisión Nacional de Justicia Penal llegó a afirmar que la delincuencia «explota una tensión racial latente con propósitos políticos, que poco o nada tienen que ver con el delito por sí mismo».
Poco después llegaron los chivos expiatorios: Cuba —por su política contra Estados Unidos en Angola y Sudáfrica— las naciones árabes y los fundamentalistas en Medio Oriente. Fueron llamados «países renegados» («rogue states»), capaces de lanzar bombas y aterrorizar a los occidentales.
Chomsky sostuvo que «país renegado» es el calificativo usado por Washington para definir a aquella nación soberana que lo desafía y puede llegar a atacar blancos occidentales. Pero acusa a Estados Unidos por tener actitudes similares a las que denuncia.
Recordó, por ejemplo, la comisión de la ONU para investigar los crímenes en la guerra civil de Guatemala, que atribuyó a Estados Unidos la responsabilidad por casi todas las violaciones de derechos humanos cometidas.
Al presentar sus conclusiones, el presidente de la comisión afirmó que el gobierno estadounidense y las compañías privadas «ejercieron presión para mantener la arcaica e injusta estructura socioeconómica del país». Washington acusó al informe de «injusto».
«Hay una parte de la historia de América Latina que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses ignoran», dijo Chomsky.
El libro detalla cómo Europa quiso ayudar a las naciones centroamericanas a consolidar la democracia, pero Estados Unidos lo impidió, con lo que le dio entrada a la Unión Soviética. «Eso era justamente lo que Washington quería: pelear con los comunistas ateos y destruirlos», afirmó el académico.
La guerra fría es presentada como una creación de Estados Unidos, un método de propaganda que estimuló al pueblo de este país a apoyar a sus líderes, quienes pasaron por alto el derecho internacional para «salvar al mundo de los horrores del anticristianismo y el despotismo de los soviéticos».
Pero este libro tampoco perdona a los líderes latinoamericanos, y menciona a economistas del Banco Mundial según los cuales los gobernantes de esa región están movidos por el deseo de vivir como en las sociedades más industrializadas de Occidente.
El libro destaca casos como el del juez brasileño Nicolau dos Santos Neto, quien, según Chomsky, posee un apartamento de 800.000 dólares en el centro de Miami y una fortuna de dos millones de dólares en los bancos de Florida y otros cuatro millones en bancos suizos.
Europa, por otra parte, es considerado el padrino de los «renegados». El mejor capítulo del libro, titulado «El legado de la guerra», describe la brutalidad de la conquista de América y la pobreza que dejó como legado en el continente.
Contrasta esta actitud con la del imperio japonés, el cual procuró siempre mantener a sus colonias en igualdad de condiciones socioeconómicas.
La única colonia europea que escapó de la devastación fue Estados Unidos, debido a que Gran Bretaña estaba ocupada peleando con Francia e India durante la guerra de la independiencia.
La guerra de Gran Bretaña con la India colonial, entonces el centro comercial más rico del mundo, llevó a esa nación a la ruina. La pobreza se multiplicó e India nunca volvió a ser la misma.
La obra de Chomsky no siempre tiene éxito en atrapar a los lectores, pero es una lectura obligada para expertos en derecho internacional y ciudadanos preocupados.
«Las políticas estdounidenses son sumamente importantes para el mundo entero. Al no tener ahora ningún impedimento, Estados Unidos es capaz de usar su poder con mayor libertad que antes, sin preocuparse por los intereses del Sur», dijo Chomsky a IPS.
El autor no acusa necesariamente al capitalismo por la hipocresía política de los países liderados por Estados Unidos.
Chomsky termina su trabajo dejando una esperanza: «Ha habido, sin embargo, una mejora sustancial en muchos aspectos de la vida del hombre, lo que parece indicar que el progreso, aunque a veces amenaza con agonizar, continuará». (FIN/IPS/kr/da/rp/mj/cr ip dv/00