(Arte y Cultura) CHINA: Proyecto de teatro nacional crea áspero debate

El diseño futurista de un arquitecto francés para el Gran Teatro Nacional de China dio lugar a una guerra verbal entre los partidarios de lo tradicional y lo moderno, lo idealista y lo pragmático, lo cosmopolita y lo nacionalista.

Tras 40 años de reveses y la vergonzosa cancelación de una ceremonia inaugural el 1 de abril, la construcción finalmente comenzará en Beijing este otoño boreal.

Sin embargo, es improbable que se puedan silenciar las numerosas críticas procedentes de todo el espectro social. El debate no se refiere sólo a cómo debe lucir el teatro, sino que también se discute si debe ser construido.

Muchos arquitectos se mofan del proyecto, una gran burbuja de titanio y vidrio, diciendo que es "un huevo de pato". Otros afirman que el costo de 360 millones de dólares es ridículo para un país que todavía se debate en la pobreza y el atraso.

Los tradicionalistas arguyen que su diseño de vanguardia no encaja en el corazón de la capital china, que está llena de construcciones emblemáticas como la Ciudad Prohibida y la Plaza Tiananmen.

Entre el coro de objeciones, las voces que menos se oyen son las de los habitantes de Beijing, quienes recuerdan que el terreno ahora vacío para la construcción del teatro había sido designado para el edificio del Congreso Nacional del Pueblo (parlamento).

Hasta hoy, los miembros del parlamento no tienen un sitio fijo para trabajar, reunirse con sus electores o discutir con otros legisladores.

El Congreso se reúne una vez al año, en una bien ensayada sesión de 10 días que tiene lugar en el Gran Sala del Pueblo. A pesar de su nombre, se trata solo de un lugar de ceremonias y no de un centro de genuinas actividades cívicas.

Las decisiones votadas por el Parlamento son adoptadas por los dirigentes del Partido Comunista a puertas cerradas antes de la sesión, y las voces disidentes jamás se oyen.

"Para los líderes del Partido Comunista, tener un edificio con oficinas para los representantes del Congreso es un despilfarro de dinero", dijo un intelectual de Beijing.

"Necesitan el voto parlamentario, no sus deliberaciones. El partido abrevió incluso la sesión anual del Parlamento. En los años 80, la asamblea acostumbraba a reunirse 15 días, ahora solo 10 días", añadió

Pocos, fuera de los críticos del proyecto del arquitecto francés Paul Andreu, están enterados de la pugna entre el Congreso Nacional del Pueblo y los proponentes del teatro en los años 70.

Lo que se menciona a menudo en torno a la historia del teatro es el nombre del extinto primer ministro Chou En-Lai. En 1958, Chou ordenó que el lado oeste de la Gran Sala del Pueblo fuera despejado de edificios para dar cabida al teatro.

La construcción nunca comenzó. La hambruna se abatió sobre el país durante el Gran Paso Adelante (1958-1960), una propuesta irreal del líder Mao Tse Tung para una rápida industrialización, por lo cual todo gasto artístico se suspendió.

En los 10 años siguientes a la Revolución Cultural (1966-1976), los jóvenes Guardias Rojos, bajo la guía de la ultraizquierdista Banda de los Cuatro, pretendieron destruir todos los valores de la cultura tradicional. Varias universidades y academias cerraron y toda creación artística fue desalentada.

No fue hasta después que la política del carismático líder Den Xiaoping abriera las puertas de China, a fines de los años 70, que resurgieron los planes para la construcción del teatro nacional.

No obstante, en la atmósfera liberal que imperó inmediatamente después de la Revolución Cultural, un lugar de trabajo para los miembros del Parlamento fue considerado más importante que la construcción del teatro.

El lugar siguió siendo un terreno vacío mientras los parlamentarios y el ministerio de Cultura se enfrentaban para darle un destino.

"Los líderes chinos en los años 90 decidieron erigir el teatro, uno muy grande. Sus prioridades cambiaron de corregir los errores del pasado a proyectar la imagen de un país culto y moderno", apuntó un observador extranjero.

El proyecto de Paul Andreu sin duda es ambicioso. Famoso por sus aeropuertos en París, Yakarta y Seúl, el arquitecto francés diseñó una burbuja transparente de 55 metros de alto para albergar a cuatro salas y 6.000 espectadores, todo sobre un lago artificial.

"En efecto, el proyecto recuerda a un huevo, pero solo en apariencia. En realidad contiene todas las complejidades de la vida en gestación y alberga una promesa", declaró Andreu en un reciente comentario, defendiendo el plan de su futura obra.

"Cuando los países europeos construyeron sus óperas en los siglos XVIII y XIX, ninguno de ellos había resuelto el problema de la pobreza", arguyó, en clara referencia a las objeciones por el costo de la obra.

"De todas maneras, esos edificios se transformaron en monumentos y fueron una fuente de orgullo para todos", agregó.

Sin embargo, para algunos arquitectos e ingenieros chinos, el proyecto es demasiado costoso, erróneamente concebido e inapropiado para el lugar, junto a la Plaza Tiananmen.

"Desentona con nuestra tradición nacional y carácter local", opinó Pan Suyao, un prominente arquitecto de Hong Kong.

En junio, 49 miembros de la Academia de Ciencias y de la Academia de Ingeniería de China, así como 108 arquitectos, enviaron peticiones al gobierno para que suspenda al proyecto.

En las peticiones, los científicos advirtieron que una burbuja traslúcida no encaja en una ciudad como Beijing, notoria por sus tormentas de arena y aire sucio. Al final, previnieron, si se construye el teatro, será una instalación elitista reservada solo para los ricos. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/ego/mlm/cr/00

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