La cocina se ha constituido para muchas personas en Argentina en trinchera de lucha contra el desánimo que genera en la sociedad la falta de empleo y la caída de los ingresos.
Ese lugar, que por décadas representó el cautiverio de las mujeres, hoy es el escenario elegido por miles de argentinos para disfrutar del arte culinario, estudiar gastronomía y, para algunos, una manera de convertirse en estrella de televisión.
Un reflejo del interés que despertó la gastronomía es la aparición de una nueva señal de televisión por cable en América Latina, elgourmet.com, que se propone transmitir a la región diversos programas de cocina durante las 24 horas, cuyas emisiones ya se emiten en Argentina, México y Perú.
A través de esta señal de televisión especializada se puede ver preparar riñones de pollo al jerez o masas dulces para el café, además de escuchar distintos comentarios sobre vinos.
La oferta oscila entre programas que se asemejan a documentales y los de degustaciones, que proponen compartir una tertulia de bebedores más o menos conspicuos.
El canal de "cocineros" y su versión en Internet fue la coronación de un proceso que se manifestaba en un puñado de programas de televisión que hacían de la cocina su escenario exclusivo o, al menos, el principal.
En los casos de programas tipo revista, la cocina de la televisión estaba unida al living adonde se ubicaban los invitados.
Sin embargo, el formato ha cambiado en la actualidad, como ocurre con el que conduce el argentino "Gato" Dumas, quien cocina los sábados por la noche desde distintos lugares de su país.
La cocina de Dumas se traslada a la montaña, entre la nieve, o junto algún lago, río, catarata o playa, sin importar si hay calor o bajas temperaturas. Los platos se corresponden con cada lugar, que así se conoce más profundamente.
En cambio, el vasco Karlos Arguiñano, más tradicional, presenta su programa desde una clásica cocina y sin asistentes. Su popularidad creció con esta nueva pasión por redescubrir los placeres de lo tradicional, lo cotidiano y lo simple, un ámbito en donde los deseos y satisfacciones están más al alcance.
Arguiñano tardó en comprender la magnitud del fenómeno, por el cual un vasco -que llegaba a la audiencia a través de un canal de cable- se transformó en uno de los cocineros más conocidos de Argentina.
Ahora tiene su programa en elgourmet.com, donde cocina con ingredientes argentinos acompañado de sus libros, revistas y fascículos.
Sus recetas salen desde este mes en forma de fascículo semanal con el diario Clarín, el de más ventas de este país, y también se ofrecen aparte a un dólar por semana. Cada número de esta colección, que ya va por el sexto ejemplar, está dedicado a un tipo de comida.
Pero el fenómeno de difusión de este placer hedonista es cada vez más amplio y, como un vino que se vuelca sobre una superficie plana y permeable, va penetrando y embriagando a actores, periodistas, músicos, guías de turismo o escritores, que crean exquisitos cócteles con el batido de sus oficios.
Uno de ellos es el actor Pablo Alarcón, quien se lanzó a una puesta en escena para nada tradicional. Montó un restaurante en una sala teatral y el público es invitado a comer dos platos con vino y café por el mismo precio de la entrada al espectáculo.
La obra, que se llama "El Cocinero", se compone de una serie de monólogos acerca de la historia de la comida, que comienza con "la manzana de Adán", como comenta el propio Alarcón vestido con delantal y el tradicional sombrero blanco y aireado.
La obra se ofrece con el menú y alterna con música de jazz en vivo.
Otro ejemplo original es el caso del periodista Víctor Ducrot, quien luego de trabajar como corresponsal para diversos medios internacionales escribió el libro "Los sabores de la patria" y ahora abrió un restaurante en su domicilio.
Sin carteles ni propaganda, Ducrot permite ingresar a su casa a los primeros 20 comensales, previa reserva de mesa, y allí devela los secretos sobre la cocina tradicional argentina y los de otras culturas culinarias que conoció en sus viajes por el mundo como periodista.
Las ideas siguen pululando aquí y allá. Un erudito lector de Jorge Luis Borges, que pasea por Buenos Aires cada 15 días a turistas que quieran conocer los vínculos entre el autor de "El Aleph" y el barrio de Palermo, también cocina en su casa para amantes de la literatura utilizando el nombre de un autor en homenaje.
También existen otros dueños de restaurante que se acercan a la mesa de cada comensal, conversa con ellos, y resuelve qué les va a preparar. La comida allí es una sorpresa y los clientes se entregan gustosos al juego de que un experto decida por ellos.
Así, la pasión por cocinar hace rato que dejó de ser en este país un fenómeno exclusivamente femenino, sobre todo desde que se presenta como una alternativa muy redituable para los más jóvenes que, con su interés más desprejuiciado por entrar en la cocina, empujaron la multiplicación de las escuelas gastronómicas.
Una cocinera, que ganó fama por preparar repostería sobre patines, fue invitada ahora a conducir un programa propio en el que alternará deportes de riesgo con la cocción del baño de chocolate. Todo vale para mantener viva la llama, aunque sea la de la hornalla. (FIN/IPS/mv/dm/cr/00