El presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, emprenderá este jueves y el viernes en la cumbre regional de Brasilia la etapa final de la misión que se impuso de unir a América del Sur.
La consolidación del Mercado Común del Sur (Mercosur), aunque con deficiencias, y el gran peso geográfico y económico de Brasil, sirve de base al proyecto de hacer de la región un «espacio integrado» para su mejor inserción en el mundo.
Cardoso hizo su aporte personal con la amistad desarrollada con mandatarios de países vecinos, con la negociación que encabezó para poner fin al conflicto fronterizo de medio siglo entre Ecuador y Perú, y mediante el acercamiento a Venezuela y las frecuentes visitas que intercambió con sus pares.
Algunas amistades, como la que lo une al presidente chileno Ricardo Lagos, se remontan a los años 60, cuando Cardoso estaba exiliado y era reconocido como sociólogo e investigador. Su prestigio intelectual también favorece su acción internacional.
Convertido en político en la madurez, cuando se convirtió en suplente de un senador en 1978 y titular de un escaño cuatro años después, siempre se señaló su ambición y calificaciones para hacerse cargo de la cancillería.
Llegó a esa posición en octubre de 1992, pero la ocupó solo siete meses, para abandonarla por el Ministerio de Hacienda y conducir el plan de estabilización que puso fin a dos décadas de alta inflación, un triunfo que le aseguró la elección como presidente en 1994 y la reelección en 1998.
La «diplomacia presidencial» es una característica de estos tiempos de globalización. Los jefes de gobierno orientan personalmente la política externa y con frecuencia se reúnen, pero en Cardoso se reconoce una mayor aplicación a esa área, por vocación.
Su gobierno fortaleció las posiciones tradicionales de Brasil en cuestiones internacionales contra injerencias externas y por la solución pacífica de los conflictos.
Esa política contribuyó a la confianza en la diplomacia brasileña, que insiste en negar pretensiones hegemónicas y rechaza incluso el término liderazgo cuando se habla de la posición de este país en América del Sur.
El canciller Luiz Felipe Lampreia cree que sólo ahora, con la afirmación de la democracia en la región, están maduras las condiciones para la integración política y económica de América del Sur. El momento es oportuno, entonces, para la reunión de los 12 presidentes del subcontinente.
Pero son muchos aún los obstáculos. El Plan Colombia, diseñado por el presidente colombiano Andrés Pastrana para combatir el narcotráfico, es una cuña en uma amplia zona de América del Sur.
Pastrana señala que su plan contempla también programas de desarrollo alternativo en las áreas de producción de drogas y que contribuirá a la buscada paz con las organizaciones guerrilleras.
Colombia recibirá ayuda militar de Estados Unidos, y el plan de Pastrana tiene el decidido apoyo del presidente Bill Clinton, que este miércoles llegó en visita oficial a ese país.
Los observadores suponen que el Plan Colombia será el tema más polémico de la cumbre de la capital brasileña, como lo fue en las conversaciones mantenidas por los embajadores para redactar el llamado Comunicado de Brasilia, que el viernes será firmado por los presidentes.
Se teme la radicalización de la guerra en Colombia y su impacto en los países vecinos. Brasil y Ecuador ya decidieron reforzar sus efectivos policiales y militares en la frontera con Colombia, pese a que Pastrana no pondrá en marcha su plan hasta enero.
La crítica a la interferencia estadounidense no oculta el hecho de que la producción y exportación de drogas ilícitas, con su carga de violencia, afectan el desarrollo de América del Sur y sus relaciones externas e internas.
Brasil pretende imponer la cláusula democrática en la comunidad sudamericana, como ya rige en el Mercosur. Colombia vive bajo la amenaza permanente de la guerra y episodios registrados en 1999 y en este año en Ecuador, Paraguay y Perú demuestran que la democracia aún debe ser fortalecida en algunos países.
Los más exigentes ponen Bolivia y Venezuela en la lista, por tener ex golpistas en la Presidencia.
En lo económico, los dos bloques sudamericanos, el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones, presentan discrepancias y conflictos internos que les impide consolidarse como uniones aduaneras e incluso como áreas de libre comercio pleno.
Frente a las dificultades, el gobierno brasileño propone, como camino básico para concretar el «espacio sudamericano», la construcción de una infraestructura de integración. Se trata de ejes de desarrollo conformados por carreteras, hidrovías, gasoductos y líneas de transmisión eléctrica.
Es una idea desarrollada en 1996 por Eliézer Batista da Silva, un dirigente que condujo a la privatizada Compañía Vale do Rio Doce a transformarse en una de las mayores empresas mineras del mundo y fue también secretario de Asuntos Estratégicos.
Batista da Silva adjudica un papel clave en la integración al transporte marítimo.
Un obstáculo a planes de infraestructura que, según algunos cálculos, demandarían más de 200.000 millones de dólares, es la debilidad financiera del subcontinente, factor que inhibe también el liderazgo regional brasileño.
A las dificultades propias del proyecto de consolidación de la comunidad sudamericana, que supone una relativa autonomía ante Washington, se agrega que la opción opuesta, la asociación comercial con Estados Unidos, parece cada día más atractiva, dado el crecimiento económico de México.
El producto interno bruto de México, socio pobre de Canadá y Estados Unidos en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se acerca ya en términos absolutos al de Brasil, que tiene una población 60 por ciento mayor. (FIN/IPS/mo/ff/ip/00