A la una de la madrugada sobre una vereda de Hanoi, Lan Anh, de 18 años, se pasea con aire aburrido. De tanto en tanto, hombres montados en ciclomotores se detienen frente a ella y le preguntan cuánto cobra por sus servicios sexuales.
Hung, que parece tener la misma edad, es el "bao ke" de Lan Anh, o "chulo protector". Atento a la posible llegada de la policía, explica que la pareja obtiene entre ocho y 10 dólares por cliente y, por lo menos, 20 dólares por noche.
Sin embargo, admite que esos precios son altos y el negocio marcha mal.
Hay opciones más baratas. En un oscuro callejón a cinco minutos de marcha, un puñado de mujeres de más edad con tradicionales sombreros cónicos se desplazan de un lado a otro sobre chirriantes bicicletas chinas.
Se trata de inmigrantes rurales pobres que ofrecen sexo por menos de dos dólares.
Infortunadas mujeres como esas operaban casi de la misma manera hace más de una década, antes que la liberalización económica atenuara la pobreza crónica de este país.
Desde entonces, el comercio sexual creció enormemente junto con el aumento de la población urbana. Bares "karaoke", locales nocturnos, salones de masaje y de belleza proliferaron en las principales ciudades y capitales provinciales, muchos de ellos ofreciendo servicios sexuales.
Algunas de las mujeres más jóvenes y atractivas que trabajan en esos establecimientos logran obtener 100 dólares por noche y "protección" contra la policía. Por supuesto, aquellas que hacen la calle no gozan de esos beneficios.
Según Jamie Uhrig, un consultor de VIH/sida, "es bien sabido en la ciudad de Ho Chi Minh (ex Saigón) que las prostitutas callejeras son más pasibles de ser arrestadas y más vulnerables al virus del sida que las mujeres que operan en lugares cerrados".
"Las muchachas de la calle piden menos dinero, sirven a más hombres, tienen menos poder de regateo, deben actuar rápido de modo que no demandan el uso de condones, y frecuentemente son adictas a las drogas", apuntó.
Evitar a la policía es la principal preocupación. Las mujeres callejeras de Hanoi se quejan de que deben pagar "tasas" extraoficiales a la policía, que les quitan pesadas cuotas de sus ingresos.
En Ho Chi Minh, donde el comercio sexual se realiza en gran escala y es más visible, la policía es notoria por su complicidad en un ciclo que hace todavía más vulnerables a las mujeres.
Según un residente bien informado, las mujeres tomadas desprevenidas son llevadas en custodia a las estaciones de policía, donde se les concede una hora o dos para conseguir dinero y pagar multas extraoficiales, sin boleta de recibo, por siete dólares.
Si no pueden pagar, son enviadas a las comisarías distritales, donde las multas trepan hasta 35 dólares. Entonces las mujeres deben pedir dinero prestado y sus donantes se convierten en protectores. En esa etapa, a menudo aparece la heroína.
Se cree que ese ciclo, con algunas variantes, tiene lugar en todo el país.
A medida que el gobierno endurece las medidas y se muestra resuelto a reprimir la prostitución, la mano de la ley pone más en riesgo las mujeres de la calle.
"En cuanto se produce una campaña de represión, la policía apunta a las mujeres de la calle", dijo un experto en salud que trabaja con prostitutas.
"Las chicas que trabajan en hoteles y bares generalmente tienen protección de las fuerzas de seguridad, que reciben coimas de los propietarios para que no haya problemas", agregó.
La incapacidad de pagar las "multas" policiales a menudo dan lugar a la internación en un campamento de reeducación. Esos campamento, que suman alrededor de 40 en todo el país, constituyen desde hace tiempo la respuesta oficial del gobierno a la prostitución.
Las mujeres de la calle forman la mayoría de lsa internas e invariablemente permanecen por más tiempo. Según una fuente familiarizada con los campamentos, se puede obtener la libertad inmediata mediante el pago de 700 a 1.400 dólares a las fuerzas de seguridad.
"La mayoría de las chicas de la calle no tienen dinero y por lo tanto se quedan, mientras aquellas que operan en locales nocturnos consiguen comprar enseguida su libertad", dijo la fuente.
Una vez internadas, las muchachas reciben tratamiento médico y un nivel básico de educación, incluso instrucción acerca de decretos gubernamentales sobre "males sociales". Algunas también aprenden algún oficio.
El estado gasta por cada mujer en el campamento apenas seis dólares mensuales. Las internas a menudo hacen trabajos manuales para subsistir, pero se descubren incapaces de saldar deudas anteriores o de mantener a sus hijos u otros dependientes.
Los índices oficiales de reincidencia ascienden a 80 por ciento, lo cual hace que hasta los funcionarios gubernamentales duden de la eficacia de esos campamentos.
"La reeducación para prostitutas no sirve, porque la cantidad de mujeres que vuelve al oficio es muy alta", afirmó Luu Hong Son, vicedirector del departamento de información del Ministerio de Trabajo, Inválidos de Guerra y Asuntos Sociales.
"Eso es porque el estado no puede dar empleo a las prostitutas", explicó.
Además de las deudas y la incomodidad que significa su situacion de ilegalidad, el retorno a la calle implica asumir otros dos riesgos ocupacionales: heroína y VIH/sida.
Cifras oficiosas de un distrito de Hanoi dieron cuenta que cerca de 20 por ciento de las prostitutas callejeras son adictas a la heroína.
Según Duncan Earle, representante en el país de DKT, una organización no gubernamental (ONG) que subsidia y distribuye condones, la mayoría de los clientes que buscan mujeres en bares karaoke, locales nocturnos y otros sitios reciben ofertas de preservativos, un hecho que sugiere un uso relativamente alto.
Pero la cantidad de condones empleados con mujeres de la calle es inevitablemente inferior.
"Es obvio que esas muchachas son más vulnerables al VIH/sida", dijo un trabajador de la salud."Esas mujeres son muy pobres y van con cualquierra que las aborda. Para ellas el riesgo de enfermedades venéreas es muy alto…"
La política del gobierno tiende a presentar a las meretrices como corruptoras de los valores culturales tradicionales y propagadoras del VIH/sida. Está en elaboración un decreto que aumentará el nivel de las multas aplicables a las mujeres y sus clientes.
Sin embargo, muchos expertos opinan que se necesita una actitud más realista y humanitaria si se pretende aliviar la miseria de las mujeres que ejercen la prostitución en la calle y minimizar el peligro de infección del VIH.
Como la pobreza es la principal razón que lleva a las mujeres a prostituirse, las oportunidades de empleos alternativos podrían reducir su cantidad. "Una de las soluciones podría ser el alivio de la pobreza mediante oportunidades para poder ganarse la vida", sugirió Earle.
Expertos en salud sugirieron que la actitud del gobierno hacia el comercio sexual debe ser objeto de una profunda revisión.
"Todas las campañas represivas son ineficaces. Lo que debe hacer el gobierno es despenalizar la prostitucion", dijo Earte, si bien esa propuesta está siendo muy debatida en otros países.
"Es inútil arrestarlas. Las reglas del mercado dicen que si hay demanda, hay oferta", concluyó. (FIN/IPS/tra-en/nnp/js/ego/mlm/dv/00