La recesión en Japón no afectó a los más ricos, cuya fortuna crece día a día al igual que su consumo, pero sí ha deteriorado la calidad de vida de la clase media.
El administrador de fondos Hiroshi Ikeda, por ejemplo, parece no haberse siquiera enterado de que Japón todavía sufre una aguda recesión, la más larga desde la segunda guerra mundial.
Ikeda, de unos 40 años, viaja todos los días en taxi a su compañía administradora de fondos y gasta al menos 185 dólares en cenas varias veces a la semana. El y su familia alquilan, por 8.800 dólares al mes, un apartamento de cuatro habitaciones en el costoso distrito de Shibuya.
Los fines de semana descansa en su casa de campo en el Monte Fuji, a 90 minutos de Tokio, y viajadistintas partes del mundo tres veces al año.
Pero otra es la situación de Yohei Murakami, ex compañero de estudios de Ikeda en la universidad. Como administrativo de un banco, Murakami no ganaba como su amigo Ikeda, pero se consideraba afortunado.
Su familia no tenía precupaciones de vivienda, pues vivían en un apartamento otorgado por el banco, uno de los más prestigiosos de Japón. De vez en cuando participaba en un sorteo de su distrito, que ofrece estadías de fines de semana en lugares agradables.
Pero la suerte de Murakami cambió al comenzar el año, a medida que se agravavan los recortes de salarios y de personal en las empresas japonesas. Debió abandonar el banco y desde entonces sólo ha podido conseguir empleos temporales. Ahora envidia la suerte de su ex compañero de estudios.
El caso de Murakami es sólo uno entre tantos. La caída de la clase media produjo en Japón una división más acentuada entre ricos y pobres. Mientras la fortuna de los primeros continúa en aumento, la situación de los segundos empeora.
El Park Hyatt Tokyo, el hotel más caro de la ciudad, está siempre repleto, mientras el Hotel Daiichi, de menor calidad, atraviesa serios problemas financieros. Así mismo, mientras los comerciantes de objetos suntuosos aumentan sus ventas, los pequeños comerciantes terminan en la bancarrota.
Hiroshi Mikitani, presidente de Rakuten Ichiba, el supermercado en Internet más existoso de Japón, dijo que los consumidores se iban a los extremos, entre los productos más caros y los más baratos. "Los que están en el medio no se venden", afirmó.
Una encuesta hecha por el gobierno reveló que uno de cada tres japoneses cree que la situación económica empeoró desde el año pasado. El estudio también demostró que más de la mitad de la población está insatisfecha con sus ingresos actuales.
"Casi todas las personas que conozco han sufrieron recortes en sus sueldos o han sido despedidas", comentó Sachiyo Sakamoto, esposa de un empleado.
"El desempleo antes era sólo algo que leíamos en los periódicos pero que estaba lejos. Ahora aun en nuestro propio edificio hay personas sin trabajo", agregó.
Existe un gran pesimismo entre los japoneses. Solamente uno de 10 habitantes cree que las circunstancias económicas mejorarán en el futuro, según la encuesta.
La situación podría deberse en parte a que la recesión cambió la forma de pensar de la sociedad japonesa. Muchos de los aspectos que antes eran valorados para un trabajo ahora son desechados, y viceversa.
Por ejemplo, mientras en el pasado tener rasgos extranjeros perjudicaba a los empleados, hoy la mayoría de los japoneses que han estudiado o trabajado en el exterior tienen éxito en compañías locales.
Para determinar las promociones, "las compañías antes solían basarse en la antigüedad de los trabajadores, pero ahora se basan en el sistema de méritos", explicó Keiichi Miki, presidente de la empresa administradora de fondos Jardine Fleming.
"De esta manera, los empleados que pueden probar su valor a la compañía son remunerados apropiadamente, mientras los mediocres, que una vez fueron favorecidos por los viejos sistemas, ahora son evaluados según su desempeño", agregó.
Pero Miki admite que este sistema, "si bien es bueno para los que están bien capacitados, crea más y más desigualdades en la sociedad japonesa". (FIN/IPS/tra-eng/cc/ccb/is/rp/mj/if dv/00