/Integración y Desarrollo/ PERU: Escuelas al aire libre ayudan a agricultores contra plaga

Un novedoso método de educación no formal, basado en principios agroecológicos y dirigido a los campesinos pobres, da sus primeros frutos en comunidades altoandinas de Perú.

Se trata de las Escuelas de Campo de Agricultores, una forma de capacitación diferente a la extensión tradicional, que induce a los participantes a aprender experimentando e involucrándose en el proceso a través de la interacción entre especialistas y alumnos durante todo un ciclo de cultivo.

Estas escuelas forman parte de un proyecto de largo alcance financiado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), que funciona en China, Bangladesh, Etiopía, Ecuador, Bolivia y Uganda.

"El objetivo de las escuelas es brindar a los pequeños agricultores conocimientos básicos para que puedan tomar las decisiones más adecuadas para su cultivo", dijo Rebecca Nelson, patóloga molecular del Centro Internacional de la Papa (CIP), entidad que conjuntamente con la organización no gubernamental Care-Perú tiene a su cargo la implementación de estas escuelas.

Nelson impulsó las escuelas de campo en la zona andina gracias a la experiencia adquirida en Asia, donde la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) apoyó esta actividad para los agricultores de arroz.

En América Latina, las escuelas son muy útiles para los agricultores de papa, que año a año ven diezmados sus cultivos por el tizón tardío, una devastadora enfermedad que puede llevar a la pérdida total.

El proyecto de escuelas de agricultores implementado en diversas zonas andinas del departamento de Cajamarca, 560 kilómetros al noreste de Lima, estuvo enfocado inicialmente al conocimiento y estudio de dicha enfermedad.

Actualmente, sin embargo, su currícula se ha ampliado, incluyendo otros problemas que enfrentan los agricultores dentro de lo que se denomina Manejo integrado de plagas y enfermedades.

"El objetivo es enseñar el manejo integrado del cultivo de papa y demostrarle al agricultor que existen otras alternativas al uso indiscriminado de agroquímicos", manifestó Nelson.

La papa es uno de los cultivos alimenticios que más productos químicos usa en su producción. Sólo para combatir el tizón tardío, los agricultores de los países en desarrollo gastan anualmente 750 millones de dólares en fungicidas.

"Tratamos de ver el uso de agroquímicos sólo como un recurso final", acotó Nelson.

"Antes de asistir a las escuelas de campo sabía que a mis papas les afectaba la rancha (nombre popular del tizón tardío), pero no sabía identificar la enfermedad y fumigaba desordenadamente", dijo Deidamia Mendoza, de la comunidad de Santa Aurelia.

"Ahora conocemos variedades resistentes que se pueden sembrar aún en épocas lluviosas y sabemos cómo curar la enfermedad, ya no aplicamos por aplicar", agregó Mendoza, una de las muchas mujeres que asisten a estas escuelas, algunas con la oposición de sus parejas.

"Ellos dicen para qué van a participar mujeres en esas cosas, pero mejorar el cultivo es bueno para hombres y mujeres", afirmó.

Otra novedad de la metodología de estas escuelas consiste en que el aprendizaje es "de ida y vuelta". Es decir, campesinos y especialistas investigan, prueban y validan conjuntamente tecnologías y alternativas para mejorar los cultivos.

"Acá nos acostumbramos a observar el campo, a experimentar con el cultivo, a probar variedades y tratamientos para combatir a la rancha y trabajamos junto con los ingenieros, aquí las experiencias de todos son importantes", dijo Eleucadio Martínez, de la comunidad de Quilcate.

Un fruto de este trabajo conjunto ha sido la puesta en el mercado de la variedad Atahualpa, que obtuvo el visto bueno de los alumnos de las escuelas de campo luego de evaluar su adaptación a los gustos locales y su resistencia al ataque del tizón tardío.

Otra variedad, denominada tentativamente "Chata Roja", también está siendo probada en los campos experimentales de 13 localidades de Cajamarca.

Para su trabajo con las comunidades andinas, el CIP se asoció con Care-Perú. Ellos aportan su infraestructura para llegar a las comunidades alejadas, convocan a los campesinos y los apoyan con préstamos para fertilizantes.

Hace tres años, existían cuatro escuelas, en un año su número se duplicó y ahora ya son 13, con más de 250 alumnos en cada una.

La investigación contra el tizón tardío es una de las prioridades del CIP desde hace 20 años y en esta tarea lidera múltiples propuestas mundiales. La más importante es la Iniciativa Global contra el Tizón Tardío (GILB), una red que reúne a investigadores de Asia, Africa y América Latina.

El tizón tardío es causado por un hongo que muta constantemente y afecta prácticamente a todos los países productores de papa. El uso de variedades resistentes y sobre todo el manejo integrado del cultivo son las armas más eficaces para combatirla.

Pero este manejo implica conocer el comportamiento de la enfermedad y su relación con otros factores, como el ambiente y las prácticas agrícolas. De allí que las escuelas de campo sean muy útiles para los agricultores, que asisten puntualmente a las reuniones, aún en condiciones climáticas adversas.

Pero "lo más importante no es nuestra asistencia. Lo realmente importante es que ponemos en práctica todo lo que aprendemos y tenemos más y mejores papas", dijo a IPS un campesino de Lipoc. (FIN/IPS/zp/ag/ed dv/00

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