CUBA-RUSIA: En busca del tiempo perdido

Cuba y Rusia buscan recomponer e intensificar sus vínculos económico-comerciales, sensiblemente reducidos a partir de la desaparición de la Unión Soviética, principal socio de la isla hasta 1989.

En una estrategia más pragmática y mucho menos ideologizada que antaño, ambos países aspiran a ampliar el intercambio, que en 1999 sumó unos 400 millones de dólares, en sectores como la energía, medicina, equipos médicos, biotecnología, turismo, petróleo y azúcar, entre otras.

En ese contexto, Moscú negocia un convenio para el suministro de la vacuna cubana contra la hepatitis B que, según fuentes oficiosas, contemplaría la reapertura de los créditos a la isla.

Una carta de intención en tal sentido fue firmada a principios de julio por el ministro ruso para Situaciones de Emergencia, Serguei Shoygu, en el marco de una breve y discreta visita a Cuba.

Shoygu, quien viajó a La Habana al frente de una comitiva que incluyó a unos 40 empresarios, suscribió además con las autoridades cubanas un documento sobre el estado actual y las perspectivas de la colaboración económica, comercial y científico- técnica.

El ministro cubano de Gobierno, Ricardo Cabrisas, comentó que ese diálogo bilateral resultó útil y fructífero para la creación de las bases que permitirán el "relanzamiento" de las relaciones en el campo económico.

Sin embargo, fuentes diplomáticas alertaron que la voluntad de ampliar y aumentar las relaciones económicas pasa por la búsqueda de soluciones al problema de la deuda de La Habana con Moscú, estimada por medios parlamentarios rusos en 27.000 millones de dólares.

Para expertos cubanos, si bien el tema del endeudamiento requiere de un amplio programa negociador, no debe convertirse en factor que tienda a frenar las tendencias favorables a la reanudación de la colaboración.

Pero ese asunto "inexorablemente tendrá que incorporarse" al debate de las relaciones mutuas "si realmente se pretende lograr una mayor reactivación de los vínculos comerciales" e inclusive su ampliación a otras esferas de interés común, comentó el economista Hiram Marquetti en un artículo sobre el tema.

Marquetti, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, estimó que el desarrollo de las relaciones cubano-rusas depende en buena medida de cómo evolucione la realidad económica y política de la nación euroasiática, así como de las condiciones financieras externas de la isla.

En ese sentido, el gobierno de Vladimir Putin parece inclinarse por recuperar el tiempo perdido en las relaciones con Cuba, en cuya industria aún perdura una importante base tecnológica rusa.

Fuentes de la diplomacia moscovita consideran probable una visita de Putin a La Habana en septiembre, antes o después de asistir a la Cumbre del Milenio (reunión especial de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas), prevista para los días 5 y 6 de ese mes en Nueva York.

Al respecto, medios allegados a la cancillería cubana confirmaron que el gobernante ruso está invitado oficialmente a visitar la isla desde enero pasado.

El gobierno de Fidel Castro continúa considerando un aliado estratégico a Rusia, heredera de los compromisos de la desaparecida Unión Soviética, que durante más de 30 años (hasta 1989) concentró más de 60 por ciento del total del intercambio de Cuba.

A pesar de la significativa reducción del comercio desde entonces, ese país mantiene hasta hoy la condición de principal destino de las exportaciones cubanas de azúcar.

A su vez la Habana, mediante el intercambio de azúcar por petróleo, asegura con Rusia una parte de sus importaciones de crudo.

El último acuerdo de que se tiene información oficial, correspondiente a 1999, comprometía a Rusia el suministro de 1,5 millones de toneladas de petróleo a cambio de 800.000 toneladas de azúcar.

Hasta fines de los años 80, Moscú enviaba a la isla 13 millones de toneladas de petróleo a cambio de poco más de 5,5 millones de toneladas de azúcar cubano.

Dos grandes proyectos de cooperación en materia energética, una refinería de petróleo y una central nuclear de generación de electricidad, ambas en la provincia de Cienfuegos, a 250 kilómetros de La Habana, quedaron inconclusos al desaparecer la Unión Soviética.

En 1998, las dos naciones hicieron pública su decisión de concluir la central nuclear con recursos propios, dando marcha atrás a un anuncio hecho tres años antes de buscar terceros socios para reanudar el proyecto.

Expertos calculan en alrededor de 800 millones de dólares las inversiones necesarias para terminar la obra, que cuando fue suspendida en 1993 se encontraba terminada en 75 por ciento y con 20 por ciento de su equipo instalado.

La planta tendría capacidad para sustituir 700.000 toneladas de petróleo en la generación de energía eléctrica, una vez terminado su primer reactor.

Pero aparte del problema del financiamiento, el proyecto es fuertemente rechazado por Estados Unidos que, entre otras razones, argumenta que Cuba no es firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear.

El capítulo primero de la ley de embargo estadounidense Helms- Burton, de 1996, insta al presidente de ese país a hacer uso de todo su poder para aclararle al gobierno cubano que la culminación y operación de una instalación nuclear será considerada un "acto de agresión". (FIN/IPS/pg/dm/ip if/00

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