BRASIL: Movilización contra violencia, mayor enemigo nacional

Brasil se movilizó hoy contra la violencia, que es percibida por la población de las grandes ciudades como el enemigo número uno.

En las mayores ciudades del país los manifestantes se vistieron de blanco, marcharon por las calles, compusieron murales con fotos de víctimas, mensajes y noticias sobre criminalidad, asistieron a actos culturales y religiosos ecuménicos, apagaron las luces y encendieron velas.

Todo esto formó parte del movimiento "Basta, yo quiero paz", que responde a una iniciativa de organizaciones no gubernamentales que buscan contener la violencia.

Muchas fueron iniciativa de padres de jóvenes asesinados en los últimos años, como el movimiento "Reacciona Sao Paulo", creado en 1996, luego del asalto a un bar en que murieron dos personas.

Estadísticas elocuentes justifican las manifestaciones. Los homicidios en el país sumaron casi 600.000 en los últimos 20 años, según datos de los órganos de seguridad pública y de salud, ciertamente inferiores a la realidad, porque dejan de registrar muchos casos.

Pero es el rápido crecimiento de esos crímenes lo que más preocupa. El año pasado hubo más de 42.000 asesinatos, el doble que 10 años antes, y el fenómeno en algunas ciudades avanza como una epidemia que no encuentra resistencia.

En Sao Paulo, por ejemplo, el índice de homicidios era de ocho por 100.000 habitantes en 1979 y se elevó a 58 el año pasado, mientras en todo el país ese indicador subió de 9,44 a 25,84.

Pero Vitoria, capital del centrooriental estado de Espíritu Santo, asumió el liderazgo nacional, superando 70 asesinatos por cada 100.000 habitantes y acercándose a los niveles de las ciudades colombianas Medellín y Cali.

Su área metropolitana, con cerca de un millón de habitantes, no se ubica entre las mayores del país.

El clamor contra la violencia, sin embargo, es impulsado principalmente por algunos hechos brutales que conmovieron al país, por la amplia cobertura de los medios de comunicación.

Entre éstos se destacan una ola de tiroteos en escuelas de Sao Paulo el año pasado y la muerte de una joven maestra en Río de Janeiro el 12 de junio, en el secuestro de un autobús transmitido en vivo por televisión durante cuatro horas.

La repercusión de este asesinato hizo que el gobierno acelerara el Programa Nacional de Seguridad Pública, un conjunto de 124 acciones, anunciado el 20 de junio, en el que se invertirán 1.660 millones de dólares en los próximos tres años.

Las autoridades centrales y estaduales, así como numerosas empresas, apoyaron el movimiento por la paz.

El ministro de Justicia, José Gregori, ordenó que sus funcionarios trabajaran con ropa blanca o una banda de ese color, uniéndose a las manifestaciones, organizadas en al menos 14 de las 27 capitales estaduales.

Fue un dia de fuertes emociones, porque en numerosos actos concurrieron familiares de personas asesinadas. En muchos casos estuvieron las mismas víctimas heridas, exhibiendo secuelas, como parálisis, pérdida de ojos o miembros.

La cantidad de personas condenadas a sillas de rueda, por tiros en la médula osea, aumentó mucho. La Asociación de Rehabilitación, que asiste a paralíticos en Río de Janeiro, atendió a 45 pacientes en el último semestre, frente a un promedio anual de 19 en la década del 80.

La expansión de la delincuencia produjo una proliferación de expertos, los "violentólogos", y de centros de investigación. Uno de los más conocidos es el Núcleo de Estudios de Violencia, de la Universidad de Sao Paulo, y en Río de Janeiro, la universidad estadual mantiene un Instituto de Medicina Social.

La desigualdad social, un rubro en el que el país es apuntado como campeón mundial, la impunidad y la corrupción son señaladas en general como principales causas de la epidemia.

Las drogas son un factor de intensificación del fenómeno y eso se comprueba en Sao Paulo, donde la expansión del "crack", un subproducto barato de cocaína, está detrás de la rápida expansión de la delincuencia.

La juventud es la principal víctima. La mayor parte de los asesinados tienen entre 15 y 24 años, grupo en que los homicidios ya son la principal causa de muerte.

El aumento de robos, asaltos con armas y secuestros ampliaron el miedo de la población.

La movilización y participación popular es una reacción positiva, refleja mayor conciencia del problema, pero existe el riesgo de no producir propuestas concretas que impulsen soluciones, evaluó el sociólogo Luís Antonio de Souza, del Núcleo de Estudios de Violencia.

Más educación, cultura, deporte y entretenimiento podrían reducir la violencia en los barrios periféricos abandonados por el poder público y donde tiene origen la criminalidad, según un movimiento de jóvenes de la Zona Sur de Sao Paulo, la más violenta de la ciudad.

Varias experiencias exitosas comprueban la eficacia de esta propuesta.

En Río de Janeiro, un proyecto de deportes, financiado por una empresa transnacional, prácticamente eliminó la delincuencia infantil y juvenil en Mangueira, una tradicional favela (barrio marginal) local, según el juez Siro Darlán, de un tribunal especial para menores. (FIN/IPS/mo/ag/ip/00

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