La existencia de familias judías que viven en plazas o barrios de emergencia, ancianos y niños que viajan dos horas para llegar a un comedor público y jóvenes desesperados por empleo desmienten el mito de una colectividad rica en América Latina.
Los datos sobre el deterioro social de la clase media en la región y, en particular, de los judíos fueron examinados en un foro organizado en Montevideo por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Congreso Judío Latinoamericano.
La reunión formó parte de una serie de encuentros convocados por el BID para revisar la asistencia a los más pobres, que comenzó con líderes de la comunidad católica y continuará luego con representantes de los distintos cultos protestantes.
"Para el BID es un estímulo en la lucha contra la pobreza contar con aliados de la calidad de las comunidades judías en América latina, maestras en el terreno de la solidaridad y del voluntariado", dijo el presidente de ese organismo multilateral, Enrique Iglesias, en la reunión celebrada este mes en Uruguay.
El presidente de la Comisión de Desarrollo Humano del Congreso Judío Latinoamericano, Bernardo Kliksberg, explicó a IPS que el encuentro sirvió para desterrar dos mitos: que la colectividad judía es rica y que sus miembros son individualistas y poco solidarios.
"Aquí no hay lugar para los mitos dorados. La crisis social latinoamericana atraviesa toda la colectividad judía y genera un silencioso proceso de angustia en las familias con dilemas de supervivencia, que son encarados por las instituciones de esta colectividad", precisó Kliksberg.
En América Latina viven alrededor de 450.000 judíos, 80 por ciento de los cuales formaba parte de los distintos niveles de las clases medias. La mayor colectividad está asentada en Argentina, seguida por la de Sao Paulo.
Pero esta franja media se constituyó en la última década en protagonista de un nuevo fenómeno de movilidad social negativa que los demógrafos bautizaron como "nueva pobreza". Se trata de personas que por su formación cultural pertenecen a la clase media, pero que son pobres por sus ingresos.
Inmersa dentro de ese grupo, la colectividad judía también fue arrastrada por el derrumbe.
La nueva pobreza judía es muy significativa e incluye a familias que cayeron muy por debajo de los límites de sobrevivencia, comentó Kliksberg, autor del libro "La lucha contra la pobreza en América latina", subtitulado "Deterioro de las clases medias y experiencias de las comunidades judías".
Este trabajo recoge datos de ese deterioro de las clases medias y explica cómo este derrumbe impactó en las colectividades judías de Argentina, Brasil, Chile, México, Uruguay y Venezuela.
También informa sobre la amplia gama de programas de asistencia social motorizados por la misma comunidad. Un ejemplo de esa solidaridad se desarrolla en Argentina, donde 60 por ciento de los 20.000 niños que asisten a escuelas judías está becado y 10 por ciento se alimenta en comedores escolares.
Manuel Tenembaum, director del Consejo Judío Latinoamericano, explicó en el foro de Montevideo que el encuentro de los judíos con la región se sintetiza en un doble movimiento, "no exento de tensiones", por el cual buscan la igualdad con la mayoría, al tiempo que defienden el derecho a mantener la propia identidad.
Este comportamiento en defensa de su idiosincrasia llevó a las instituciones de la colectividad a replantearse la necesidad de ayudar a las familias más pobres, para evitar que su situación socioeconómica las aislara de la comunidad.
Sin embargo, los líderes judíos recordaron que en la tradición bíblica judía la ayuda anónima y solidaria al más necesitado fue siempre una obligación moral, y entendida además como un acto de justicia que no debe esperar recompensa y no una caridad.
Esta filosofía, asociada con la actual situación socioeconómica acuciante, decidió a numerosas instituciones judías de la región a replantearse sus objetivos a fin de dar respuesta a las necesidades más urgentes de sus miembros.
"Para los judíos, la pobreza no es un mal inevitable sino que es un problema que surge del desarrollo de sociedades concretas y que debe ser erradicado por mandato bíblico", subrayó Kliksberg, quien es además director del Instituto Interamericano de Desarrollo Social del BID.
En Venezuela, la clase media pasó de 21 a 13 por ciento en los últimos 10 años, y dentro de ese sector en decadencia estaba la colectividad judía que, para afrontar los casos de pobreza más extrema creó un dispensario y una farmacia que da asistencia gratuita a los miembros de la comunidad.
En tanto, en Argentina surgió la Alianza Solidaria, una red de instituciones de ayuda social a los pobres judíos, y la Tzedaka (que significa "ayudar al otro" en hebreo), que nuclea a más de 50 organizaciones de asistencia de la comunidad de este país.
Entre esas instituciones está la Asociación Mutual Israelíta Argentina (AMIA), que tuvo un cruento salto a la fama en 1994 a raíz de un atentado que derribó su sede y dejó como saldo 86 personas muertas.
Muchos argentinos supieron recién entonces que la AMIA era una mutual de ayuda social.
La AMIA presta asistencia de diverso tipo a las familias más necesitadas, por ejemplo a través de una bolsa de trabajo que en 1999 recibió 500 pedidos de solicitud al mes de jóvenes, el otorgamiento de subsidios para la vivienda, el mantenimiento de hogares de ancianos y comedores, y organiza a los voluntarios.
En Argentina se considera "inédito" el número de familias judías pobres en la actualidad, y los trabajadores sociales señalan que lo característico de los sectores golpeados de su comunidad es que intentan ocultar esta realidad hasta llegar a momentos límites, lo que hace más difícil la ayuda.
"El orgullo de haber pertenecido a un sector social que no conocía la carencia económica constituye una barrera cultural difícilmente franqueable para solicitar ayuda social", señala un estudio de Ariel Rofman titulado "El desempleo estructural en Argentina y su impacto en la comunidad judía de Buenos Aires".
En Sao Paulo, donde también existe el mito de la riqueza judía, hay familias viviendo en los barrios de emergencia llamados allí favelas.
En esa ciudad de 17 millones de personas, 75.000 son judíos y, aunque la mayoría pertenece a la clase media, también hay sectores muy empobrecidos.
Según un estudio divulgado por la Federación Israelíta de Sao Paulo para el libro compilado por Kliksberg, existen más de 50 organizaciones de la comunidad trabajando en asistir a los más necesitados —judíos y no judíos— que se nutren de profesionales voluntarios de la misma colectividad.
En Chile, Elimát Jason, del Comité Representativo de Comunidades Judías de su país, también mencionó en el encuentro la gran cantidad de programas sociales de la comunidad destinados a asistir a la población que vive en la pobreza más crítica y aún en la indigencia.
En el caso de México, un estudio realizado por el Comité Central de la Comunidad Judía de ese país, reveló que 93 por ciento de los judíos son comerciantes, industriales o profesionales, todos sectores fuertemente afectados por las bruscas devaluaciones de la moneda y los picos inflacionarios.
"Las solicitudes de ayuda económica, gastos médicos y becas se incrementaron desde 1995 en una forma desproporcionada", señala el informe mexicano. "Sólo para dar un ejemplo, las solicitudes de becas en escuelas judías aumentaron más de 50 por ciento", añade el trabajo.
El mismo estudio indica que cinco por ciento de las familias judías vive en la pobreza extrema, otro 13 por ciento recibe ayuda alimentaria y 24 por ciento cuenta con beca escolar, y también observa que a diferencia de otras épocas en que los beneficiarios eran ancianos, ahora son en su mayoría, jóvenes.
Para Kliksberg, estos estudios permiten otorgar una gran visibilidad al fenómeno de la pobreza judía en la región, lo cual permite desterrar el mito de la prosperidad de esta comunidad y poner de manifiesto la contracara de ese prejuicio: una tradición histórica de solidaridad que hoy vuelve a afirmarse. (FIN/IPS/mv/dm/hd if/00