AMBIENTE: Científicos prevén incendios de bosques más dañinos

El vínculo entre el fenómeno climático de El Niño y grandes incendios forestales es cada vez más claro, advirtieron el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y la Unión Mundial por la Conservación (IUCN).

Un nuevo El Niño podría producirse en 18 meses, mucho antes de que los bosques afectados por incendios en 1997 y 1998 hayan tenido tiempo de recuperarse, previene el Estudio Mundial de Bosques, publicado el jueves por ambas organizaciones ecologistas.

El Niño es una corriente de agua cálida que surge del océano Pacífico y altera el clima de varias zonas del planeta, lo que provoca graves desastres naturales como sequías e inundaciones.

Los bosques del sudeste asiático, la Amazonia, China y partes de Africa son como "polvorines" a la espera de una chispa, advirtieron WWF e IUCN.

"El planeta no puede tolerar incendios como los ocurridos hace dos años", afirmó Tom Dillon, director de programas forestales del WWF, en referencia a una larga serie de incendios forestales ocurridos en 1997 y 1998, y que en el sudeste de Asia oscurecieron el cielo durante meses.

Los grupos ecologistas destacaron el "desastre ecológico y humano sin precedentes" de esos incendios, que destruyeron una superficie equivalente a la de Gran Bretaña, lanzaron humo sobre decenas de miles de kilómetros cuadrados y expusieron a 20 millones de personas a peligrosos gases tóxicos.

Aunque las sequías causadas por el fenómeno climático de El Niño facilitaron la propagación del fuego, éste fue creado en muchos casos por compañías agrícolas "ansiosas de despejar bosques en la forma más rápida y barata posible", sostuvo WWF.

La urgencia de la prevención y contención de los incendios forestales, en su mayor parte causados por actividades humanas, no es suficientemente apreciada por la comunidad internacional, que dejó escapar el problema de su agenda pese a su gran preocupación por los desastres de 1997 y 1998, dice el informe.

El estudio, basado en los últimos datos sobre las condiciones de los bosques más propensos a incendios de China, América Latina, Indonesia, Rusia, América del Norte y Europa mediterránea, considera que la situación es el resultado de ciclos que se fortalecen entre sí.

En primer lugar, el recalentamiento del planeta parece incrementar la frecuencia y la intensidad del fenómeno de El Niño, que ocurrió siete veces desde 1970, el último en 1997 y 1998.

La mayoría de los científicos atribuyen el calentamiento de la atmósfera terrestre ("efecto invernadero") a la quema excesiva de combustibles fósiles, como el petróleo y el carbón.

A la vez, El Niño parece contribuir al recalentamiento de la Tierra al producir sequías y facilitar los incendios forestales, que emiten grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera.

Algunas estimaciones sugieren que los incendios de bosques fueron responsables de 40 por ciento de todas las emisiones de gases de invernadero en 1997 y 1998.

Además, los bosques sanos son en sí importantes "sumideros" de gases tóxicos, y con su reducción se elimina un mecanismo natural irremplazable que absorbe el carbono del aire.

"Lo peor es este ciclo de retroalimentación por el que el cambio climático, exacerbado por los incendios y la desforestación, aumenta la frecuencia de El Niño, que a su vez causa más incendios", concluye el informe.

Un segundo ciclo, basado en datos de la Amazonia, consiste en el aumento de la inflamabilidad de los bosques por los incendios o la tala de árboles, de modo que cuanto más se degradan, más susceptibles se vuelven al fuego.

Esa susceptibilidad no solo se produce durante las condiciones secas de El Niño, sino también en sequías comunes como la de 1999, cuando el fuego arrasó bosques de la Amazonia, Indonesia, Rusia y el suroeste de Estados Unidos.

Además, los científicos descubrieron que los segundos incendios son mucho más intensos y destructivos que los primeros en los bosques tropicales.

Los primeros incendios generalmente destruyen menos de 10 por ciento de la biomasa, pero los segundos pueden destruir 80 por ciento o más.

Para responder a estas amenazas, las agencias internacionales y los gobiernos nacionales se concentraron hasta ahora en respuestas de corto plazo, como el uso de tecnología de sensibilidad remota para alertar sobre el estallido de incendios.

Pero el estudio sostiene que estos esfuerzos, aunque positivos, no son suficientes, y que se precisan medidas radicales para mejorar la administración forestal.

Por ejemplo, la experiencia en México e Indonesia indica que los incendios más destructivos de 1997 y 1998 ocurrieron en terrenos públicos o industriales, mientras las tierras de propiedad o administración comunitaria resultaron menos afectadas.

También se ha demostrado que en los bosques controlados por comunidades se preserva más la biodiversidad, señalaron las organizaciones ecologistas.

Además de la administración comunitaria de bosques, el estudio urge a adoptar prácticas agrícolas más intensivas que desalienten la tala o quema de bosques para su cultivo y a crear sistemas más efectivos de advertencia temprana de incendios.

Así mismo, el informe insta a eliminar la tala ilegal y mejorar las prácticas de tala legal, y a reexaminar estrategias de crecimiento económico basadas en la exportación que estimulan la conversión de bosques primarios en plantaciones. (FIN/IPS/tra- en/jl/da/mlm/en/00

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