Delegados del Sur reunidos en Dinamarca para discutir sobre desarrollo social reivindicaron el gravamen propuesto por el premio Nobel de Economía James Tobin como forma de frenar la especulación financiera mundial.
Varios expertos arguyeron que el impuesto Tobin no solamente mejoraría la conducta de los inversores, sino que también generaría ingresos para que los estados los destinaran a proyectos de desarrollo.
La solución a "la amenaza al sistema financiero global" es sin duda el impuesto Tobin, aseguró el profesor danés de economía Jesper Jespersen. Se trata de un pequeño gravamen propuesto en 1978 por el Nobel a todas las transacciones financieras internacionales.
Según Tobin, el impuesto, normalmente inferior a 0,5 por ciento, podría no solamente "arrojar arena en las ruedas" de la especulación, sino también generar un ingreso canalizable hacia otras áreas de desarrollo.
Jespersen, que enseña en el Centro Roskilde de la Universidad de Copenhague, milita entre el creciente número de expertos que, por temor a nuevas crisis económicas como la desatada por la especulación en el Sudeste Asiático en 1998, reclaman redes de seguridad para frenar el crecimiento de los mercados financieros.
La experiencia del sudeste asiático también ha visto la aparición de numerosas organizaciones no gubernamentales que actúan solidariamente para presionar la puesta en vigor del sistema impositivo de Tobin por parte de los gobiernos.
"Como el cigarrillo, la especulación debe ser prohibida o gravada, en un intento por reducir sus efectos colaterales", dijo Jespersen en la reunión sobre desarrollo social realizada en Copenhague esta semana.
La reunión, Solidaridad 2000, organizada por la sociedad danesa de cooperación internacional, congregó a 400 delegados de países del Sur en desarrollo para discutir los progresos registrados en materia de desarrollo social.
El encuentro precedió a la segunda Cumbre de Desarrollo Social, que se realizará en Ginebra la semana próxima.
Los expertos afirmaron que los efectos sociales del gravamen incluirían economías más estables, porque previsiblemente la tasa será superior a los beneficios marginales obtenidos de las rápidas transacciones monetarias y podría aumentar incluso los fondos para desarrollo y áreas sociales.
"El impuesto Tobin es una 'tasa al pecado' destinada a castigar una actividad que provoca costos sociales y económicos inaceptables para la mayoría", sostuvo Robin Round, de la Iniciativa Halifax, con sede en Vancouver.
"El impuesto es acerca de justicia económica. Necesitamos poner a la gente antes de los mercados", agregó.
Los mercados financieros mundiales, con la nueva liberalización liderada por Bretton Woods, ha dado como resultado en los últimos años un constante aumento de las operaciones financieras especulativas a corto plazo a través de las fronteras.
Con un flujo diario de 1,5 billones de dólares, las transacciones financieras internacionales, en su mayoría basadas exclusivamente en especulaciones sobre cotizaciones monetarias y tasas de interés, tienen un volumen 50 veces superior al comercio mundial. La cifra se duplicó cada 10 años.
En 1998, por ejemplo, la suma total del comercio de bienes y servicios alcanzó los 6.500 millones de dólares, el equivalente de tres o cuatro días de operaciones monetarias en esa época.
Otros grupos, tanto en el Norte como en el Sur, están pidiendo nuevos sistemas monetarios que puedan controlar los inestables sistemas financieros.
En una petición, un grupo de 21 legisladores dijo que "la evolución de los mercados bursátiles es particularmente dañina para la humanidad, porque es la principal causa de inestabilidad del sistema monetario, lo cual conduce a crisis económicas graves y contagiosas".
Los partidarios del impuesto Tobin sostienen que el único obstáculo a su introducción es la resistencia política.
Sin embargo, se ha verificado cierta flexibilidad hacia el gravamen en el campo de la política internacional. Canadá ha sido el primero en proponer una legislación sobre transacciones financieras.
Algunos países europeos también indicaron una posibilidad de introducir el impuesto.
Round dijo que, si bien la especulación afecta negativamente a grupos minoritarios, es difícil lograr una consideración seria del gravamen porque entre sus críticos figuran algunos de los bancos y entidades inversoras más poderosas del mundo.
"Las firmas internacionales de inversión y los bancos obtienen grandes ganancias pero el juego tiene impactos sociales y políticos más devastadores y de mayor alcance en los perdedores, que ni siquiera participan", observó.
No obstante, Bertil From, del Banco Danés, no cree que la especulación monetaria sea un problema. Y si necesita ser domada, entonces la mejor manera debería ser mediante la transparencia y una estrecha supervisión, en lugar de impuestos.
"Los impuestos causarán un desequilibrio todavía mayor en el sistema financiero y si estalla una crisis, la hará más severa", advirtió.
Los opositores al gravamen, como From, afirman incluso que el impuesto Tobin afectará a los pobres, y señalan que se precisaría el consenso político mundial para que funcione, algo muy díficil de conseguir.
Una falta de acuerdo político motivará que los inversores se muden a paraísos fiscales de ultramar o queden marginados.
José Negrao, un profesor de economía en Mozambique, se preguntó de qué modo el impuesto Tobin, si entra en vigor, tendrá éxito, cuando los propios países industrializados son incapaces de frenar la especulación. (FIN/IPS/tra-en/ja/sm/ego/mlm/dv-if/00