Cientos de miles de menores de edad, la mayoría de origen hispano, trabajan en situación de abuso en las granjas de Estados Unidos, denunció hoy Human Rights Watch (HRW), la principal organización de derechos humanos de este país.
Los menores, a veces de 12 ó 13 años, trabajan hasta 18 horas durante la cosecha, y el envenenamiento por pesticidas, la insolación y las lesiones provocadas por herramientas de trabajo ponen en peligro sus vidas, según un informe divulgado este martes por HRW.
La gran mayoría de los menores en esta situación, hasta 99 por ciento en algunos estados del sudoeste, son de origen latinoamericano, aunque también hay niños de otras minorías de la población estadounidense, agrega.
En total, se calcula que 85 por ciento de los peones agrícolas pertenecen a minorías.
Esta situación es posible porque las leyes que rigen a los trabajadores menores de edad en la agricultura son menos rigurosas que en otros sectores de la economía, según HRW.
La Ley de Normas de Trabajo Justo prohíbe el "trabajo infantil agobiante", pero permite que las granjas contraten trabajadores a partir de los 12 años, y no a los 14 como en otros sectores.
En algunos estados, no hay edad mínima para este tipo de trabajo, en otros es de nueve o 10.
A diferencia de otros sectores, la ley tampoco limita el horario que un niño puede trabajar, ni exige que se le pague por las horas adicionales de trabajo. La ley fija la edad mínima para la labor "de riesgo" a partir de los 16 años en la agricultura.
Esta discriminación impide a los niños expuestos a labores riesgosas en los campos buscar otra forma de empleo menos peligrosa en otros sectores.
"El trabajo agrícola es el más peligroso permitido a los niños en este país. Las leyes se deben cambiar para proteger la salud, la seguridad y la educación de todos los niños", exhortó la directora de la División de Derechos de la Infancia de HRW, Lois Whitman.
La organización difundió el informe mientras el gobierno de Bill Clinton procura llamar la atención al problema del trabajo infantil, aunque limitado a los países en desarrollo.
Clinton mencionó el problema en los últimos tres discursos sobre el estado de la nación, y en 1999 prohibió que el gobierno compre artículos manufacturados con mano de obra infantil esclava.
También aumentó la financiación a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre otras, para que vigile y reduzca las peores formas de trabajo infantil, incluso la prostitución y las labores de mayor peligro.
Actualmente pretende que el Congreso autorice 110 millones de dólares con ese fin para el 2001, frente a los tres millones de dólares concedidos hace unos años.
Pero Clinton hizo muy poco para mejorar la situación en su propio país. Estados Unidos fue uno de los primeros estados en ratificar la Convención 182 de la OIT contra las peores formas de trabajo infantil, recordó HRW, pero agregó que podría incumplirla cuando entre en vigor en diciembre.
Los cientos de miles de niños en la agricultura en Estados Unidos "trabajan con maquinaria, equipos y herramientas peligrosas, en un ambiente insalubre que incluye la exposición a sustancias peligrosas, sobre todo pesticidas".
"Trabajan un horario extenso, durante la noche, o sin la posibilidad de volver a casa todos los días", según el informe que asegura que todas estas condiciones violan la Convención 182.
Lo que hace posible esta situación es el inmenso poder político de los intereses agrícolas en el país, sobre todo en estados granjeros como Arizona, California, Florida, Texas y Washington.
Aún cuando existen normas contra este tipo de abuso, los órganos legislativos de cada estado y el Congreso federal no otorgaron los fondos suficientes a los organismos estatales que vigilan su aplicación.
En consecuencia, la vida de los trabajadores agrícolas, tanto niños como adultos, no es fácil. El ingreso anual promedio de una familia de trabajadores agrícolas con dos trabajadores apenas supera los 14.000 dólares por año, por debajo de los 16.700 dólares del límite oficial de pobreza.
El bajo salario y las condiciones de explotación, combinados con la falta de residencia estable y, con frecuencia, de escaso dominio del inglés, resultan en un "ciclo intergeneracional de la pobreza" para las familias en que los niños deben trabajar en el campo junto a sus padres.
En su investigación, HRW entrevistó a más de 30 trabajadores agrícolas, la mayoría en Arizona, y a decenas de defensores de los derechos de éstos y expertos en ese estado y en todo el país. Estos calculan que hay por lo menos 300.000 niños trabajando en el campo, y algunos creen que podrían ser hasta 800.000.
La mayoría de los niños trabajan 12 horas diarias, aunque el horario se puede extender hasta las 18 horas en la época de cosecha.
Los menores "están expuestos a pesticidas peligrosos, y en ocasiones trabajan en el campo mojados por el veneno, sin posibilidad de lavarse las manos antes del almuerzo", sostiene el informe.
Sin agua, muchos niños sufren de agotamiento y deshidratación, agrega. También sufren gran cantidad de lesiones debido al uso de cuchillos y equipos pesados y a la caída de escaleras. Estos accidentes son más probables debido al descanso insuficiente durante los períodos de mayor trabajo.
En general, los niños que trabajan en el campo representan ocho por ciento de los menores trabajadores en Estados Unidos, pero padecen 40 por ciento de todas las fatalidades en su grupo por razones de trabajo, según datos del gobierno.
Para agravar esta situación, los patronos también abusan de los trabajadores más pequeños al pagarles dos dólares por hora, más de tres dólares menos que el salario mínimo.
La educación de los niños también se menoscaba por el extenso horario y el arduo trabajo, según HRW. Sólo 55 por ciento de los niños que trabajan en la agricultura en este país terminan la educación secundaria, y éstos lo hacen mucho después que sus compañeros. (FIN/IPS/tra-en/jl/da/aq/hd-lb/00