El Caribe ingresa a una intensa temporada de tormentas y huracanes caracterizada por fuertes lluvias más que por poderosos vientos, mientras muchos países de la región aún requieren ayuda para superar catástrofes anteriores.
La temporada atlántica de huracanes, iniciada el 1 de junio, dura seis meses. Este año, los meteorólogos del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC), radicado en Miami, han pronosticado 11 tormentas fuertes (perturbaciones con vientos superiores a 60 kilómetros por hora).
Siete de esas tormentas se transformarán en huracanes con vientos entre 110 y 180 kilómetros por hora, y en tres ocasiones superarán los 180 kilómetros por hora.
La región espera la llegada de Alberto, primera tormenta de la temporada. La Organización Meteorológica Mundial bautiza a los huracanes y tormentas para evitar confusiones cuando dos de ellos actúan al mismo tiempo. En esta región, los nombres sugieren la amalgama étnica del Caribe y el golfo de México.
Luego de Alberto se abatirán sobre el Caribe Beril, Chris, Debby, Ernesto, Florence, Gordon, Helene, Isaac, Joyce y Keith, y si se registran nuevas tormentas llevarán como nombre Leslie, Michael, Nadine, Oscar, Patty, Rafael, Sandy, Tony, Valerie y William.
El año pasado, la región sufrió el azote de los huracanes Floy, Irene, José y Lenny. Los dos últimos fueron devastadores. Antigua y Granada procuran hasta el mes pasado ayuda para reparar los daños.
Irene y Lenny fueron fenómenos peculiares. Irene arrojó un inaudito volumen de agua sobre Florida, en el extremo sudoriental de Estados Unidos. Lenny tomó un rumbo insólito, y se abatió así sobre casi toda la superficie del Caribe.
"Tuvimos que retroceder a los registros de 1886 para encontrar un pasaje similar a ése", señaló Jack Beven, experto del NHC. Las lecciones obtenidas con la observación de esas tormentas facilitaron las predicciones y preparativos para la nueva temporada.
Funcionarios del NHC, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) consideran el principal centro regional de información sobre huracanes, hacen incapié en el pronóstico de lluvias, así como antes destacaban la fuerza del viento.
"Los peligros de los huracanes van mucho más allá de la potencia del viento. Las lluvias de una gran tormenta que se desplaza con lentitud puede anegar una gran superficie", explicó Max Mayfield, el nuevo director del NHC.
Otros funcionarios del NHC señalaron que son las inundaciones que acompañan a los huracanes, y no los vientos, lo que "mata ahora a la mayoría de las víctimas y causa los peores daños".
Por eso, los llamados de alerta por huracán incluirán este año un cálculo de posibles lluvias con peligro de inundaciones. El profesor Stephen Leatherman, director de Investigaciones del NHC en la Universidad Internacional de Florida, quiere dar un paso adelante y propone un sistema de códigos de alarmas en colores.
Si se predicen más de 30 centímetros de lluvia se tratará de un "alerta roja". El "alerta amarilla" se configurará cuando se prevean de 17 a 25 centímetros de lluvias, y la "bandera azul", si las posibilidades de precipitaciones son inferiores a los 15 centímetros.
Leatherman tambien propuso un índice para calcular el riesgo de inundaciones en distintos terrenos, si bien es poco posible que se implemente en esta temporada de huracanes.
Esta estación también está marcada por un aumento del nivel de cooperación entre el NHC, por una parte, y los meteorólogos y organizaciones de defensa civil locales del Caribe, por la otra.
Mayfield encabezó en marzo un equipo de científicos y educadores por el Caribe que incluyó Aaruba, Barbados, Curaçao, Puerto Rico y Trinidad y Tobago. Los expertos enseñaron cómo prepararse para una catástrofe y volaron con niños y maestros por la región en el avión cazador de huracanes "Miss Piggy".
El equipo recolectó datos y conversó con funcionarios de centros de prevención de desastres sobre nuevas técnicas de previsión.
La confianza es esencial porque pronósticos creíbles, mejores comunicaciones y eficientes métodos de defensa civil pueden salvar miles de vidas en la cuenca del Caribe y en América Latina.
"Si uno redacta un alerta de huracán y conoce el lugar sobre el que escribe, la diferencia es tremenda", dijo Lixion Avila, cubano-estadounidense experto en pronósticos del NHC, conocido por sus estrechos vínculos con colegas caribeños.
Otra oportunidad de colaboración se produjo a fines de marzo durante la reunión de gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Nueva Orleans, donde se habló de medidas socioeconómicas y técnicas para prevenir y mitigar el efecto de esos desastres en diversos seminarios.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe reveló en marzo que en los últimos 27 años los desastres naturales mataron a 100.000 personas y causaron 50.000 millones de dólares en daños en la región.
Pero, a pesar de los reiterados llamados de alerta, los servicios de defensa civil del Caribe aún están "a merced de los hechos", advirtió Jeremy Collymore, coordinador de la Agencia de Respuesta de Emergencia a los Desastres en la región.
Las autoridades deben mejorar su capacidad institucional para afrontar desastres naturales, sostuvo. "Debemos buscar consenso político y definir un esquema con el cual podamos trabajar", dijo. (FIN/IPS/tra-eng/ps/da/ego/mj/dv en/00