/Beijing más cinco/ SALUD: El cáncer de mama en el aire, el agua y la tierra

Miles de turistas llegan todos los años a las casas de verano y las hermosas playas de esta tranquila área turística del estado de Massachusetts, en el noreste de Estados Unidos.

Sin embargo, pende una sombra sobre este lugar idílico. En 1993, un informó estadístico del Massachusetts Cancer Registry señaló que cáncer de mama era significativamente más alto en nueve de las 15 localidades del condado de Cabo Cod que en cualquier otro lugar del estado.

Las mujeres del lugar se movilizaron para conocer las causas de esa dramática diferencia y, tras acudir a legisladores y al Departamento de Salud del estado, crearon el Instituto Silent Springs.

Fundado para tutelar la colaboración entre científicos y activistas, el instituto utiliza métodos innovadores para explorar un asunto poco conocido.

"Si los estudios pretenden dar auténticas esperanzas de prevención (del cáncer de mama), la ciencia debe plantearse nuevos interrogantes en la búsqueda de causas adicionales", dijo Julia Brody, directora ejecutiva del instituto.

En todo el mundo, las mujeres están ahora más expuestas que en cualquier otro momento de la historia al diagnóstico de cáncer de mama. La posibilidad de las mujeres de contraer la enfermedad aumentó en 60 años, en Estados Unidos, de una en 22 a una en ocho.

Tras 30 años de investigaciones, los científicos han elaborado una lista de factores tradicionales de riesgo, desde radiaciones iónicas sobre los genes hasta la procreación tardía. Sin embargo, esos son los motivos de menos de la mitad de los diagnósticos.

Muchos de los riesgos tradicionales obedecen a la exposición de la mujer a sus propios estrógenos. En la década pasada, los científicos aprendieron que sustancias químicas presentes en productos cotidianos como los detergentes, pesticidas y plásticos pueden afectar el equilibrio hormonal y aumentar el peligro de cáncer.

"La investigación que sólo observa a la mujer para determinar las causas del cáncer de mama desafía la lógica, la justicia y la verdad", afirmó Judith Kurland, del Departamento federal de Salud y Servicios Humanos.

"Debemos mirar también el aire que respiramos, el agua que bebemos y la comida que ingerimos, y lo que hay dentro de ellos", agregó.

El Programa Toxicológico Nacional sólo ha analizado 450 de los 70.000 productos químicos usados actualmente para buscar su incidencia en el cáncer de mama. Treinta y seis causan tumores mamarios en animales, aunque los estudios no fueron realizados en mujeres, una omisión que Brody calificó de "chocante".

La falta de estudios sobre causas ambientales del cáncer de mama ha determinado un creciente movimiento de presión en Estados Unidos. En Cabo Cod, los primeros pasos tuvieron lugar cuando las mujeres comenzaron a reunirse en sus casas para discutir el informe de 1993.

Cobró forma una red de acción y, en 1994, cuando el Departamento de Salud Pública de Massachusetts otorgó 1,5 millones de dólares para estudiar los vínculos entre el ambiente y el cáncer de mama, las activistas se aseguraron una porción de los fondos para el Silent Springs.

El instituto formó un equipo multidisciplinario de investigación con científicos, coordinadores comunitarios y especialistas en salud ambiental, que se embarcaron en el programa de Estudio Ambiental y de Cáncer de Mama de Cabo Cod.

Desarrollaron métodos de investigación que dieron un panorama claro de los factores de riesgo tradicionales y de los supuestos factores ambientales.

Un ordenador para analizar datos fue creado para integrar información ambiental, incluyendo los efectos de aplicar pesticidas durante medio siglo, y las características de 2.500 mujeres con cáncer al seno.

Reunidos en grupos de enfoque, los ciudadanos compartieron conocimientos de primera mano sobre efectos de la exposición a productos químicos. Muchos contaron cómo, en su infancia, corrieron detrás de camiones que fumigaban el vecindario con DDT.

En 1997, las investigaciones confirmaron que la incidencia de cáncer de mama en Cabo Cod fue 20 por ciento más alta que en todo el estado en el período 1982-1994.

En muestras ambientales, se hallaron niveles extraordinariamente elevados de actividad estrogénica en desagües, y fueron los primeros en identificar componentes de estrógenos de productos de consumo en aguas subterráneas.

Posteriormente, se comenzó a observar el suelo y el polvo en el aire hogareño.

"Al hallar esos componentes, pudimos establecer que las mujeres (de Cabo Cod) estuvieron expuestas a ellos. Esas sustancias químicas provocan el crecimiento de células mamarias cancerígenas en pruebas de laboratorio. Ahora debemos saber qué hacen en nuestro cuerpo", dijo Brody.

Agregó que los investigadores no habían confirmado todavía el nexo entre cáncer de mama y las sustancias químicas presentes en el ambiente. Sin embargo, observó que esa vinculación tiene sentido desde el punto de vista biológico y que el conjunto de evidencias probaba que era necesario seguir investigando.

De los estudios realizados se concluye que "los políticos y los empresarios deberían reducir el riesgo de exposición de la población a sustancias tóxicas", comentó Brody.

Grupos surgidos en Wisconsin y Minnesota han adoptado algunos de los métodos de Silent Springs.

Así mismo, las investigaciones del instituto atrajerpn el interés de una creciente cantidad de científicos y de activistas, que comparten su afirmación: dados los escasos conocimientos sobre los productos químicos, es preciso limitar la exposición de la población a ellos.

"La conexión de la ciencia con la comunidad fvorece el conocimiento de hechos que de otro modo jamás se hubieran sabido", dijo Brody. "Por eso, la comunidad es protagónica en nuestra visión de cómo se debe profesar la ciencia". (FIN/IPS/tra- eng/gs/cr/ego/ff/he/00

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