La gira que inició esta semana en Estados Unidos el presidente de Argentina, Fernando de la Rúa, y que finalizará la próxima en una cumbre de países en desarrollo en El Cairo podría ser vista como una travesía por todo el abanico ideológico. Pero el recorrido parece coherente.
De la Rúa, que asumió en diciembre después de 10 años de gestión de Carlos Menem, inició el lunes su primera visita oficial a Estados Unidos, donde se reunió con su par, Bill Clinton, con banqueros e inversores, y con los máximos directivos de los organismos financieros multilaterales.
En esas reuniones, el presidente, que dejó Argentina en un ambiente de malestar social por una sucesión de medidas de ajuste fiscal que afectan a los trabajadores, se vanaglorió de ser un "gran amarrete" con los gastos y confirmó que mantendrá el modelo económico de convertibilidad "a rajatablas".
Sin embargo, junto con estas declaraciones que buscan generar un clima de confianza, De la Rúa —con menos estridencia— también pidió a Clinton y a los acreedores que flexibilizaran sus exigencias respecto de los resultados fiscales, a fin de equilibrar la contabilidad con las demandas sociales.
Este reclamo fue al parecer concedido. Clinton prometió respaldo al pedido argentino, y el Fondo Monetario Internacional, de acuerdo con fuentes oficiosas, aceptó que un desvío fiscal es preferible a un aumento de la tensión social cuando el gobierno lleva apenas seis meses de gestión.
De la Rúa ganó los comicios de octubre pasado en representación de una coalición bautizada Alianza, que reúne a distintos partidos de centro y de izquierda.
No obstante, desde su asunción —signada por un fuerte desequilibrio fiscal heredado y una profunda recesión— sólo adoptó medidas de ajuste que resultaron impopulares.
La segunda escala de la gira de De la Rúa fue el jueves y este viernes en Cartagena de Indias, Colombia, donde se una veintena de mandatarios de América Latina y el Caribe asistieron a la cumbre del Grupo de Río.
Allí, los presidentes plantearon la necesidad de "democratizar" la arquitectura de los organismos financieros multilaterales.
Pero De la Rúa particularmente llevó un discurso centrado en la necesidad de reclamar a esos organismos "una mayor sensibilidad social". "Voy a hablar de equidad", se comprometió ante la prensa poco antes de leer su discurso en la asamblea de presidentes.
En Cartagena, al argentino le interesó dejar claro la necesidad de mejorar la "calidad" de las democracias de la región.
La recomendación apuntaba indirectamente a Perú, donde el presidente Alberto Fujimori fue elegido el 28 de mayo por tercera vez consecutiva, y a Venezuela, donde el tribunal electoral suspendió los comicios que habían sido convocados para ese mismo día.
Un presidente de Ecuador, Jamil Mahuad, fue derrocado tras una rebelión popular y militar en enero de este año, y el gobierno de Bolivia encabezado por Hugo Banzer decretó semanas atrás el estado de sitio en respuesta a revueltas sociales.
Además, Paraguay ha tenido problemas institucionales en todos los periodos de gobierno y procesos electorales desde la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner en 1989.
Finalmente, De la Rúa se trasladará a El Cairo para participar de la cumbre del Grupo de los 15. El nucleamiento congrega a 17 naciones en desarrollo de América Latina, Africa y Asia, cuyos mandatarios se reúnen una vez por año.
El Grupo de los 15 está integrado por Argelia, Argentina, Brasil, Egipto, India, Indonesia, Jamaica, Kenia, Malasia, México, Nigeria, Perú, Senegal, Sri Lanka, Venezuela, Yugoslavia y Zimbabwe.
En los últimos cinco años, el entonces presidente Menem faltó a las citas y envió en su lugar al vicepresidente. Pero tal como explicó a IPS Adriana Molina, de la Dirección de Asuntos Económicos Internacionales de la Cancillería, "el mensaje de esta administración es otro".
Si bien existe un imperativo formal para la asistencia de De la Rúa —por reglamento, el presidente no puede faltar a estas citas más de cuatro veces seguidas—, el nuevo gobierno "quiere iniciar un acercamiento con países de Africa y de Asia que habían sido ignorados por la gestión anterior", remarcó Molina.
Sobre todo la idea es recuperar lazos con Africa, un continente con el que no hubo casi acercamiento, excepto hacia Sudáfrica.
"La idea es reforzar el peso de este foro como interlocutor con el Grupo de los Ocho —que nuclea a los países más industrializados del mundo— y habilitar esa instancia de diálogo", explicó.
En este sentido, si bien la búsqueda de nuevos mercados y de acuerdos de cooperación sigue siendo el objetivo primordial del actual gobierno, hay una diferencia clara con el de Menem, que abandonó de manera dramática su participación en el Movimiento de Países no Alineados en 1990.
La decisión de dejar ese foro respondió entonces a la intención oficial de dejar atrás asociaciones de tipo político con países pobres, y de priorizar las relaciones con las naciones más ricas e industrializadas, de donde podrían llegar inversiones para el desarrollo económico.
Menem le había dado a la política exterior un signo de explícito alineamiento con Estados Unidos, apoyando sus decisiones en el escenario internacional como un aliado.
Con Menem, Argentina fue el único país latinoamericano que envió barcos al Golfo en apoyo a la coalición que combatió contra Iraq durante la ocupación de Kuwait (1990-1991).
Menem, en busca de la confianza de los inversores, también procuró participar en foros internacionales como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico, que nuclea a los países más industrializados y de la que México sí logró la membresía.
De la Rúa no se rehúsa a mantener un buen vínculo con Estados Unidos, pero procura que esa "amistad" carezca del alto perfil que tuvo con Menem, cuando el entonces canciller, Guido Di Tella, las definió tan cercanas como unas "relaciones carnales". (FIN/IPS/mv/mj/ip/00