El gobierno de Singapur desea que las mujeres otorguen mayor prioridad a tener hijos e hijas que a educarse y desarrollar una carrera profesional, alarmado por el efecto en la economía del descenso de la natalidad.
El aumento de la prosperidad en la última década se acompañó de un descenso de la natalidad, que era 1,92 por ciento en 1990 y llegó a 1,48 por ciento el año pasado.
En la actualidad hay poco más de cuatro millones de habitantes en el país, de 620 kilómetros cuadrados, de los cuales un millón provienen del extranjero.
Los expertos consideran que es necesaria una natalidad de alrededor de dos por ciento para mantener estable una población, y que la tendencia actual llevará a que el número de hijos de singapurenses llegue a un máximo de 3,3 millones y luego comience a declinar.
El gobierno creó una comisión de 11 integrantes, con grandes poderes, para estudiar la manera de alentar a las parejas singapurenses a que tengan por lo menos dos hijos o hijas.
Esa comisión, presidida por Eddie Teo, secretario permanente de la oficina del primer ministro, estudiará las razones y actitudes que han causado una disminución de la cantidad de casamientos y de la natalidad, y buscará el modo de revertir la tendencia.
Teo declaró la semana pasada al diario Strait Times que "la comisión reúne antecedentes mediante reuniones de grupos de personas jóvenes, para conocer sus aspiraciones y problemas".
El ministro de Desarrollo Nacional, Mah Bow Tan, señaló a su vez que sería necesario llegar a una población de 5,5 millones en 2040 para mantener el ritmo de crecimiento de la economía.
Durante un debate parlamentario en marzo sobre la cuestión de la natalidad, el ministro de Desarrollo Comunitario, Abdullah Tarmugi, advirtió que las tendencias actuales harán que el país dependa cada vez más de los inmigrantes.
"Una nación que no puede revertir su declinante índice de nacimientos comete un suicidio colectivo", opinó el parlamentario oficialista Wang Kai Yuen, en cuya opinión la raíz del problema está en la percepción de la vida familiar por parte de las mujeres jóvenes.
El problema de Singapur confirma la validez de argumentos planteados por muchas organizaciones no gubernamentales (ONG) de países en desarrollo durante la Conferencia sobre Población de la Organización de las Naciones Unidas, que se realizó en El Cairo en 1994.
En esa ocasión, representantes de ONG criticaron que la se jerarquizara el control de la natalidad y no la necesidad de lograr mayor acceso femenino a oportunidades de educación y empleo, y arguyeron que la natalidad disminuye en forma natural cuando las mujeres están mejor educadas y empleadas.
Para muchas jóvenes singapurenses con tareas profesionales bien remuneradas y aspiraciones de avanzar en una carrera, tener hijos e incluso casarse son prioridades de menor importancia.
"Por lo general, los asiáticos trabajan muchas horas diarias. Si una mujer tiene una carrera exitosa, es probable que su labor sea exigente y le provoque tensiones", apuntó Tang-Lai Chee, de 40 años y soltera, con responsabilidades de contralor financiero regional en una firma transnacional.
"Tras una larga jornada laboral, esa mujer no querrá comenzar otra tarea apenas traspone el umbral de su casa", afirmó.
Tang piensa que el descenso de la natalidad se relaciona en buena medida con el alto costo de vida y el exigente sistema de educación.
"Muchas veces escuché decir a mis amigos 'yuppies' (profesionales jóvenes con alto nivel de educación, muy dedicados al trabajo, la competencia y el consumo) que no es bueno traer niños al mundo para que su vida sea dura en el colegio y aun más dura cuando crezcan", señaló.
"Como madre trabajadora, siempre fue un problema para mí disponer de tiempo suficiente para sentarme y hablar o jugar con mis hijos", se quejó Loganthan Rajeswari, una secretaria de tiempo completo, madre de dos niños en edad escolar.
"Los compromisos y tensiones que vienen con el matrimonio y los hijos pueden ser la causa de que las jóvenes singapurenses no deseen casarse", opinó.
"También es importante el hecho de que tenemos un estilo de vida muy acelerado con muchas aspiraciones materiales. Formar una familia significa postergar muchas ambiciones", acotó.
La comisión nombrada por el gobierno prevé que terminará su tarea a mediados de junio, y se espera que enfrente dificultades cuando exhorte a los singapurenses a tener más hijos.
Dana Lam-Teo, presidenta de la ONG de mujeres AWARE, opinó que la raíz del problema reside en actitudes y valores sociales, y que la decisión de tener hijos es una cuestión privada de las parejas.
"Sus valores y expectativas de la vida se ponen en juego", declaró en una entrevista. "El ambiente nacional igualmente tiene su parte en esa decisión".
Lam-Teo piensa que el gobierno debería aplicar políticas de promoción de la familia como el establecimiento de una jornada laboral de cinco días por semana en la administración pública, para que las parejas dispongan de más tiempo para estar con sus hijos.
También señaló la necesidad de otorgar licencias más prolongadas por maternidad y por enfermedad de los hijos o hijas, y servicios de guardería infantil de calidad en los lugares de trabajo.
En la actualidad, las mujeres tienen derecho a dos meses de licencia por maternidad con paga completa después del parto, y no se otorgan licencias por paternidad.
Las autoridades están preocupadas por la caída de la natalidad desde 1983, cuando el primer ministro Lee Kuan Yew señaló la creciente cantidad de mujeres solteras que se graduaban, pero las políticas de incentivo a la maternidad de muejres profesionales aplicadas entonces no tuvieron mucho efecto.
Entre 1987 y 1990 se establecieron nuevos incentivos, bajo la consigna "Tener tres o más, si se lo puede permitir", pero tampoco se lograron los resultados deseados.
Tang dijo que sólo se sentiría alentada a casarse y tener hijos "si el gobierno cambiara el sistema de educación y promoviera un ambiente más creativo, y la sociedad adquiriera características de mayor distensión y apertura".
La socióloga Paulin Tay Straughan afirmó que la tendencia al descenso de la natalidad no podrá revertirse hasta que cambien las actitudes sociales en relación con el trabajo y la familia.
"La sociedad debe reconocer la importancia del tiempo familiar, que no debe verse apenas como una jornada de trabajo adicional", explicó.
"Trabajar horas extra o durante los fines de semana puede ser productivo para una compañía, pero priva a la familia del tiempo ya escaso del cual dispone para reunirse", añadió. (FIN/IPS/tra- eng/ks/js/ego/pr/00)