Los ex combatientes de la guerra civil en Líbano (1975-1990) aún no saben cómo actuar en una sociedad que pretende vivir en paz pero aún no acabó con los prejuicios y rivalidades que originaron la contienda.
Después de años de especialización en el manejo de armas, los combatientes descubrieron de golpe que esos conocimientos ya no servían en la vida diaria y que habían perdido la oportunidad de recibir una educación.
Unas 150.000 personas murieron, otras 350.000 resultaron heridas y hubo 800.000 desplazados a causa del conflicto. El grueso de las víctimas fueron civiles.
Pero la mayoría de los libaneses no se siente responsable por la violencia que destruyó su país. Se refieren a la guerra como "al-ahdass", es decir "los incidentes", como si se hubiera tratado de una guerra ajena, librada por otros aunque dentro del territorio de su país.
En ese sentido, los combatientes recuerdan haber recibido entrenamiento en la disuelta Unión Soviética y en Europa oriental, y empleado armas suministradas por Israel, Libia y Siria.
"Hubo factores externos y factores internos, pero empuñamos las armas", dijo Jean Hawi, de 34 años, quien a los 14 se unió a familiares y amigos que combatían bajo la bandera del Partido Comunista.
"Aprendimos de nuestros errores que la guerra no cambia nada. Pero el combustible de otra contienda son los prejuicios religiosos y sectarios con los que creció la nueva generación", afirmó Rashid Joumblatt, hoy de 37 años, que luchó con el Partido Socialprogresista Druso (PSP).
La guerra civil se alimentó de las diferencias de poder económico y político entre las comunidades religiosas cristiana maronita (dominante en el gobierno y el ejército), sunnitas (comerciantes), drusos (con el control del sector de servicios) y chiítas, que constituían la mayoría de la clase trabajadora.
Las diferencias se profundizaron cuando Líbano dio refugio a 300.000 palestinos, cuya presencia sirvió de excusa al ejército de Israel para incursionar en el sur y bombardear posiciones civiles, con apoyo de las "falanges" cristianas.
Israel invadió el país en junio de 1982 y devastó campamentos de refugiados y las principales ciudades, en especial Beirut. Se retiró en 1985, luego de lograr que la Organización para la Liberación de Palestina se retirara de la capital y que se estableciera una "franja de seguridad" en el sur.
La guerra civil concluyó en diciembre de 1990, con la formación de un gobierno de unidad nacional patrocinado por Siria que incluyó a figuras de milicias cristianas, chiítas, drusos y a los partidos prosirios.
"La guerra tuvo algunos aspectos positivos para mí. Fue una escuela de vida. Recibimos una estricta formación. Teníamos una causa por la que luchar. No hubo diversión, distracciones, muchachas ni bebidas alcohólicas", aseguró Hawi.
"Siempre tratamos de evitar el bombardeo de áreas civiles. Intentábamos ayudarlos, llevarles pan y agua, transportarlos a los hospitales", dijo.
Las palabras de Hawi son repetidas por muchos ex combatientes de otros bandos en pugna.
"Extraño la época de la guerra, las inacabables discusiones políticas. Peleaba por cambios en Líbano, por una patria secular. Ahora me duele que seamos vistos como criminales por nuestros compatriotas", dijo Joumblatt.
Como muchos combatientes, Joumblatt tuvo dificultades para adaptarse a la vida normal. Le costó dejar de impartir órdenes y recibirlas de buen grado de funcionarios y policías.
Luego de la guerra, pasaron años hasta que fue capaz de hacer una broma o salir a divertirse de noche. Sin embargo, no se siente culpable y afirma que "no hay imágenes persecutorias".
Por su parte, Hawi no tiene trabajo fijo y se lamenta de no haber asistido a la universidad, así como de los años que pasó luchando por una causa en la que creía. Ahora cree que el combate no sirvió de nada.
"Luchamos por un estado secular, pero todo sigue siendo como antes de la guerra", sostuvo.
El sistema político libanés se basa ahora en la coparticipación de las principales comunidades religiosas (cristianos maronitas, musulmanes sunnitas y chiítas), pero "es obvio que persisten las causas que llevaron a la guerra, y que podría comenzar de nuevo", dijo.
Muchos libaneses sienten que vivieron 15 años de violencia y caos para nada. Diez años después del cese de las hostilidades, las esperanzas y posibilidades de un renacimiento económico estan muy bajas.
Una ley de amnistía general fue propuesta y votada por el parlamento en agosto de 1991. Los legisladores fueron parte de la guerra y, por lo tanto, supieron cómo asegurar que los señores de la guerra y los milicianos no fueran procesados.
Varios de esos señores de la guerra se convirtieron en ministros de la posguerra, imponiendo a los libaneses la noción de ser gobernados por los mismos responsables de que sus vidas se frustraran.
Treinta mil solados sirios siguen desplegados en todo el país con el resentimiento de un creciente número de libaneses. El sur también continúa ocupado por Israel, que promete retirarse el 7 de julio próximo.
Si bien la gente es consciente que la violencia no sirve para dirimir disputas, los combatientes se niegan a reconocer a combatientes de otras facciones como víctimas de la contienda.
"Si se realiza una conmemoración de la guerra d60>> comprender los puntos de vista de las otras facciones, algo que no se nos dijo cuando combatíamos", manifestó Joumblatt.
"Tuve que hablar sobre la Falange en el curso. El curso ha servido para deshacerme de muchos prejuicios'mprender las razones que impulsaron los distintos bandos. Doce años después de abandonar las armas, volvió a clase, asistiendo al primer seminario de graduados universitarios sobre la guerra civil.
"Este curso me permitirá comprender los puntos de vista de las otras facciones, algo que no se nos dijo cuando combatíamos", manifestó Joumblatt.
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