Diez años después del fin de la Guerra Fría, Estados Unidos no intenta que Rusia reduzca su abultado, envejecido y peligroso arsenal de unos 6.000 misiles estratégicos con cabezas nucleares instaladas.
Documentos oficiales obtenidos por el Boletín de los Científicos Atómicos y divulgados la semana pasada revelan que Washington, por el contrario, descartó cualquier reducción de esas armas a menos de 1.500 o 2.000, e instó a Rusia a mantener su arsenal en permanente estado de alerta.
Los negociadores estadounidenses adoptaron esa posición para aliviar los temores rusos acerca de la instalación de un sistenma nacional de defensa contra misiles (NMD) en Estados Unidos.
Los documentos se presentaron en una reunión entre Estados Unidos y Rusia que se llevó a cabo en enero en Ginebra, durante la cual los negociadores rusos propusieron reducir el número de misiles estratégicos con cabezas nucleares instaladas de cada parte, del nivel de entre 3.000 y 3.500 establecido en el acuerdo START II a 1.500.
Estados Unidos rechazó esa propuesta sin dar a conocer los motivos de su actitud.
Es muy malo que Washington pida a Moscú abandonar por tiempo indefinido la idea de reducir más su arsenal nuclear, y es seguro que la noticia irritará a los delegados en la conferencia para revisar el Tratado contra la Proliferación de Armas Nucleares, que se lleva a cabo en la Organización de las Naciones Unidas.
Muchos de esos delegados critican la falta de avances en el desarme y el control de armamentos desde 1995, cuando Estados Unidos renovó su promesa de "llevar a cabo negociaciones de buena fe acerca de medidas efectivas para poner fin pronto a la carrera armamentista nuclear y lograr el desarme nuclear", contenida en el artículo VI de ese tratado.
Washington no sólo ha omitido el cumplimiento de esa promesa, sino que en la actualidad exhorta a Moscú a mantener sus armas nucleares listas para ser disparadas en pocos minutos.
Tras la desintegración de la ex Unión Soviética, y a causa de las continuas dificultades económicas enfrentadas por Rusia, el sistema ruso de alerta temprana para lanzamiento de misiles con cabezas nucleares se ha deteriorado mucho.
Moscú carece de medios para detectar un lanzamiento de misiles con cabezas nucleares desde Estados Unidos durante 12 horas de cada día, porque muchos de sus satélites y radares están fuera de servicio o funcionan sólo en forma parcial.
Rusia tampoco dispone de instrumentos para detectar el lanzamiento de misiles desde los submarinos estadounidenses Trident, cada uno de los cuales puede transportar hasta 192 cabezas nucleares.
Esas carencias causan gran nerviosismo en los jefes militares rusos.
La combinación de decadencia, sistemas de alerta temprana inutilizados, y mecanismos activados para el lanzamiento de contraataques con misiles pocos minutos después de un alerta, es una receta para el desastre nuclear.
El 25 de enero de 1995, los técnicos de radar rusos detectaron el lanzamiento de rutina desde Noruega un proyectil con fines científicos, pero sus sistemas no habían recibido el aviso correspondiente, e interpretaron que se trataba de un misil proveniente de un submarino Trident.
El ex presidente ruso Boris Yeltsin convocó a sus principales consejeros a una conferencia urgente de evaluación de amenazas, y discutió con ellos durante unos ocho minutos la posibilidad de lanzar un contraataque nuclear antes de que el presunto misil alcanzara territorio ruso.
Por suerte, los militares rusos pudieron comprobar que el curso del proyectil lo alejaba del territorio de Rusia, cuando faltaban sólo dos o tres minutos para que se cumpliera el plazo que Yeltsin y sus asesores se habían fijado para tomar una decisión.
Si la próxima falsa alarma se produce en un contexto menos pacífico de la política internacional, el desenlace puede ser mucho peor que en aquella ocasión.
El gobierno del presidente estadounidense Bill Clinton fundamenta el desarrollo de un NMD limitado en la amenaza potencial de los llamados "Estados criminales", por ejemplo Corea del Norte.
Sin embargo, sólo Rusia tiene, en la actualidad y por tiempo indefinido, la capacidad de lanzar un ataque contra objetivos en Estados Unidos con numerosos misiles de alta potencia nuclear, los cuales podrían alcanzar territorio estadounidense en 30 minutos o menos.
Corea del Norte carece de misiles balísticos con cabezas nucleares instaladas, y ha interrumpido su programa de ensayo de misiles mientras negocia con Washington el futuro de ese programa.
El riesgo de una guerra nuclear deliberada es en la actualidad mucho menor que en años anteriores, aunque Estados Unidos y Rusia aún se preparen para lanzar ataques nucleares recíprocos.
Sin embargo, el peligro de uso accidental o no autorizado de armas nucleares va en aumento, en gran parte porque Rusia basa cada vez más su sistema de defensa en las armas nucleares, pese al deterioro de los mecanismos de alerta temprana que son "los ojos y oídos" de Moscú.
El gobierno de Clinton ha elegido ignorar ese peligro real y creciente, por razones de conveniencia política.
Muchos observadores piensan que la apuesta al NMD tiene que ver con la defensa del candidato del gobernante Partido Demócrata, Al Gore, contra su adversario George W. Bush, del opositor Partido Republicano, en las elecciones de este año, más que con la defensa contra eventuales misiles extranjeros.
Washington emplea cantidades significativas de tiempo y capital político para lograr la instalación del NMD, un sistema muy limitado y aún no verificado por completo, para defenderse de una amenaza que quizá nunca se concrete.
Es muy inquietante que el gobierno estadounidense no sólo siga ese camino, sino que además exacerbe en forma deliberada el actual riesgo de desastre, al estimular a Rusia a mantener su arsenal nuclear en estado de alerta por tiempo indefinido. (FIN/IPS/tra- eng/sis/da/mp/ip/00)
* Stephen I. Schwartz es el editor del Boletín de los Científicos Atómicos. Los documentos comentados en este artículo pueden verse en http://www.bullatomsci.org/issues/2000/mj00/treaty_doc.html