CHINA-EEUU: Normalización de vínculo comercial da paso decisivo

La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó hoy el establecimiento de relaciones comerciales normales permanentes con China.

El resultado de la votación en el Congreso legislativo fue al mismo tiempo un triunfo del presidente Bill Clinton, del Partido Demócrata, y de los líderes del Partido Republicano. El proyecto fue aprobado por 237 votos a favor y 197 en contra.

La votación fue también el resultado de una campaña en que importantes compañías invirtieron unos 20 millones de dólares, el monto más elevado gastado en Washington por el empresariado estadounidense para la aprobación de una sola ley.

La aprobación también supuso una gran derrota para el movimiento sindical estadounidense, que ubicó el rechazo de la ley como su principal objetivo en el Poder Legislativo para este año.

Los sindicatos, preocupados por la posible pérdida de decenas de miles de empleos en Estados Unidos a causa del traslado de industrias a China, presionaron a Clinton y también al vicepresidente Al Gore, quien necesita el respaldo de los trabajadores para las elecciones presidenciales de noviembre.

Al final, alrededor de dos tercios de los diputados demócratas votaron el proyecto.

Junto a los sindicatos se ubicaron organizaciones ambientales y de derechos humanos, así como grupos derechistas, la mayoría republicanos, según los cuales el gobierno comunista de China representa una gran amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos.

Clinton contó con el respaldo de varios antecesores suyos, como el demócrata Jimmy Carter y los republicanos Gerald Ford y George Bush. Por otra parte, también apoyó el proyecto George Bush (hijo), gobernador del estado de Texas, candidato republicano a la Presidencia e hijo del ex mandatario.

Bush hijo mostró, incluso, más entusiasmo que Gore, su rival demócrata para las elecciones de noviembre.

El actual vicepresidente, preocupado por mantener sus vínculos con los sindicatos, procuró mantenerse en las sombras durante el debate, lo cual causó molestias en Clinton y los empresarios que adhieren a su candidatura.

El proyecto de ley, que será aprobado con facilidad en un Senado dominado por defensores del libre comercio de los dos partidos, permitirá a compañías estadounidenses sacar ventaja del acuerdo firmado en noviembre entre Washington y Beijing.

El gobierno de Clinton debió acceder al acuerdo para permitir el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC), pero también exige al gigante asiático la apertura de su economía a la inversión extranjera y las importaciones.

La balanza comercial entre los dos países arrojó el año pasado un superávit para China de 68.000 millones de dólares.

China deberá eliminar los aranceles sobre una vasta gama de productos, desde los agrícolas hasta los automotores, y ofrecer a los inversores extranjeros mucha más libertad.

Beijing selló un acuerdo similar con la Unión Europea la semana pasada, lo que agregó presión sobre los legisladores estadounidenses, muchos de los cuales se apresuraron a respaldar la iniciativa presidencial.

Al aprobar relaciones comerciales normales con carácter permanente, el Congreso acabará con los mecanismos que puso en práctica hace más de 20 años, cuando se normalizaron los vínculos diplomáticos entre ambos países.

Los sucesivos presidentes debieron, desde entonces, conceder cada año a Beijing las mismas preferencias comerciales de que gozaron los socios comerciales normales de Washington. El procedimiento incluía la posibilidad de que el Congreso debatiera y anulara la concesión presidencial.

Estos debates ocurrieron, en efecto, desde la represión del movimiento prodemocrático chino en la plaza de Tiananmen en 1989. El Congreso nunca anuló la concesión, pero esos debates fueron la base para los legisladores opuestos a la propuesta de Clinton que utilizaron argumentos basados sobre los derechos humanos.

Mientras, Beijing ha manifestado su malestar por ser la única potencia que era sometida a ese tratamiento por parte de Washington.

El debate fundamental fue si el Congreso legislativo estaba preparado para obviar la revisión anual y ratificar el apoyo de Estados Unidos a la integración de China a la OMC a cambio de las concesiones prometidas por Beijing en el acuerdo de noviembre.

Pero el debate real se refería al futuro de las relaciones con la nación más poblada del mundo.

Los impulsores del proyecto argumentaron que el aumento del compromiso económico bilateral serviría para promover la cultura y los ideales estadounidenses en China.

Para respaldar esta posición contaron con conocidos disidentes y reformistas chinos, como el presidente del Partido Demócrata de Hong Kong, Martin Lee, el exiliado dirigente prodemocrático Wang Dan, y Dai Qing, el más extravertido de los ambientalistas chinos.

Dai sostuvo que un avance de la liberalización económica en China "romperá el monopolio del estado" en el gigante asiático.

Pero los opositores a la iniciativa esgrimieron el último informe anual sobre derechos humanos del Departamento de Estado (cancillería) estadounidense, según el cual se registró en China un gran deterioro en la materia a pesar de la mejoría de los vínculos con Occidente en la última década.

"Nos dijeron en la última década que los derechos humanos mejorarían en China si le dábamos beneficios comerciales incondicionales. No fue así. Hoy hay más presos por ssu creencias en China que durante la Revolución Cultural", dijo la diputada republicana Nancy Pelosi.

Los opositores al proyecto de Clinton contaron, también, el respaldo de Wei Jingsheng, líder del movimiento prodemocrático de 1978 que se exilió años atras.

"Cientos de disidentes, personalidades religiosas y sindicalistas en China todavía vien y pueden decirnos las consecuencias directas" de los debates anuales sobre beneficios comerciales, escribió Wei la semana pasada en el diario The Wall Street Journal.

Clinton sostuvo que el rechazo a su proyecto sólo fortalecería "a los elementos más conservadores de las fuerzas armadas chinas, quienes preferirían que hubiera más tensiones" entre los dos países.

Pero la seguridad nacional también figuró entre los argumentos de los opositores a la iniciativa del gobierno, algunos de los cuales perciben en China una superpotencia emergente que pretende desafiar la primacía estadounidense e invadir Taiwan.

"Robaron nuestros secretos nucleares. Ahora pueden matar a 50 millones de personas en este país con un solo misil", dijo el diputado Dan Burton, uno de los 60 republicanos que desoyeron a las autoridades de su propio partido.

"Los empresarios estadounidenses no ven en China un gran lugar para vender cosas, sino un gran lugar para fabricar cosas y venderlas en Estados Unidos", agregó el representante Brad Sherman. (FIN/IPS/tra-eng/jl/mj/ip if/00

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