Las concesiones de emergencia realizadas por el gobierno de Brasil posibilitaría el fin de la huelga de los camioneros, que hoy cumplió su tercer día, pero demuestran la fuerza de las organizaciones de transportistas, que en pocos días pueden causar el desabastecimiento de las ciudades.
Los ministros que se reunieron este miércoles en Brasilia con representantes de camioneros formalizaron la oferta de transferir a los dueños de las cargas el costo del peaje, hasta ahora pagado por los transportistas de carga terrestre.
El llamado vale-peaje es el mecanismo propuesto por el gobierno que permitirá esa transferencia y tendrá vigencia a partir del 11 de mayo.
Hasta que se implememente la medida no se cobrará peaje a los grandes vehículos de carga en las carreteras federales, en jurisdicción del gobierno central.
El ministro de Transportes, Eliseu Padilha, tendrá que negociar ahora con las empresas privadas que administran carreteras y que sufrirían pérdidas durante una semana.
El costo del peaje, principal motivo de descontento entre los 1,2 millones de camioneros brasileños, aumentó a partir de las privatizaciones desde valores casi inexistentes o muy bajos hasta un promedio de tres reales (1,65 dólares) por eje, suma que se multiplica por dos como mínimo para cada camión.
La reducción a un real (0,55 dólares) por eje, el combate contra policías e inspectores de caminos corruptos y otras facilidades para su trabajo fueron los reclamos centrales de los camioneros en la huelga realizada en julio de 1999.
Esa protesta se mantuvo por más de una semana y afectó el abastecimiento de alimentos y combustibles en las grandes ciudades brasileñas.
El gobierno prometió entonces atender varios de esos pedidos, pero no los principales, como el valor de los peajes, por entender que no podía alterar los contratos de concesión firmados con las firmas particualres.
Ante la resistencia gubernamental a contemplar esta demanda, el Movimiento Unión Brasil Camionero (MUBC), que también encabezó la primera huelga, convocó con dos semanas de anticipación a un paro a partir del lunes.
Sin embargo, el gobierno de Fernando Henrique Cardoso sólo se dispuso a negociar cuando ya habían pasado dos días desde que comenzara el paro.
El líder del MUBC, Nelio Botelho, no asistió a la reunión de este miércoles con los ministros y afirmó que la huelga "sigue hasta la solución definitiva de nuestros problemas".
De esta manera desautorizó a los dirigentes de federaciones estaduales de camioneros que aceptaron las propuestas ministeriales e hicieron un llamado a suspender el paro.
La reunión fue "un golpe, una trampa del gobierno" para dividir el movimiento e imponer medidas "insatisfactorias", acusó Botelho.
La organización sindical de los camioneros es compleja, debido a que existen transportistas autónomos, dueños de vehículos en que trabajan, mientras otros son empleados o microempresarios que prestan servicios a una empresa transportadora.
Además, están quienes trabajan en transporte especializado para grandes empresas sectoriales, como de combustible o automóviles.
Los sindicatos tradicionales, federaciones estaduales y la confederación nacional, en general vinculados a intereses patronales, perdieron representatividad y permitieron el surgimiento del movimiento y el liderazgo de Botelho, cuya capacidad de movilización sorprendió al país y al gobierno el año pasado.
El gobierno trató de restar importancia a la protesta, calificando de "fracaso" su comienzo el 1 de mayo, un día de evaluación distorsionada por la celebración del Día Internacional de los Trabajadores.
El martes sólo detuvieron sus tareas 5.000 camiones, aseguró el ministro Padilha, dato desmentido en los hechos por la iniciativa gubernamental de convocar una reunión de emergencia este miércoles.
La Confederación Nacional de Transportes estimó que 500 millones de camiones dejaron de operar, o sea mitad de la flota normalmente en operación.
Botelho sostuvo que creció la adhesión en este tercer día de huelga, contrariando las evaluaciones del gobierno y las empresas de transporte.
En el sur y parte del oeste de Brasil la paralización es total, según el líder del movimiento.
Río de Janeiro es la ciudad más amenazada de desabastecimiento de combustibles, según las empresas de distribución y gasolineras. Los camioneros se concentraron en forma estratégica en una carretera para bloquear la salida de derivados petroleros de la cercana refinería de Duque de Caxias.
Con esa medida se redujo drásticamente la distribución de gasolina, combustible para motores diesel y otros productos desde esa refinería, afectando principalmente a Río de Janeiro.
Una negociación con los huelguistas permitió este miércoles la salida de 25 camiones desde la planta petrolera, pero es casi nada en comparación con el flujo normal de más de 1.000 vehículos por día.
En caso de continuar la protesta, podrá escasear combustibles en Río de Janeiro a partir de este jueves, estimó el presidente del Sindicato del Comercio Minorista de Derivados de Petóroleo local, Odilon Lacerda.
Alimentos perecederos son otros productos que pueden faltar en las grandes ciudades, dependientes de proveedores lejanos, como es el caso del propio Río de Janeiro e, incluso, en estados de gran producción agrícola, pero especializados en productos de exportación, como Mato Groso del Sur.
La situación se agravó porque la amenaza provocó la aglomeración de consumidores en los comercios, como fue el caso de las estaciones expendedoras de gasolina de Río de Janeiro, donde la demanda creció mucho desde el martes.
Los camioneros se dieron cuenta de su fuerza. Responsables de cerca de 70 por ciento del transporte de cargas en un país con escasos ferrocarriles y que sólo ahora descubre las hidrovías, los camiones son indispensables para las actividades en Brasil. Pocos días de paralización afectan a todos los sectores.
La privatización de la administración de las carreteras no previó sus efectos respecto del encarecimiento del transporte. Los peajes son mucho más caros para los camiones que para los automóviles, gravando más un factor productivo que los vehículos en general usados para esparcimiento.
El gobierno trata ahora de pasar ese costo a las empresas privadas que envían sus productos a sus compradores, pero intentando evitar que ese costo sea transferido al consumidor final.
Además, la violencia y la corrupción policial hicieron más duro aún el trabajo de los camioneros, sujetos a asaltos cada día más numerosos en las carreteras. La consecuencia de todos esos problemas es su reacción en forma de huelgas que, aparentemente, se convirtieron en preocupación frecuente de los brasileños. (FIN/IPS/mo/dm/if ip/00