La globalización exacerbó el racismo y la xenofobia, y la comunidad internacional debe corregir con urgencia este problema, exhortaron activistas de los derechos humanos.
La Conferencia contra el Racismo, que tendrá lugar el año próximo en Sudáfrica, brindará la oportunidad perfecta para explorar las numerosas pruebas del resurgimiento de la intolerancia ligada con la rápida marcha de la globalización, y adoptar medidas para contrarrestar sus efectos.
Según la titular del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson, la conferencia dará a la comunidad internacional una plataforma ideal para remediar una tendencia que tiene tonos cada vez más "desagradables y xenófobos".
"Observando las raíces del racismo y la xenofobia en el mundo moderno, la importancia de la dimensión económica surge inmediatamente", dijo Robinson en la primera reunión preparatoria para la conferencia.
Eso resulta patente en "la mentalidad fortificada" que está asumiendo dimensiones globales, porque los países más ricos se muestran decididos "a defender su prosperidad contra amenazas externas perceptibles", agregó.
Señaló que la discriminación hacia gente de naciones en desarrollo perdura cuando se trasladan a países más ricos en busca de una vida mejor.
"Los inmigrantes son explotados y culpados de males económicos que no tienen nada que ver con ellos", mientras "refugiados, personas desplazadas y solicitantes de asilo en busca de seguridad son tratados duramente y, cada vez más a menudo, rechazados", lamentó la comisionada.
El punto de vista de Robinson está respaldado por otra organización humanitaria, Human Rights Watch (HRW), con sede en Nueva York, según la cual el aumento de la fuerza internacional de trabajo en la economía global ha dado lugar a nuevas formas de discriminación en "una escala enorme".
El grupo agregó que las mujeres migrantes sufren particularmente como consecuencia del tráfico y la prostitución forzada, la falta de protección en sus lugares de trabajo y las restricciones de su vida familiar impuestas por el desplazamiento y su condición de apátridas.
Según Robinson, esas preocupaciones pueden ser comprendidas a la luz de la "institucionalización de la xenofobia", dado que algunos estados "han puesto en marcha medidas contra trabajadores inmigrantes".
Los activistas coinciden en que esas cuestiones no fueron evidentes durante las dos conferencias mundiales previas para combatir el racismo y la discriminación.
La necesidad de derrotar al apartheid dominó la agenda cuando la comunidad humanitaria mundial deliberó por primera vez sobre racismo en 1978, en Ginebra.
La resolución emanada de esa reunión afirmó que cualquier doctrina de superioridad racial "es científicamente falsa, moralmente condenable, socialmente injusta y peligrosa, y carece de cualquier justificación". Esa ideología racista fue calificada por la conferencia como un crimen de lesa humanidad.
Un encuadre similar surgió cinco años después durante la segunda conferencia en 1983, que reconoció lo poco que se había logrado en la lucha contra el apartheid y pidió la imposición de severas medidas contra las ideologías racistas.
De esa conferencia emergió un programa de acción que incluso solicitó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas imponer sanciones contra el gobierno sudafricano por su política segregacionista.
Pero desde entonces, surgieron otras formas virulentas de racismo que presentaron nuevos desafíos, dijo Patrick Taran, director de Migrants Rights International (MRI), una organización no gubernamental,
Expresó que las actitudes racistas tradicionales están centradas en el color de la piel como "la demarcación fundamental sobre la cual se basa la discriminación, la intolerancia y la exclusión".
No obstante, en sus manifestaciones actuales, el racismo se basa en otros elementos más allá del color de la piel.
En un artículo que escribió para una publicación de MRI, Taran dijo que la conferencia del año próximo deberá considerar esos cambios. La relación entre globalización y racismo requiere "considerable atención".
Manolo Abella, que encabeza el departamento de migración en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) coincidió con Taran. Estudios realizados por la OIT revelaron que en Europa Occidental la "mentalidad fortificada" es evidente.
Esa es una consecuencia de "la inseguridad imperante en los países ricos enfrascados en la competencia global, y las dificultades de los trabajadores más antiguos de ajustarse a los cambios organizativos de producción y la lenta tasa de crecimiento", indicó Abella.
Para que esa mentalidad cambie, la gente debe recibir la seguridad de que "no ha perdido el control de sus fronteras".
Según Doug Hellinger, director ejecutivo de la organización Development Gap, con sede en Washington, las compañías multinacionales también contribuyeron al espectro del racismo en la economía global.
La producción para los mercados de los países más ricos está dominada por las subsidiarias multinacionales en las naciones en desarrollo, que muestran poco respeto por la mano de obra del país anfitrión, señaló.
"Nuestra experiencia es que hay poco respeto hacia la gente de esos países, sobre todo respecto a la población de color, y hacia sus sociedades, que son totalmente restructuradas junto con sus economías sin su consentimiento", dijo Hellinger.
Las multinacionales fueron ayudadas por organizaciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), señaló, y "por eso, no sorprende saber quiénes fueron los ganadores".
Para Robinson, la próxima conferencia deberá corregir esas realidades para asegurar que los beneficios de la globalización "sean compartidos más ampliamente".
De lo contrario, advirtió, la globalización se convertirá en una nueva barrera para los países más pobres que participan plenamente en la economía internacional". (FIN/IPS/tra-en/mmm/da/ego-mlm/if-hd/00)