/1 de Mayo/ BRASIL: Empleadas domésticas en situación de esclavitud

Empleadas domésticas privadas de los derechos laborales constituyen un residuo de la esclavitud en Brasil, abolida legalmente en 1888.

El traslado a Estados Unidos de la relación que muchas familias brasileñas mantienen con esas trabajadoras tuvo un alto costo para el ingeniero René Bonnetti, detenido bajo acusación de mantener como esclava a Hilda dos Santos, en Gaithersburg, a 31 kilómetros de Washington.

La empleada, de 65 años, inmigrante ilegal en Estados Unidos, que trabajó durante 20 años con la familia Bonnetti sin recibir sueldo, denunció la situación ante la justicia a fines de enero y reclama una indemnización de un millón de dólares.

La esposa de Bonnetti, quien escapó a la prisión porque había viajado a Brasil, fue acusada, además, de golpear a la empleada, lo que provocó la intervención de vecinos y la denuncia. Si regresa, podría enfrentar de cinco a ocho años de cárcel, la sentencia prevista para su esposo, que será dictada este mes.

En Brasil "hay muchas Hildas sometidas a violencias, abusos y racismo, trabajando en cautiverio, como semiesclavas", señaló Ana Simeao, presidenta de la Federación de Trabajadores Domésticos, fundada hace tres años con sede en Campinas, cerca de Sao Paulo.

Gran parte también emigra, pero dentro del país, dejando sus regiones pobres de origen, como el norte y el noreste, atraídas por promesas de mejores salarios en las grandes ciudades del sur, señaló la sindicalista.

En general viven en condiciones similares a las de Dos Santos, como dormir en un lugar minúsculo sin ventilación, más grave en el calor brasileño, y sin disfrutar de días de descanso.

La arquitectura brasileña mantiene la tradición, diseñando cuartos cada vez más pequeños para las empleadas, de menos de cuatro metros cuadrados y con ventanas minñusculas, aún en casas y departamentos lujosos.

Las trabajadoras y los trabajadores y domésticos en Brasil suman cinco millones, de los cuales seis por ciento son hombres, según las estadísticas oficiales. Pero sólo 1,2 millones tienen un contrato de trabajo, que les asegura derechos limitados.

Sólo a partir del 1 de marzo cuentan con el Fondo de Garantía por Tiempo de Servicio, un adicional de ocho por ciento sobre los sueldos pagados por los patrones del que podrán disponer si son despedidos, se jubilan o para comprar vivienda o casarse.

Es un derecho que los asalariados del mercado formal ya tienen hace 35 años, pero las trabajadoras domésticas y sus colegas varones no lo tenían asegurado, porque la legislación aprobada no obliga a su pago, sino que queda a criterio de los patrones.

"Nada resuelve, tendremos que seguir luchando por la aprobación de una propuesta que se tramita en el Congreso Nacional hace 11 años", indicó Ana Simeao.

"Es una lástima que no sea obligatorio", comentó Benedita da Silva, vicegobernadora del estado de Río de Janeiro y autora del proyecto postergado desde 1989, cuando era diputada y una de las escasas parlamentarias negras en Brasil.

"Aunque optativo, representa un avance", señaló Hildete Pereira de Melo, del Instituto de Investigación Económica Aplicada, órgano gubernamental del sector de planificación.

Las conquistas de esa categoría profesional son lentas, obtenidas con rezago de más de tres décadas. Esto refleja "una visión de la sociedad que no reconoce la importancia del trabajo doméstico", observó la economista, autora de varios estudios sobre el tema.

El Fondo de Garantía favorecerá inicialmente a una minoría, pero indica un nuevo paso hacia el reconocimiento social de la profesión, subrayó.

Las empleadas domésticas se organizan en sindicatos hace 40 años. El primer triunfo, un contrato de trabajo específico, se logró en 1974, asegurándoles derechos previsionales. Hasta ahora menos de un cuarto obtuvo su efectivida, pero su porcentaje crece de forma sostenida, aunque lenta, señaló Pereira de Melo.

Otro indicador de los avances es el contrato colectivo de trabajo firmado por un sindicato que obliga a los empleadores a respetar los derechos de las trabajadoras domésticas de Maca y municipios aledaños, a 190 kilómetros de Río de Janeiro. Esto es algo que otros trabajadores más organizados no han logrado,.

Es difícil sindicalizar a las trabajadoras domsticas, admiti Simeao, destacando que en Campinas sólo hay unas 800 afiliadas, en un universo de más de 30.000, y en Sao Paulo, con 480.000 empleadas, el sindicato cuenta con poco más de mil miembros.

La fuerte discriminación social contribuye a esta situación. En Campinas, sólo dos hombres adhirieron al sindicato, "pero no son activos", y los conductores de vehículos se niegan a considerarse trabajadores domésticos, lamentó la sindicalista. (FIN/IPS/mo/ag/lb hd/00

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